INTRODUCCIÓN
El rico y bendito ámbito de aplicación de la
Epístola a los Efesios
La
epístola a los Efesios nos ofrece la más rica exposición de las bendiciones de
los santos individualmente y de la asamblea, exponiendo al mismo tiempo los
consejos de Dios con respecto a la gloria de Cristo. Cristo mismo es visto como
Aquel que ha de sostener todas las cosas reunidas bajo Su mano, como Cabeza de
la asamblea. Vemos a la asamblea colocada en la más íntima relación con Él, así
como los que la componen lo están con el Padre mismo, y en la posición
celestial otorgada a ella por la gracia soberana de Dios. Ahora bien, estos caminos
de gracia para con ella revelan a Dios mismo, y en dos caracteres distintos;
tanto en relación con Cristo como con los Cristianos. Él es el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo. Él es el Dios de Cristo, cuando se considera a Cristo
como hombre; Él es el Padre de Cristo cuando se le considera como el Hijo de Su
amor. En el primer carácter, la naturaleza de Dios es revelada; en el segundo,
vemos la íntima relación que disfrutamos con Aquel que tiene este carácter de
Padre, y esto según la excelencia de la relación propia de Cristo con Él. Es
esta relación con el Padre, así como aquella en la cual nosotros estamos con
Cristo, como Su cuerpo y Su novia, la que es la fuente de bendición para los
santos y para la asamblea de Dios, de la cual la gracia nos ha hecho miembros
como un todo.
Capítulo 1
Las bendiciones
de la asamblea y de los santos individualmente
Incluso la forma en que está escrita esta
epístola, muestra de qué forma los pensamientos del apóstol estaban llenos del
sentido de la bendición que pertenece a la asamblea. Después de haber deseado
gracia y paz a los santos y fieles en Éfeso de Dios, el Padre
de los verdaderos cristianos, y de Jesucristo su Señor, él comienza a hablar de
inmediato de las bendiciones de las cuales todos los miembros de Cristo
participan. Su corazón estaba lleno de la inmensidad de la gracia; y nada en
el estado espiritual de los cristianos efesios requirió algún
comentario particular adaptado a dicho estado. Es la cercanía del corazón a
Dios la que produce la sencillez, y la que nos permite disfrutar, en sencillez
de las bendiciones de Dios de la forma que Dios mismo las confiere, tal como
fluyen de Su corazón, en toda la excelencia de ellas - disfrutarlas en relación
con Aquel que las imparte, y no meramente en un modo adaptado al estado de
aquellos a quienes son impartidas; o a través de una comunicación que sólo
revela una parte de estas bendiciones, porque el alma no sería capaz de recibir
más. Efectivamente, cuando estamos cerca de Dios, lo estamos en sencillez, y
toda la extensión de Su gracia y de nuestras bendiciones se despliega de la
forma en que se encuentra en Él.
La proximidad
moral a Dios y la conducta adecuada a ella; el creyente no es abandonado causa
de faltas, sino que la gracia se adapta a nuestras carencias y necesidades
Es
importante notar aquí, de paso, dos cosas: primero, que la proximidad moral a
Dios, y la comunión con Él, son los únicos medios para cualquier crecimiento
verdadero en el conocimiento de Sus modos de obrar y de las bendiciones que Él
imparte a Sus hijos, porque esta es la única posición en la cual los podemos
percibir, o de ser moralmente capaces de hacerlo; y, también, que toda conducta
que no sea apropiada a esta proximidad a Dios, toda liviandad de pensamiento,
la cual Su presencia no admite, nos hace perder estas comunicaciones de parte
de Él y nos hacen incapaces de recibirlas. (Comparen con Juan 14: 21-23). En
segundo lugar, no es que el Señor nos abandona a causa de estas faltas o de
este descuido; Él intercede por nosotros, y nosotros experimentamos Su gracia,
pero esto ya no es más comunión o progreso inteligente en las riquezas de la
revelación de Sí mismo, de la plenitud que hay en Cristo. Esto es
gracia adaptada a nuestras carencias, una respuesta a nuestra miseria. Jesús
nos extiende Su mano según la necesidad que sentimos - necesidad producida en
nuestros corazones por la operación del Espíritu Santo. Esto es gracia
infinitamente preciosa, una dulce experiencia de Su fidelidad y amor:
aprendemos, por medio de esto, a discernir el bien y el mal juzgando el yo,
pero la gracia se tuvo que adaptar a nuestras carencias, y recibir un carácter
de acuerdo a aquellas carencias, como respuesta a ellas; hemos tenido que pensar
en nosotros mismos.
