viernes, 2 de enero de 2015

Meditación.

“Justo parece el primero que aboga por su causa; pero viene su adversario, y le descubre”  (Proverbios 18:17).


La primera parte de este versículo señala una debilidad que nos es común a todos; invariablemente presentamos la evidencia de manera que nosotros quedemos lo mejor posible. Es una tendencia muy natural. Por ejemplo, ocultamos aquello que podría dañarnos y nos concentramos en lo que nos favorece. Nos comparamos con aquellos cuyas debilidades son más obvias. Culpamos de nuestras acciones a los demás y a las acciones que son patentemente erróneas les atribuimos motivos piadosos. Torcemos y distorsionamos los hechos hasta que pierden todo parecido a la realidad. Utilizamos palabras coloreadas de emoción para pintar un cuadro más favorable.
Adán culpó a Eva: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). Eva culpó al Diablo: “La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3:13).
Saúl defendió su desobediencia al perdonar las ovejas y los bueyes de los amalecitas adjudicándole un motivo piadoso: “El pueblo tomó del botín... para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios” (1 Samuel 15:21). Sin duda también sugirió que alguien tenía la culpa, el pueblo y él.
David mintió a Ahimelec para conseguir armas, diciendo: “La orden del rey era apremiante” (1Samuel 21:8). En realidad David no estaba en los negocios del rey; estaba huyendo del rey Saúl. La mujer en el pozo ocultó la verdad: “No tengo marido” (Juan 4:17). En realidad había tenido cinco, y ahora vivía con un hombre con quien no se había casado.
¡Y así sucesivamente! A causa de nuestra naturaleza caída que heredamos de Adán, es difícil ser completamente objetivos al presentar nuestra versión de un asunto. Nuestra tendencia es mostrar nuestro mejor lado a los demás. Somos condescendientes con nuestros propios pecados mientras que los condenaríamos vigorosamente si otro se atreviera a cometerlos.
“Justo parece el primero que aboga por su causa; pero viene su adversario, y le descubre”, es decir, cuando su adversario tiene la oportunidad de testificar, presenta con más precisión los hechos. Expone todos los sutiles intentos de encubrimiento y vindicación propia, contando la historia sin distorsión.

A fin de cuentas Dios nos conoce profundamente; y trae a la luz las cosas escondidas de las tinieblas y revela los pensamientos e intenciones del corazón. Él es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Si queremos andar con él en franca y sincera comunión, debemos ser honestos y honrados en todo nuestro testimonio, aun si esto resulta en nuestro propio daño.

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