viernes, 2 de junio de 2017

"LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS"

"LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS"
(Mateo 16:19)

Pregunta: ¿Qué quiere decir el Señor cuando le declara a Pedro: "Te daré las llaves del reino de los cielos"? (Mateo 16:19).

Respuesta: Antes de contestar esta pregunta, creemos necesario hacer algunas observaciones sobre las expresiones "reino de los cielos" y "reino de Dios". El término "reino de los cielos" se halla exclusivamente en el evangelio según Mateo, el cual nos presenta mayormente al Señor como el Mesías, Cristo, y el reino como siendo un acontecimiento futuro, venidero. El motivo de ello es que "el reino de Dios" se hallaba for­zosamente sobre la tierra cuando el Hijo de Dios andaba en ella, es decir cuando Dios mismo estaba entre los hombres: y es evidente que el Reino no podía ser "el reino de los cielos" antes del rechazamiento y de la ascensión del Señor, pues, considerado como un hecho o estado de cosas, el "reino de los cielos" fue introducido en este mundo so­lamente después de la ascensión del Señor; es la presentación, el des­pliegue del reino de Dios bajo su carácter celestial, como consecuencia del rechazamiento del rey por Israel y por el mundo. Desaparecen las dificultades si comprendemos bien esta distinción, y vemos el porqué, por ejemplo, el Señor no dice en Mateo 12:28: "ha llegado a vosotros el reino de los cielos", sino "ha llegado el reino de Dios", como tam­bién en Mateo 21:43 dice "el reino de Dios será quitado de vosotros". Mientras el reino de Dios estaba con ellos, en la persona del Señor, po­día serles quitado, mas no existía aún como reino de los cielos.
Las llaves tipifican la autoridad para abrir las puertas del reino. Pedro las abrió predicando la Palabra primero a los judíos, el día de Pentecostés (Hechos 2), y luego a los Gentiles en casa de Cornelio (He­chos 10).
El Señor le había dicho a Simón Pedro: "sobre esta roca edificaré mi iglesia… Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos." (Mateo 16: 18-19). No le dijo que le daría las llaves "del cielo", o "de la casa de Dios", o de "la Iglesia", sino las llaves "del reino de los cielos". Hemos de distinguir entre los cielos y el reino de los cielos, pues son expresiones muy distintas. Las llaves del reino de los cielos le fueron dadas a Pedro para que abriera las puertas del mismo; no hay necesidad de decir que Pedro no había recibido el poder de abrir el cielo a nadie. La misión que le fue confiada era para la tierra, y vemos cómo la realiza en el libro de los Hechos. En el cap. 2 del libro de los Hechos, Pedro abre la puerta a los Judíos, quienes, por haber rechazado a su Mesías, se hallaban destituidos de sus derechos al Reino. En el capítulo 10 del mismo libro, Pedro introduce a los Gentiles o na­ciones en la persona de Cornelio, de sus parientes y amigos. De modo que el Señor le había dado dos llaves: una para Israel y otra para las naciones, y Pedro hace uso de ellas.
En un sentido, la segunda parte del versículo 19 de Mateo 16 ("y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos"), no se relaciona con la primera, e introduce un pensamiento completamente nuevo. Las llaves sirven para abrir o cerrar, pero no atan, ni desatan, ni sirven para edificar la asamblea. El mundo cristiano habla de las llaves de San Pedro, del poder de las llaves, pero la Palabra de Dios no dice tal cosa. Es verdad que la segunda parte de este versículo 19 implica el poder o la autoridad, pero es en relación con la administración del Reino sobre la tierra. Tenemos de ello un solemne ejemplo en el caso de Ananías y Safira en el capítulo 5 de los Hechos. En virtud de la auto­ridad que le fue conferida, el apóstol ata sobre aquel desgraciado ma­trimonio el pecado que ambos cometieron y la intervención de Pedro es inmediatamente ratificada en el cielo: uno y otro, murieron.
Esta autoridad fue conferida a la Asamblea, a los 'dos o tres reu­nidos al Nombre del Señor' (Mateo 18:18). Aquellos dos o tres, "reunidos... con el poder de nuestro Señor Jesucristo", tienen autoridad para atar y desatar, y su acción, que, sin embargo, tiene autoridad solamente para la tierra, es ratificada en el cielo. La asamblea tiene la responsabilidad de 'quitar al perverso' de en medio de sí misma (1 Corintios 5: 4-13).
Traducido de "Le Messager Evangélique"

Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1960, No. 43.-

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