Restaurar la
gracia no es comunión; la fuente positiva de gozo eterno
En
un caso como este, el Espíritu Santo hace que nos ocupemos de nosotros mismos
(por gracia, sin duda), y cuando hemos perdido la comunión con Dios, no podemos
descuidar este regreso hacia nosotros mismos sin engañarnos y endurecernos a
nosotros mismos. ¡Es lamentable! las relaciones de muchas almas con Cristo
apenas van más allá de este carácter. Es demasiado común a todos. En una
palabra, cuando esto sucede, habiendo sido admitido el pensamiento de pecado en
el corazón, para que nuestras relaciones con el Señor sean verdaderas, esto
debe ser en el terreno de esta triste admisión del pecado (por lo menos en pensamiento).
Es solamente la gracia la que nos permite tener que ver de nuevo con Dios. El
hecho de que Él nos restaura realza Su gracia ante nuestros ojos; pero esto no
es comunión. Cuando caminamos con Dios, cuando caminamos según el Espíritu sin
contristarle, Él nos mantiene en comunión, en el disfrute de Dios, la fuente
positiva de gozo - de un gozo eterno. Esta es una posición en la que Él puede
ocuparnos - como estando nosotros mismos interesados en todo lo que le interesa
a Él - con todo el desarrollo de Sus consejos, Su gloria y Su bondad, en la
Persona de Jesús el Cristo, Jesús el Hijo de Su amor; y el corazón es ensanchado
en la medida de los objetos que lo ocupan. Esta es nuestra condición espiritual
normal. En lo general, este era el caso de los Efesios.
El don especial
de Pablo; el secreto de la bendición de la asamblea; en Cristo y en Sus relaciones
con Dios, en los lugares celestiales
Ya
hemos comentado que Pablo había sido especialmente dotado por Dios para comunicar
Sus consejos y Sus modos de obrar en Cristo; así como Juan lo fue para dar a
conocer Su carácter y Su vida tal como fue manifestada en Jesús. El resultado
de este don particular en nuestro apóstol se encuentra naturalmente en la
epístola que estamos considerando. No obstante, estando nosotros en Cristo,
encontramos en ella un desarrollo notable de nuestras relaciones con Dios, de
la intimidad de esas relaciones, y del efecto de esa intimidad. Cristo es el
fundamento sobre el cual son edificadas nuestras bendiciones. La forma en que
las disfrutamos es estando en Él. Así, nosotros llegamos a ser el objeto real y
presente del favor de Dios el Padre, así como Cristo mismo es el objeto de este
favor. Hemos sido dados a Él por el Padre; Cristo ha muerto por nosotros; nos
ha redimido, lavado y vivificado, y nos presenta, según la eficacia de Su obra
y según la aceptación de Su Persona, ante Dios, Su Padre. El secreto de toda la
bendición de la asamblea es que es bendecida con Jesús mismo, y por eso - así
como Él, visto como hombre - ella es aceptada ante Dios, porque la asamblea es
Su cuerpo, y disfruta en Él, y por Él, de todo lo que Su Padre le ha conferido.
El Cristiano es amado individualmente, tal como Cristo fue amado en la tierra;
de aquí en adelante él participará de la gloria de Cristo ante los ojos del
mundo, como una prueba de que él fue amado así, en relación con el nombre del
Padre, lo cual Dios sostiene con respecto a esto (Juan 17: 23-26). Por eso
nosotros vemos en esta epístola, en general, al creyente en Cristo, no a Cristo
en el creyente, aunque eso ciertamente es verdadero. La epístola nos conduce a
los privilegios del creyente y de la asamblea, más que a la plenitud de Cristo
mismo, y hallamos más el contraste entre esta nueva posición con lo que éramos
siendo parte del mundo, que el desarrollo de la vida de Cristo: esto se
encuentra más ampliamente en la Epístola a los Colosenses, la cual se ocupa más
de Cristo en nosotros. Pero esta epístola que estamos comentando, colocándonos
en la relación de Cristo con Dios y el Padre y sentados en lugares celestiales,
da el carácter más alto de nuestro testimonio aquí.
