domingo, 2 de septiembre de 2012

La Oración y los cultos de oración


Capítulo 2: Las condiciones morales de la oración
¿Qué dice la Palabra de Dios de las condiciones morales de la oración? Abra su Biblia en Mateo 18:19: "Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos".

Acuerdo en la oración
Aquí aprendemos que una de las condiciones para nuestras oraciones es la unanimidad — acuerdo sincero y hecho en amor — completa unidad de mentes. La verdadera fuerza de las palabras es, "Si dos de ustedes armonizan" harán un soto sonido. No debe haber ningún ruido desagradable, nada discordante.
Cuando nos reunimos para orar por el progreso del evangelio, debemos estar unidos como una sola mente, para poder esperar que las personas se salven en los cultos. Delante de Dios debemos hacer un solo sonido. No sirve que cada persona tenga un pensamiento diferente. Debemos venir ante el trono de la gracia en "armonía" santa de mente y espíritu si queremos una respuesta de acuerdo con Mateo 18:19.
Esto es de una importancia moral inmensa, especialmente en relación con los cultos de oración. Las oraciones en las reuniones de oración no deben hacerse sin razón ni propósito. Debemos reunimos con un propósito definido en nuestros corazones para poder esperar todos ¡untos en Dios. Hechos Capítulo 1 nos dice que los primeros discípulos, "perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos" (versículo 14). En Hechos 2 leemos, "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos" (versículo 1).
Estaban esperando el don del Espíritu Santo de acuerdo a las instrucciones del Señor. Ellos tenían la promesa de Dios. El Consolador vendría. En lugar de esperar sin orar, precisamente ésta era la razón de hacerlo. Oraban unánimes en un lugar. Estaban completamente de acuerdo. Todos tenían un propósito definido en su corazón. Estaban esperando la promesa del Espíritu Santo y, ¡continuaron esperando unánimes hasta que llegó! Todos, hombres y mujeres estaban cautivados por un solo objetivo. Día tras día esperaron en acuerdo santo, en armonía alegre, con fervor, hasta que se les dio el poder prometido de lo alto.
¿No debiéramos nosotros hacer lo mismo? Desgraciadamente, en los cultos de oración hoy día, hay una falta grande de este principio de unanimidad y de tener un solo lugar. No tenemos que pedir que el Espíritu Santo venga porque ya vino, pero sí tenemos que pedir la manifestación de Su poder en nuestras reuniones. Unanimidad de corazón y deseo en nuestras peticiones colectivas no es lo mismo que uniformidad de petición. Esto último sería un caso en que todos los que participan en un culto de oración piden las mismas cosas, como si repitieran una fórmula mágica. Verdadera unanimidad, como la que en este artículo se promueve, sería el caso de un grupo de creyentes que siente un deseo unido de glorificar al Señor Jesucristo y que, en todas sus peticiones, tienen a este objetivo en vista.
Puede haber una gran variedad y diversidad de intereses y peticiones expresadas — pero todas sobre la base del mencionado acuerdo, o armonía de espíritu y ánimo.
Supongan que estamos en un lugar donde reina la muerte espiritual y las tinieblas. Donde nunca se oye ni siquiera de una conversión. Donde se ha establecido un formalismo deprimente. ¿Qué se puede hacer?
Aunque sólo dos creyentes se den cuenta de la condición de las cosas, debemos reunimos unánimes y derramar nuestro corazón delante de Dios. Esperemos unidos en El, en santo acuerdo, con un firme propósito, hasta que El mande lluvias de bendición sobre el lugar seco y estéril. No nos crucemos de brazos ni digamos, "No ha llegado la hora", ni nos rindamos al retoño de una teología torcida que se llama fatalismo y que dice: "Dios es soberano y hace todo de acuerdo a Su propia voluntad, de modo que sólo nos queda esperar Su hora. El esfuerzo humano es inútil. No podemos lograr un avivamiento. Debemos cuidarnos de la pura emoción".
Todo esto parece legítimo porque es verdad hasta cierto punto, pero sólo es una media verdad. ¡No hay nada más peligroso que una verdad a medias! ¡Es mucho más peligrosa que el error completo! Muchos buenos cristianos tropiezan y se desvían por medias verdades, o verdades mal aplicadas. Muchos fieles siervos de Dios se han enfriado, desanimado, y hasta salido del campo de la cosecha por la insistencia sin sabiduría en ciertas doctrinas o enseñanzas que tenían algo de verdad pero no toda la verdad de Dios.
Nada puede tocar o debilitar la verdad de Mateo 18:19. Permanece con toda su bendición, libertad y belleza ante los ojos de la fe. Es clara y no puede haber equivocación. "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos". Aquí está nuestro certificado para reunimos en oración para cualquier cosa que esté en nuestro corazón.
¿Nos entristecemos por la frialdad, por la esterilidad y apatía espiritual a nuestro derredor hoy día? ¿Nos desanimamos por el aparente poco fruto de la predicación del evangelio, la falta de poder en la misma predicación y la falta de resultados? ¿Nos descorazona la esterilidad, la pereza, la tristeza, el desánimo de todas nuestras reuniones; ya sea en la Mesa del Señor, ante el trono de justicia, o alrededor de la fuente de la Santa Escritura? ¿Debemos cruzarnos de brazos con fría indiferencia, darnos por vencidos en desesperación, quejarnos, murmurar, enojarnos o irritarnos? ¡No! Debemos reunimos unánimes en un lugar y postrarnos delante de Dios y todos derramar nuestro corazón como si fuera un solo corazón, y suplicar Mateo 18:19.
Este es el gran remedio, la fuente que no falla. Dios es soberano y por eso es que debemos esperar en El. El esfuerzo humano es inútil y por eso es que hay que buscar el poder divino. Nosotros solos no podemos lograr un avivamiento y por eso es que debemos buscarlo de rodillas. Debemos tener cuidado de la pura emoción, pero al mismo tiempo hay que cuidarse de la indiferencia fría, muerta y egoísta.
Mientras Cristo esté a la mano derecha de Dios, mientras el Espíritu Santo esté en nuestros corazones, mientras tengamos la Palabra de Dios en nuestras manos, mientras Mateo 18:19 brille delante de nosotros, no hay ninguna excusa para la esterilidad, el entumecimiento, ni la indiferencia. Y tampoco hay excusa para que los cultos no sean de provecho, ni para que no sean frescos cada vez, ni para que falte el fruto de nuestro servicio. Esperemos en Dios en acuerdo santo. Entonces, con seguridad vendrá la bendición.

