domingo, 2 de septiembre de 2012

LOS PECADOS DESPUÉS DE LA CONVERSIÓN


"Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo" (Juan 13:8).
"Porque echaste tras tus espaldas todos mis peca­dos" (Isaías 38: 17).
Encontramos muchos auténticos cristianos ator­mentados por pecados que cometen después de su con­versión. Nosotros deseamos recordarles que Jesús ha hecho la propiciación por las faltas de todos aquellos que creen en Él, y tal es su posición inquebrantable. "Jesucristo... nos amó, y nos lavó de nuestros peca­dos con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 1: 5-6). "Cristo... se ha sentado a la diestra de Dios...; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados" (Hebreos 10:12-14). Si Él tomó lugar en la gloria, es porque terminó la obra que el Padre le había dado que hacer, la cual ha sido plenamente admitida (Juan 17: 4-5). Así el Dios santo puede decir: "Nunca más me acordaré de sus pecados" (Hebreos 10: 17-18).
Una vez puestos en la luz divina, "la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1: 7), tanto de aquellos cometidos antes de nuestra con­versión como de los que lo han sido después de ella.
Sin embargo, si bien las faltas cometidas después que conocimos a Jesús como Salvador no alteran nues­tra posición de rescatados, atentan gravemente contra nuestra comunión con el Padre y con el Señor Jesús (1 Juan 1: 3-4). Al hablar de manchas en el andar prác­tico, Jesús dice a los discípulos que todos (a excepción del hipócrita Judas) están enteramente limpios, con tal que el Maestro les lave los pies, ya que "si no te lavare —le dice a Pedro— no tendrás parte conmigo". Los creyentes deben tener una conciencia delicada, so pena de perder por un tiempo, como David, el gozo de su sal­vación (Salmo 51: 12; véase v. 1-10).
Después de la humillación, el recurso es, para el cristiano, Jesús en su oficio de abogado ante el Padre (1 Juan 2: 1-2).

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