Jesús el Mesías
Su Ministerio Presente de Cristo[1]
a) Cristo está edificando su iglesia
Formación del cuerpo. 1 Corintios
12:13 indica que el Espíritu Santo está formando a la iglesia, el cuerpo de
Cristo; no obstante, Cristo, como cabeza de la iglesia la guía y la controla.
Hechos 2:47 indica que Cristo es Aquel que produce el crecimiento de ella. Tal
cosa es consistente con Hechos 1:1, donde Lucas indica que el Evangelio por él
escrito describe la obra que Jesús comenzó, lo cual sugiere que Él
hoy continúa su obra de edificación de la iglesia.
Dirección del cuerpo. Cristo no
es sólo la cabeza del cuerpo, sino que también lo dirige (Col. 1:18), le da
dirección y gobierna sobre él soberanamente (Ef. 5:23-24). Igual que la cabeza
humana le da dirección a todo el cuerpo físico, así Cristo, como cabeza de la
iglesia, la dirige a través de la Palabra de Dios (Ef. 5:26).
Alimentación del cuerpo. Cristo
sustenta a la iglesia, tal como un individuo alimenta su cuerpo humano; Él es
el medio para alimentarla hasta alcanzar la madurez (Ef. 5:29-30). La obra
presente de Cristo es llevar el cuerpo hacia la madurez.
Purificación del cuerpo. Cristo
participa en la purificación del cuerpo. Induce la santificación del creyente
(Ef. 5:25-27). Ello denótala santificación progresiva con la cual Cristo
purifica a la iglesia.
Entrega
de dones al cuerpo. Cristo es la fuente de los dones
espirituales; el Espíritu Santo los administra (Ef. 4:8, 11-13). Los dones se
entregan con el propósito de edificar a toda la iglesia y así hacerla crecer.
Efesios 4:11-13 indica que los dones se entregan para llevar al cuerpo de
Cristo, la iglesia, hacia la madurez.
b) Cristo está orando por los creyentes.
La intercesión de Cristo asegura nuestra
salvación. El creyente sólo podría perder su salvación si Cristo no fuera efectivo en
su rol de mediador (Ro. 8:34; He. 7:25). La intercesión de Cristo involucra (1)
su presencia ante el Padre; (2) su palabra hablada (Lc. 22:32; Jn. 17:6-26); 3)
su Intercesión continua (note el tiempo presente en los verbos).
La intercesión de Cristo restaura la
comunión que se rompió con el pecado. A Cristo se
le llama “Abogado” de los creyentes (gr., parakletos), cuyo
significado es “abogado defensor” (1 Jn. 2:1). “En la literatura rabínica la
palabra podría indicar a aquel que ofrece ayuda legal o quien intercede a favor
de alguien más... Indudablemente, la palabra significaba abogado” o “abogado
defensor” en un contexto legal”.
Cristo nos está preparando un domicilio
celestial (Jn. 14:1-3). Cristo, en la gloria, está preparando muchas
viviendas en el hogar del Padre. El retrato es el de un padre oriental rico que
añade cuartos en su casa grande para acomodar a los hijos casados. Hay
habitaciones para todos ellos.
Cristo está produciendo fruto en las vidas
de los creyentes (Jn. 15:1-7). Como el
pámpano está pegado a la vid y extrae su vida y alimento de ella para
mantenerse vivo y producir fruto, así también el creyente se injerta en unión
espiritual con Cristo para obtener alimento espiritual de Él. Todo ello da como
resultado el fruto espiritual.
c) Obra futura de Cristo.
La esperanza
que se exhibe en las Escrituras es la de restaurar finalmente todas las cosas
bajo el Mesías. Por un lado, su venida cumplirá la esperanza gloriosa de la
iglesia, un evento de resurrección y reunión (1 Co. 15:51-58; 1 Ts. 4:13-18;
Tit. 2:13); por otro lado, su venida será de juicio sobre las naciones
incrédulas y Satanás (Ap. 19:11-21), de rescate para su pueblo Israel y de
inauguración del reino milenario (Mi. 5:4; Zac. 9:10).
5. Conclusión.
Podríamos estar llenando páginas y páginas sobre este tema, y el tema no
se agotaría, y nosotros tan sólo hemos dado un pequeño esbozo, una muy pequeña
pincelada, de la magnificencia de nuestro Señor. Esperamos que cada creyente
pueda seguir estudiando, profundizando, y conociendo más al Señor en sus
oficios.
Usando las palabras del escritor anteriormente citado, decimos que: “… podemos
notar que los tres oficios de Jesús, coinciden, se sobreponen y se confunden en
el oficio de Abogado. En Profeta que da a conocer la voluntad de Dios a los
hombres, el Sacerdote divinamente comisionado para negociar con Dios a favor
del hombre, y Él es el Rey cuyo poder es ilimitado y a cuya voluntad no puede
haber oposición”.[2]
Complementamos lo anterior con las
palabras que escribió el teólogo Eric Sauer, en su obra el Triunfo del Crucificado, que concluye de esta forma su análisis de
estos oficios que hemos estudiado:
«De
esta ruina total el hombre se salva por la victoriosa obra de Cristo en los
tres aspectos que hemos venido considerando.
Como Profeta hace resplandecer la luz del
conocimiento de Dios que libra el entendimiento del hombre de la oscuridad del
pecado, estableciendo de este modo un reino de paz y de gozo en el interior del
hombre redimido.
Como Sacerdote presenta el sacrificio y anula la
culpabilidad, aliviando así la conciencia (con los sentimientos asociados con
ella) de la carga abrumadora de la tristeza. El creyente pasa de este modo a
una esfera de paz y de gozo.
Como Rey dirige
la voluntad de los redimidos, guiándola por senderos de santidad, fundando un
reino de amor y de justicia en el corazón.
Así es que su título de "Cristo", el Ungido, al abarcar estos tres
aspectos de la salvación, llega a ser la revelación y la explicación de su
nombre "Jesús", el Salvador. El ejercicio de su triple cargo libra al
hombre de la esclavitud del pecado con respecto a las tres potencias de su ser
—el entendimiento, los sentimientos y la voluntad— introduciéndole en la esfera
de una salvación plena, libre y completa, que no puede ser más cabal de lo que
en realidad ha llegado a ser. La triple miseria de la oscuridad, la desdicha y
la pecaminosidad ha sido vencida por una triple salvación portadora de la iluminación,
la felicidad y la santidad al alma redimida, sin que su triple carácter mengüe
su unidad orgánica. Notemos cómo la espiritualidad de Colosenses 3:10, la
radiante felicidad de 2 Corintios 3:18 y la santidad de Dios que se expone en
Efesios 4:24, brillan de nuevo en la criatura que fue hecha a la imagen de
Dios. »
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