Oración de fe
En Mateo 21:22 encontramos otra condición moral esencial para la oración efectiva. "Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis". ¡Esta es una afirmación maravillosa! Le abre a la fe la tesorería del cielo. No hay límite. Nuestro bendito Señor nos asegura que vamos a recibir lo que pidamos con fe sencilla.
Santiago nos da una seguridad parecida cuando pedimos sabiduría, "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor" (Santiago 1:5-7).
De estos dos pasajes, aprendemos que si Dios va a contestar nuestras oraciones, deben ser oraciones de fe. Una cosa es decir palabras en forma de oración, y otra muy distinta, orar con fe sencilla, con la seguridad completa, clara y firme de que tendremos lo que pedimos. Muchas de las que llamamos oraciones, no pasan del cielo raso. Para alcanzar el trono de Dios, deben nacer en las alas de la fe y salir de corazones unidos y mentes de acuerdo a un propósito santo de esperar en Dios por todo lo que necesitamos.
¿No es cierto que nuestras oraciones y cultos de oración son muy deficientes en este sentido? Esta deficiencia se manifiesta cuando nuestras oraciones tienen tan poco resultado. ¿No debiéramos examinarnos y darnos cuenta en realidad hasta donde entendemos estas dos condiciones de la oración, el acuerdo o unanimidad, y la confianza? Como Cristo dijo que si dos personas se ponen de acuerdo para pedir con fe, y pueden pedir lo que quieran, ¿por qué no vemos contestaciones más abundantes a nuestras oraciones? ¡La culpa es nuestra!
En Mateo 18:19 el Señor habla de la congregación más pequeña, de dos, aunque por supuesto, la promesa también se aplica a grupos más grandes. El punto esencial es que aunque haya sólo dos, deben estar completamente de acuerdo, y convencidos de que recibirán lo que piden. Si esto fuera cierto de nosotros, nuestros cultos de oración también tendrían un tono y un carácter muy diferente.
Qué diferencia más grande habría en nuestros cultos de oración, si éstos fueran el resultado de un acuerdo hecho en amor y con sinceridad entre dos o más creyentes que juntos llegan para esperar en Dios algo específico, y luego perseveran en la oración hasta recibir la respuesta. ¡Qué poco se ve esto! Puede que todas las semanas vayamos al culto de oración, pero delante de Dios, ¿no debiera preocuparnos hasta qué punto nos hemos puesto de acuerdo en uno o varios asuntos para ponerlos delante del trono de la gracia?

