viernes, 2 de junio de 2017

¿POR QUÉ VOSOTROS NO ME CREÉIS?

¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? (Juan 8:46)



Una multitud caprichosa rodeó el Señor Jesús cuando Él hizo esta pre­gunta. No eran paganos: era un pue­blo religioso con un entendimiento am­plio de la Palabra de Dios; pero no te­nían corazón para Cristo. Él no era meramente un profeta que se paró en medio de ellos. Era el Hijo eterno de Dios que bajó del cielo en gracia con­descendiente. Todos los que le oyeron, a Dios oyeron, y los que creyeron en Él, creyeron en Dios.
Pero los hombres y las mujeres no quieren creer en Dios. La serpiente, el diablo, persuadió a la primera mujer, Eva, que era un guía más seguro que su Creador, y este veneno tan ruinoso está obrando en los corazones de la gente en todas partes hasta hoy día. Líderes religiosos ganan los oídos de las multitudes; sus palabras son creí­das sin vacilación, aun cuando enseñan las herejías más destructivas. Las mul­titudes que prestan atención a los me­dios espiritistas aumentan continua­mente, pero los que creen en Dios — NO.
¡Qué locura tan espantosa! ¿Por qué no acercarnos a la Palabra de Dios con la oración sencilla, "Habla, Jehová, que tu siervo oye" (1 Samuel 3:9)? En ella encontramos LA VERDAD, aunque sea desagradable a la carne orgullosa que se le diga que es corrompi­da en extremo, que un nacimiento to­talmente nuevo es necesario; y que so­lamente por fe en el Señor Jesús y Su preciosa sangre se puede escapar de la condenación del infierno. Igual a unos necios de antaño, no les gusta "lo rec­to", sino prefieren "cosas halagüeñas" y "mentiras" —véase Isaías 30:9, 10.
La pregunta tan penetrante de nuestro Señor en Juan 8:46 dice así, "Pues si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? Lector, escudriñe su corazón, le rogamos: y vea qué respuesta puede dar a esta pregunta tan clara.

Senda de Luz, 1976

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