viernes, 2 de enero de 2015

EL PELIGRO de lo Grande

Usamos este título en el sentido de lo que parece grande en los ojos del hombre natural, cuando empieza a pen­sar que él tiene importancia y está in­clinado a confiar en sí mismo.
De Uzías, rey de Judá, leemos que se activó en el fortalecimiento de su reino y fue prosperado en gran mane­ra "hasta hacerse fuerte. Más cuando fue fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse" (2 Crónicas. 26:15, 16), y se aventuró en el templo para unir el oficio de sacerdote con el de rey: el or­gullo se apodero de él, y Dios le hirió de lepra. La prosperidad constituye una prueba de carácter más fuerte que la adversidad.
Otro caso es el de Ezequías, el que había tenido experiencia maravillosa de la intervención divina a favor del rei­no de Judá, y después en su enferme­dad física, curándole Dios en contesta­ción a su oración. Parece que el rey se dejó vencer por la soberbia, e hizo os­tentación de su poder y riquezas ante los embajadores de Babilonia. (2 Reyes 20:13 y 2 Crónicas. 32:25.) Es con alivio que después leemos de su humillación delante de Dios, y la consiguiente res­tauración de su alma al Señor. ¡Qué peligroso es el engreimiento! ¡Cuánto daño produce! Esto se puede ver tam­bién en la experiencia del apóstol Pablo en 2 Corintios 12:7-10. Habiendo reci­bido semejantes revelaciones en su tras­lado "hasta el tercer cielo", había peli­gro de altivez de espíritu. El Señor en su misericordia permitió una debilidad física para que el gran apóstol no se levantara descomedidamente, y llegó a la condición de ánimo en que podía gloriarse más bien en sus flaquezas, "porque habite en mí —decía— la po­tencia de Cristo". Y ¡cuánto ha ganado la iglesia porque el apóstol fue mante­nido en humildad para que el Señor le usara!
Podemos ver asentado el mismo principio en Jueces 7:2 "El pueblo que está contigo es mucho... porque no se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado". El gran ejército de 32.000 hombres tiene que reducirse a un grupo de 300, porque en estas con­diciones no hay lugar para la jactancia del hombre. Su imaginada fortaleza es un peligro. Y el jefe, Gedeón, es el me­nor de la casa de su padre y miembro de la mitad de una tribu: éste es el ins­trumento de que Dios se puede valer para derrotar al enemigo.
La imagen que se describe en Da­niel 2, ¡qué grande e imponente es! El poderío del imperio humano parece in­vencible. Pero una piedra "cortada sin manos" cae sobre los pies de la imagen, y todo se reduce a un montón de escom­bros que el viento lleva como tamo. Y este es el propósito fundamental de Dios, como se lee varias veces en Isaías: "La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová sólo será en­salzado en aquel día". (Isaías 2:11.)
Y todavía los hombres se empeñan en formar algo grandioso y poderoso: Las Naciones Unidas; La Unión Sovié­tica; El Concilio Mundial de las Igle­sias; y otras cosas por ti estilo que con­tribuyen a glorificar a la humanidad: todo esto está en boga en el día de hoy, Hacernos bien en alejarnos de tales en­tidades y seguir adelante en quietud, pero con tesón, procurando conocer ca­da vez más de la voluntad de Dios para ponerla por obra.

Sendas de Vida 1977.

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