El amigo insistente que recibió o que fue a buscar
El Señor Jesús les dijo a los discípulos, " ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mi de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad [insistencia] se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá (Lucas 11:5-10).
Estas palabras son muy importantes puesto que son parte de la respuesta del Señor a la petición de los discípulos, "Señor, enséñanos a orar". Es mejor citar las palabras exactas de nuestro bendito Señor, en lugar de tratar de enseñarle a la gente a orar. Y sin embargo, ¿hasta dónde llegan nuestras oraciones y nuestros cultos de oración a ser como este modelo divino que el Señor mismo dio?

Oración específica
¿Cuáles son las condiciones morales que nos presenta Lucas 11? En primer lugar, nos enseña a ser específicos en nuestras oraciones. "Amigo, préstame tres panes" es la expresión de una necesidad verdadera. Hay un deseo en su mente y en su corazón, y él ¡se limita a este deseo único! No es una explicación larga, con rodeos, sin propósito, en que todo se menciona. Es clara, directa y enfática: ¡Préstame tres panes; es un caso urgente y no puedo irme sin ellos!
Todo parece desanimador. La medianoche no es una buena hora. El amigo ya se había acostado, cerrado la puerta, los niños ya estaban acostados, no podía levantarse. Sin embargo, la necesidad específica se repite: tiene que tener tres panes.
Esta es una gran lección práctica que puede aplicarse a nuestras oraciones y cultos de oración. Nuestros cultos de oración sufren de oraciones largas, llenas de rodeos y sin ningún propósito. Muchas veces mencionamos cosas por las que de veras no sentimos la necesidad, y por las que no tenemos ninguna intención de esperar una respuesta. ¿No es cierto que a menudo no tendríamos una respuesta, si al final de nuestros cultos de oración se nos apareciera el Señor y nos dijera: "En verdad, ¿qué es lo que concretamente quieren que yo haga?"
Si nosotros fuéramos al culto de oración con algo específico en nuestro corazón que compartiéramos con nuestros hermanos, haría que los cultos tuvieran gran fervor, frescura, brillo, realidad y poder. A algunos de nosotros nos parece pensar que es necesario hacer una oración larga mencionando toda dase de cosas, muchas de las cuales son correctas y buenas; pero la mente se confunde con tanto. Cuánto mejor es llevar ante el trono una sola petición, implorar con ahínco y luego esperar para que el Espíritu Santo pueda guiar a otros de igual manera para orar por lo mismo u otra cosa igualmente definida.
Las oraciones largas son cansonas. En muchos casos son sólo estorbos. ¡Por supuesto, no debemos ponerle ningún límite al Espíritu Santo! Pero simplemente estamos comparando lo que encontramos en las Escrituras con lo que tenemos en nuestros cultos de oración (Léanse Mateo 6; Juan 17; Hechos 4:24-30). La regla de la Biblia no es las oraciones largas. En Marcos 12:40 se refiere a ellas en términos condenatorios. Las oraciones fervientes y con propósito le dan una frescura e interés al culto de oración; mientras que las oraciones largas y forzadas dan una influencia de depresión sobre todos los asistentes.

Oraciones insistentes
Otra condición moral importante de la oración en Lucas 11 es la importunidad o insistencia. El hombre logra su objetivo por su gran insistencia. No se dio por vencido: tenía que llevar los tres panes. La insistencia prevaleció aún donde los derechos de la amistad no eran suficientes. El hombre estaba decidido a lograr su propósito. Tenía una gran necesidad y no iba a aceptar una negación.
¿Cómo debemos entender esta gran lección? Es, que Dios siempre nos contestará de "adentro". Nunca nos dirá, "No me moleste", o "No puedo levantarme para dárselo". El siempre es nuestro amigo verdadero y siempre está listo; es un Dador siempre alegre y abundante. Pero, todavía El nos anima a insistir. Sin embargo, en nuestros cultos de oración hay una gran falta de esto, así como de especificar lo que queremos.
Los dos van juntos. Cuando lo que se busca es tan definido como "tres panes", por lo general habrá insistencia al pedir, tendremos el firme propósito de lograrlo. Pero a menudo nosotros no nos portamos como personas que piden lo que quieren y luego esperan lo que pidieron. Por eso nuestros cultos se vuelven apagados, sin propósito, sin poder, y sólo son reuniones para hablar.