Las dos
relaciones de Cristo con Dios, Su Padre
Versículo
3. Ahora bien, Cristo está en dos relaciones con Dios, Su Padre. Una es que Él
es un hombre perfecto ante Su Dios; la otra es que Él es un Hijo con Su Padre.
Nosotros hemos de compartir ambas relaciones. Esto lo anunció Él a Sus
discípulos antes de que regresara al cielo: es revelado en todo su alcance por
las palabras que Él habló: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y
a vuestro Dios." (Juan. 20:17) Esta preciosa - esta inapreciable verdad,
es el fundamento de la enseñanza del apóstol en este lugar. Él considera a Dios
en este doble aspecto, como el Dios de nuestro Señor Jesucristo, y como el
Padre de nuestro Señor Jesucristo; y nuestras bendiciones están en relación con
estos dos títulos.
Los modos de
obrar de Dios, pensamientos y consejos considerados aquí
Pero
antes de procurar presentar en forma detallada los pensamientos del apóstol,
notemos que él comienza aquí enteramente con Dios, con Sus pensamientos y Sus
consejos, no con lo que el hombre es. Podemos asirnos de la verdad, por decirlo
así, por uno u otro de estos dos fines - por el de la condición del pecador en
relación con la responsabilidad del hombre, o por el de los pensamientos y consejos
eternos de Dios en vista de Su propia gloria. Este último es ese aspecto de la
verdad al cual el Espíritu nos hace mirar aquí. Incluso la redención, tan
gloriosa como es en sí misma, es consignada al segundo lugar, como medio por el
cual disfrutamos el efecto de los consejos de Dios.
Era
necesario que los modos de obrar de Dios hubieran de ser considerados en este aspecto,
es decir, Sus propios pensamientos, no meramente los medios por los que es
traído el hombre al gozo del fruto de ellos. Es la epístola a los Efesios la
que nos los presenta así; al igual que la escrita a los romanos, la cual
después de decir qué es la bondad de Dios, comienza con el estado del hombre,
demostrando la maldad y presentando a la gracia como lo que la enfrenta y lo
liberta de ella.
Resumen del
capítulo 1
"El
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él."(Efesios 1:
3, 4a) El capítulo 1 despliega estas bendiciones (versículos 4 al 7), y los
medios por los cuales son compartidas; en los versículos 8-10, leemos acerca
del propósito establecido por Dios para la gloria de Cristo, en Quien poseemos
estas bendiciones. Luego, los versículos 11-14, ponen ante nosotros la
herencia, y el Espíritu Santo dado como un sello a nuestras personas, y como
las arras de nuestra herencia. Sigue, entonces, a continuación, una oración en
la que el apóstol pide que sus amados hijos en la fe (incluyéndonos a nosotros
mismos) digamos que podemos conocer nuestros privilegios y el poder por el que
hemos sido traídos a ellos, el mismo poder que levantó a Cristo de entre los
muertos y lo colocó a la diestra de Dios para poseerlos, como Cabeza de la asamblea,
la cual es Su cuerpo, la cual será establecida con Él sobre todas las cosas
creadas por su Cabeza como Dios y que Él heredará como hombre, llenando todas
las cosas con Su gloria divina y redentora. En pocas palabras, primero tenemos
el llamamiento de Dios, lo que los santos son ante Él en Cristo; luego,
habiendo declarado el pleno propósito de Dios con respecto a Cristo, la
herencia de Dios en los santos; tenemos entonces la oración pidiendo que podamos
saber estas dos cosas, y el poder por el cual somos traídos a ellas y a
disfrutar de ellas.
"Toda
bendición espiritual"; el carácter, el alcance, el origen y la medida de
ellas
Pero
debemos examinar estas cosas más detalladamente. Hemos visto el establecimiento
de las dos relaciones entre el hombre y Dios - relaciones en las que Cristo
mismo está. Él subió a Su Dios y a nuestro Dios, a Su Padre y a nuestro Padre.
Compartimos con Él todas las bendiciones que emanan de estas dos relaciones. Él
nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales; no falta ninguna. Y
ellas son del orden más alto; no son temporales, como eran las de los judíos.
