miércoles, 1 de agosto de 2012

La Biblia - Resumen de Sus 66 Libros


1ª Pedro

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3).

La primera epístola de Pedro («piedra») también está dirigida a los creyentes judíos, dispersos en Asia Menor, pero no como si todavía estuviesen relacionados con el judaísmo. Antes bien, están separados y sufriendo, siendo extranjeros y peregrinos en más de un sentido. Lo que se dice de Israel: “He aquí un pueblo que habitará confiado (nota: o «solo»), y no será contado entre las naciones” (Números 23:9) se aplica a ellos en un sentido espiritual. Fueron “elegidos según la presciencia de Dios”, y santificados por el Espíritu (no por meras ordenanzas formales), y esperaban una herencia reservada en los cielos, ya que Cristo resucitó y está a la diestra de Dios.
            El sufrimiento de ellos correspondía a la disciplina necesaria de la mano soberana del Padre. Por una parte, Él gobierna sabiamente entre sus propios hijos para bien de ellos, teniendo en vista la eternidad. Por otra parte, el sufrimiento de estos creyentes manifestaría el triste fin de aquellos que no obedecen al Evangelio.
            Esta verdad se relaciona claramente con el reino de Dios más bien que con el cuerpo de Cristo, la Iglesia; puesto que a Pedro le fueron dadas “las llaves del reino de los cielos” (Mateo 16:19). En efecto, podemos ver cómo el Padre actuó personalmente en Pedro de manera eficaz y soberana; y después de su tan triste fracaso, cuando negó al Señor, es precioso ver cómo Dios lo utiliza con gracia y poder.
            Este libro —vigoroso y conmovedor— es fácil de entender, ya que infunde un sano temor de Dios. Incita a los lectores con una conciencia ejercitada a caminar con un corazón sumiso.

 

2ª Pedro

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3).

En 2 Pedro, Dios provee recursos en vista de la espantosa corrupción de la cristiandad que desafía resueltamente la autoridad del Señor Jesús y la soberanía del Padre. Los falsos maestros no sólo son ignorantes, sino que sistemáticamente socavarían todo verdadero principio de la soberanía de Dios.
Por consiguiente, ¿exime esto a los piadosos creyentes de su responsabilidad de obedecer? ¡Muy por el contrario! Más bien, hallan en esta epístola la plena provisión para estimular el sometimiento implícito del corazón al Señor. Su autoridad aún triunfará absolutamente, y un terrible juicio será infligido, no sólo sobre el mundo impío, sino también sobre los impíos profesantes de la cristiandad.
            El divino poder de Dios ha provisto maravillosa y abundantemente todo lo necesario para sostener aquella vida fresca y vibrante, en contraste con la estancada ausencia de vida de la apostasía. Provee también la piedad, tan valiosa en una época en que predomina la impiedad. Tal recurso está relacionado con el conocimiento vital y personal de Él, el Dios viviente revelado en la persona del Señor Jesús. Nos llama “por su gloria y excelencia”, es decir, pone ante nuestros ojos su gloria como el objeto en el cual hay que fijar la vista, y su excelencia como un estímulo precioso y presente. Tal virtud se ve en toda la vida del Señor Jesús.
            En esta epístola, Pedro habla de la certeza del juicio venidero de Dios en términos serios, que inspiran temor. No se trata sólo de los juicios de la gran tribulación, sino también del hecho de que “los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (3:10). Estos temas tienen como propósito santificar nuestras almas.

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