Asistencia a los cultos de oración
Porque nuestros cultos de oración se caracterizan por ser largos, cansones, sin propósito, llenos de oraciones que son predicaciones, en algunos casos el pueblo del Señor se ausenta. En lugar de sentirse refrescado, consolado y fortalecido, se cansa, sufre y se impacienta. Por eso, las personas prefieren no ir. Piensan que es mucho más provechoso, pasar la hora en lo privado de su propio cuarto donde pueden derramar su corazón delante del Señor en oración ferviente, que ir a un "culto de oración" donde se cansan con el canto sin poder de los himnos, o con largas oraciones-sermones.
¿Es esto lo que se debe hacer? Esta no es la forma de resolver el problema que hemos estado discutiendo. Ya que es bueno reunirse para orar, entonces no es correcto que nadie falte por la debilidad, el fracaso, o hasta la tontería de algunos de los participantes de la reunión. Pero si todos los miembros verdaderamente espirituales no fueran a los cultos por tales razones, ¿qué sería del culto de oración? Aunque no tengamos una participación audible en la oración, siempre podemos ser de mucha ayuda en la reunión al esperar en Dios con el espíritu correcto.
Vamos a los cultos por otras razones y no sólo por nuestra comodidad, provecho y bendición. Debemos pensar en la gloria del Señor. Debemos buscar hacer su bendita voluntad y en toda forma posible tratar de promover el bien de otros. Ninguno de estos fines puede lograrse si a propósito nos ausentamos del lugar de oración.
Es cierto que a veces hay cosas que impiden que estemos presentes: enfermedad, trabajos domésticos y otras cosas que ocupan nuestro tiempo. Pero es un hecho que ¡el que se ausenta de la reunión de oración a propósito, está en mal estado! ¡El cristiano saludable, alegre y ferviente estará en el culto de oración!

Oraciones perseverantes
Para encontrar otra de estas condiciones morales, abran Lucas 18:1-8. "También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embar­go, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que cla­man a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia".
Aquí tenemos la importante condición moral de la perseverancia. Los hombres debieran de sentir "la necesidad de orar siempre, y no desmayar". Esto está muy relacionado con la necesidad de orar en forma específica e insistente. Queremos algo y no podemos vivir sin ello. Esperemos en Dios con insistencia, unidos, creyendo y perseverando, hasta que amorosamente El nos dé la respuesta. Podemos estar seguros de que siempre lo hará si la base y las condiciones morales se mantienen apropiadamente.
Pero, ¡debemos perseverar! No debemos desmayar y darnos por vencidos si la respuesta no viene tan rápido como esperábamos. Puede que a Dios le agrade ejercitar nuestra fe al mantenernos esperando en El por días, meses y hasta años. Tal ejercicio es bueno. Es saludable moralmente. Tiende a hacernos más genuinos. Nos lleva a las raíces de las cosas. Por ejemplo, mire a Daniel. Por tres semanas Dios estuvo ejercitando la fe de Daniel, "En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas" (Daniel 10:2,3).
Todo esto era para el bien de Daniel. Había gran bendición en el ejercicio espiritual que Dios le dio a este fiel siervo, durante este tiempo. Fíjense cuidadosamente que desde el principio de la espera, ya Dios desde su trono había mandado la contestación a la oración de Daniel. "Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días" (Daniel 10:12-14).
Daniel estaba sufriendo, castigándose a sí mismo y esperando en Dios. El mensajero angelical ya venía de camino con la respuesta. Dios le permitió al enemigo (Satanás) que estorbara, pero Daniel continuó esperando. Siguió orando sin desmayar y la respuesta llegó a su debido tiempo.
Aquí hay una lección para nosotros. Es posible que nosotros también tengamos que esperar en santa actitud y en el espíritu de oración largo tiempo; pero nos daremos cuenta que este tiempo de espera es de mucho provecho para nosotros. Muchas veces nuestro Dios en su sabiduría y fidelidad, al tratarnos, ve que es mejor retener la respuesta sólo para probar la realidad de nuestras oraciones. Lo importante es que el Espíritu Santo haya puesto un objetivo en nuestros corazones, un propósito para el que podamos poner el dedo de la fe sobre alguna promesa específica de la Palabra, y luego, perseverar en la oración hasta recibir lo que necesitamos. "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Efesios 6:18).
Es una lástima que nos falte tanto de perseverancia, tanto como en ser específicos e insistentes, lo que hace que nuestras oraciones sean débiles y nuestros servicios de oración fríos. No nos reunimos con un propósito definido y por lo tanto no somos insistentes ni perseveramos.
En resumen, nuestros servicios de oración, a menudo sólo son un culto de rutina, aburrido, frío, y mecánico, que hace que nuestro espíritu se queje bajo el peso de un ejercicio corporal sin ningún provecho.

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