Es en la capacidad más exaltada del hombre renovado que disfrutamos de estas
bendiciones: y son adaptadas a esa capacidad, son espirituales. Estas bendiciones
están también en la más alta esfera: no están en Canaán o la tierra de
Emmanuel. Estas bendiciones se nos otorgan "en los lugares celestiales";
se nos otorgan de la manera más excelente - una manera que no da lugar a ninguna
comparación - están en Cristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos
ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales
en Cristo. Pero esto emana del corazón de Dios mismo, desde un pensamiento más
allá de las circunstancias en que Él nos encuentra en el tiempo. Este era
nuestro lugar en Su corazón, "antes de la fundación del mundo." Él se
propuso darnos un lugar en Cristo. Él "nos escogió en Él."
¡Qué
bendición, qué fuente de gozo, qué gracia, el hecho de ser así los objetos del favor
de Dios, según Su amor soberano! Si lo midiéramos, es por Cristo por quien
debemos procurar hacerlo; o, por lo menos, es así que debemos sentir lo que
este amor es. Nótese especialmente aquí la manera en que el Espíritu Santo lo
mantiene continuamente ante nuestros ojos, que todo está en Cristo - en los lugares
celestiales en Cristo - Él nos había elegido "en Él" - para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo - hechos "aceptos en el
Amado." Este es uno de los principios fundamentales de la instrucción del
Espíritu en este lugar. El otro es que la bendición tiene su fuente en Dios
mismo. Él es su fuente y autor. Su propio corazón, si podemos expresarlo así, y
Su propia mente, son su fuente y medida. Por lo tanto es solamente en Cristo
que podemos tener cualquier medida de aquello que no puede ser medido. Porque
Él es, completa y adecuadamente, el deleite de Dios. El corazón de Dios
encuentra en Él un objeto suficiente para expresarse sin restricción
enteramente a sí mismo, hacia el cual Su amor infinito puede ejercerse
completamente.
La
bendición, entonces, proviene de Dios; pero además está con Él mismo y ante Él,
para gratificarse a Sí mismo, para satisfacer Su amor. Es Él quien nos ha
elegido, es Él quien nos ha predestinado, es Él quien nos ha bendecido; pero es
para que podamos estar ante Él, y ser adoptados como hijos Suyos. Así es la gracia
en estos grandes fundamentos. Esto es, por consiguiente, lo que la gracia se
complació en hacer por nosotros.
Escogidos en
Cristo, en los consejos de Dios, antes de que el mundo existiera; la responsabilidad
del hombre desde la creación de Adán hasta la cruz
Pero
hay otra cosa que debemos notar aquí. Somos escogidos en Él antes de la fundación
del mundo (Efesios 1:4). Ahora bien, esta expresión no es simplemente la de la
soberanía de Dios. Si Dios escogiera a algunos ahora, sería tan soberano como
si lo hubiera hecho antes de la fundación del mundo: pero esto muestra que
nosotros pertenecemos, en los consejos de Dios, a un sistema establecido por Él
en Cristo antes de que el mundo existiera, un sistema que no es del mundo
cuando este ya existe, y que es un sistema que existirá después de que la forma
de este mundo haya pasado. Este es un aspecto muy importante del sistema Cristiano.
La responsabilidad entró (para el hombre por supuesto) con la creación de Adán
en este mundo. Nuestro lugar nos fue dado en Cristo antes de que el mundo
existiese. El desarrollo de todos los caracteres de esta responsabilidad
continuó hasta la cruz y terminaron allí; este es el desarrollo de los
caracteres de la responsabilidad del hombre: primero inocente, luego un pecador
sin ley, después un pecador bajo la ley, y, cuando fue culpable en todo, vino
la gracia - Dios mismo viene al mundo de pecadores en su bondad y encuentra
odio a cambio de Su amor. El mundo quedó juzgado y los hombres perdidos, y esto
lo aprende ahora el individuo con respecto a sí mismo. Pero entonces la
redención fue consumada, y el pleno consejo y propósito de Dios en la nueva creación
en Cristo resucitado fueron revelados, el último Adán, "el misterio, que
por todos los siglos ha estado encubierto" (Efesios 3:9 -
VM), mientras la responsabilidad del primer hombre estaba siendo
probada. Comparen con 2 Timoteo 1: 9-11; Tito 1: 2, donde vemos esta verdad
presentada de una manera muy clara.
La
responsabilidad y la gracia reconciliadas solamente en Cristo
Esta
responsabilidad y la gracia no pueden ser realmente reconciliadas sino sólo en
Cristo. Los dos principios estaban en los dos árboles del jardín del Edén;
luego la promesa a Abraham incondicionalmente, para que pudiésemos comprender
que la bendición era por pura gracia; después, la ley presentó nuevamente a
ambos [principios] juntos, pero presentó la vida como consecuencia de la responsabilidad.
