18. Ester, de huérfana a reina
En el libro de Ester (como en la profecía de Malaquías)
tenemos el relato de un episodio en la historia de aquellos judíos que se quedaron
atrás cuando otros volvieron del destierro en Babilonia en los tiempos de
Esdras y Nehemías. Es un episodio que muestra por un lado cuán alejado de Dios
se encontraba aquel pueblo y, por otro lado, cuánto cuidado tuvo Dios para con
ellos, no obstante su incumplimiento.
El Asuero del libro de Ester parece haber sido el Darío
del libro de Daniel; parece haber sido hijo del rey. Era un dictador medo del
imperio medopersa. (Nabucodonosor fue quien llevó el remanente de los judíos al
cautiverio y Ciro, un persa, quien permitió que algunos volvieran a Jerusalén
setenta años después. La Biblia no revela por qué Mardoqueo, Daniel y otros no
regresaron con el grupo restaurado).
Dios hace fracasar todos los planes que Amán había tramado
para destruir a los judíos. A la vez El se mantiene escondido de ellos a tal
extremo que ni una sola vez aparece su nombre en todo el relato, ni tampoco se
lee de oración de parte de ellos ni alabanza una vez liberados de sus enemigos.
A lo mejor ellos sí oraron en la ocasión de los lamentos de 4.1 al 6, y a lo
mejor sí ofrecieron hacimientos de gracias con el regocijo de 9.18,19. Pero
Dios no reconoció ni una ni otra cosa de un pueblo que se conformó con quedarse
en el ambiente babilónico.
Fue la influencia de Mardoqueo sobre Ester que le impulsó
a apelar ante Asuero, con el resultado que se derrotó el vil complot.
Vamos ahora a la historia de Ester. El versículo clave en
cuanto a ella es Ester 5.14: “¿Quién sabe si para esta hora has llegado al
reino?” Para entender la situación tan anormal en que ella se encontró al
comienzo del capítulo 2, sujeta a un rey impío, uno tiene que llevar en mente
Salmo 22.28: “De Jehová es el reino, y él regirá las naciones”.
Ella fue criada por su tío Mardoqueo cuando el pueblo de
Israel estaba en cautiverio en Babilonia. Nos dice la Biblia que era de hermosa
figura y de buen parecer. La conducta de Ester tiene para nosotras muchas
lecciones.
Ester era obediente. Había aprendido la obediencia en casa
de Mardoqueo y ésta le sirvió luego para salvarse la vida a ella misma y a todo
el pueblo, obedeciendo ella a Mardoqueo aun cuando fuera reina. La obediencia a
los padres es el primer mandamiento con promesa. Efesios 6.1 al 3 dice: “Hijos,
obedeced en el Señor a vuestros padres, porque es justo. Honra a tu padre y a
tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien y
seas de larga vida sobre la tierra”.
La gracia era característica de Ester. Primero, halló gracia delante de
Hegai, el guarda de las mujeres. Segundo, “ganaba Ester el favor de todos los
que la veían”. Tercero, “halló ella gracia y benevolencia delante del Rey
Asuero”. Santiago nos dice que el Señor da mayor gracia. Por esto dice el que
Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
Ester era valiente sobremanera. Supo resistir a Satanás en
la forma de Amán, quien quería destruir a todos los judíos y así acabar con la
simiente de la mujer que le heriría en la cabeza. Amán era agagueo, o sea,
descendiente de Agag quien siglos antes era rey de los amalecitas. Su odio
hacia Mardoqueo se debía a que ese hombre era judío y para colmo benjamita,
como había sido el rey Saúl. Al hacer frente a Amán y luego pedir que fuese
ahorcado, esta joven estaba haciendo la labor que su pariente antiguo, el rey
Saúl (también de la tribu de Benjamín) había dejado de hacer y por la cual él
fue desechado; 1 Samuel 15. Pablo exhorta a los cristianos en Efeso a “estar
firmes contra las asechanzas del diablo”.
Ester oraba. Sólo al haber pasado tres días en oración y
ayuno, como estaban haciendo todos los judíos, ella se sintió en condiciones de
presentarse delante del rey para rogar por su vida y la de su pueblo. Isaías
nos dice a quién es que oye Dios: “... miraré a aquel que es pobre y humilde en
espíritu y que tiembla a mi palabra”. La misión de Ester era “hacerlo saber al
rey”, 5.14. Ella cumplió con este deber que tal vez parece cosa pequeña pero en
realidad fue sumamente difícil, y de una importancia enorme. Es una lección
para nosotras: “Señor, qué quieres que yo haga?”
Ester fue honrada durante de su vida y lo es hasta el día
de hoy. Los judíos tuvieron paz de sus enemigos; su tristeza se les cambió en
alegría; y el luto en día bueno. Estos son días de banquete y gozo, y para
enviar porciones cada uno a su vecino, y dádiva a los pobres. “Bienaventurados
de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu,
descansarán de sus trabajos, porque sus obras le siguen”.
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