Cristo vino, Él es la vida, tomó sobre Sí mismo, por todos los que creen en Él,
la consecuencia de la responsabilidad, y vino a ser, como el Hijo divino y
también como Cabeza resucitada de entre los muertos, la fuente de vida,
habiendo sido quitado nuestro pecado; y aquí, como resucitados con Él, no
solamente hemos recibido la vida, sino que estamos en una nueva posición
habiendo sido resucitados con Él de la muerte, y tenemos una porción según los
consejos que establecieron todo en Él antes de que el mundo existiera, y son
establecidos según la justicia y la redención, como una nueva creación, de la
que el Segundo Hombre es la cabeza. El capítulo siguiente explicará cómo fuimos
sacados a este lugar.
Nuestras
bendiciones relacionadas con los dos caracteres en que Dios se ha revelado a Sí
mismo.
Hemos
dicho que Dios se revela a Sí mismo en dos caracteres, incluso en Su relación
con Cristo; Él es Dios, y Él es Padre. Y nuestras bendiciones están
relacionadas con esto; es decir, con Su naturaleza perfecta como Dios, y con la
intimidad de la relación positiva con Él como Padre. El apóstol no aborda aún
el asunto de la herencia, ni de los consejos de Dios, con respecto a la gloria
de la cual Cristo ha de ser el centro como un todo; sino que él habla de
nuestra relación con Dios, de lo que somos con Dios y ante Él, y no de nuestra
herencia - de lo que Él nos ha hecho ser, y no de lo que Él nos ha dado. En los
versículos 4-6, se explica nuestra porción en Cristo ante Dios. El versículo 4 está
subordinado al nombre de Dios; el versículo 5, al nombre de Padre.
El carácter de
Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos; semejantes a Dios en Su
naturaleza y capaces de disfrutarlo en Cristo
El
carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos (v. 4). Dios
podía encontrar Su delicia moral únicamente en Sí mismo y en lo que moralmente
es semejante a Él. Este es realmente un principio universal. Un hombre honrado
no puede encontrar ninguna satisfacción en uno que no se le parece respecto a
esto. Con mayor razón aún Dios no podría soportar lo que está en oposición con
Su santidad, puesto que, en la actividad de Su naturaleza, Él debe rodearse con
lo que Él ama y de lo que se deleita. Pero, antes de todo, Cristo es esto en Sí
mismo. Él es personalmente la imagen del Dios invisible. El amor, la santidad,
la perfección intachable en todas Sus formas, están unidas a Él. Y Dios nos ha
elegido en Él. En el versículo 4 encontramos nuestra posición con respecto a
esto. Primeramente, estamos ante Él: Él nos trae a Su presencia. El
amor de Dios tiene que hacer esto para satisfacerse a sí mismo. El amor que
está en nosotros también debe ser hallado en esta posición para tener su objeto
perfecto. Es allí únicamente donde se puede encontrar la felicidad perfecta.
Pero siendo esto así, es necesario que seamos semejantes a Dios. Él no nos
podría traer a Su presencia para deleitarse en nosotros y no obstante
admitirnos allí sin que Él encuentre deleite en nosotros. Por eso, Él nos escogió
en Cristo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor. Él
mismo es santo en Su carácter, intachable en todos Sus modos de obrar, Su
naturaleza es amor. Es una posición de felicidad perfecta - en la presencia de
Dios, semejante a Él; y eso, en Cristo, el objeto y la medida de afecto divino.
Así Dios se complace en nosotros; y nosotros, poseyendo una naturaleza
semejante a la de Él con respecto a sus cualidades morales, somos capaces de
disfrutar de esta naturaleza completamente y sin estorbo, y de disfrutarla en
su perfección en Él. Es también Su propia elección, Su propio afecto, que nos
ha puesto allí, y nos ha puesto allí en Cristo quien, siendo Su eterno deleite,
es digno de todo esto; para que el corazón encuentre su reposo en esta posición,
porque nuestra naturaleza concuerda con la de Dios, y también fuimos escogidos
para esto, lo que muestra el afecto personal que Dios tiene para con nosotros.
Hay también un objetivo perfecto y supremo del cual nos ocupamos.