viernes, 2 de junio de 2017

ALGUNAS MUJERES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (XVIII)

18. Ester, de huérfana a reina
En el libro de Ester (como en la profecía de Malaquías) tenemos el relato de un episodio en la historia de aquellos judíos que se quedaron atrás cuando otros volvieron del destierro en Babilonia en los tiempos de Esdras y Nehemías. Es un episodio que muestra por un lado cuán alejado de Dios se encontraba aquel pueblo y, por otro lado, cuánto cuidado tuvo Dios para con ellos, no obstante su incumplimiento.
El Asuero del libro de Ester parece haber sido el Darío del libro de Daniel; parece haber sido hijo del rey. Era un dictador medo del imperio medopersa. (Nabucodonosor fue quien llevó el remanente de los judíos al cautiverio y Ciro, un persa, quien permitió que algunos volvieran a Jerusalén setenta años después. La Biblia no revela por qué Mardoqueo, Daniel y otros no regresaron con el grupo restaurado).
Dios hace fracasar todos los planes que Amán había tramado para destruir a los judíos. A la vez El se mantiene escondido de ellos a tal extremo que ni una sola vez aparece su nombre en todo el relato, ni tampoco se lee de oración de parte de ellos ni alabanza una vez liberados de sus enemigos. A lo mejor ellos sí oraron en la ocasión de los lamentos de 4.1 al 6, y a lo mejor sí ofrecieron hacimientos de gracias con el regocijo de 9.18,19. Pero Dios no reconoció ni una ni otra cosa de un pueblo que se conformó con quedarse en el ambiente babilónico.
Nuestro mayor interés se concentra en dos individuos, Ester y Mardoqueo, y en realidad este último es el protagonista mayor. Su negativa persistente a doblarse ante Amán tuvo por resultado que la enemistad del agagueo contra Israel se encendiera en una llama que hubiera devorado toda la nación de Israel. Fue en Susa, la gran capital de la Persia antigua (Irán en el día de hoy), donde este hombre optó por desobedecer la orden del gran rey. Para colmo, él era un hombre insignificante que pertenecía a un pueblo cautivo. Poco nos sorprende que los siervos del emperador hablaran a susurros entre sí sobre este atrevimiento, cuestionando también al judío acerca de su actitud.
Fue la influencia de Mardoqueo sobre Ester que le impulsó a apelar ante Asuero, con el resultado que se derrotó el vil complot.
Vamos ahora a la historia de Ester. El versículo clave en cuanto a ella es Ester 5.14: “¿Quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” Para entender la situación tan anormal en que ella se encontró al comienzo del capítulo 2, sujeta a un rey impío, uno tiene que llevar en mente Salmo 22.28: “De Jehová es el reino, y él regirá las naciones”.
Ella fue criada por su tío Mardoqueo cuando el pueblo de Israel estaba en cautiverio en Babilonia. Nos dice la Biblia que era de hermosa figura y de buen parecer. La conducta de Ester tiene para nosotras muchas lecciones.
Ester era obediente. Había aprendido la obediencia en casa de Mardoqueo y ésta le sirvió luego para salvarse la vida a ella misma y a todo el pueblo, obedeciendo ella a Mardoqueo aun cuando fuera reina. La obediencia a los padres es el primer mandamiento con promesa. Efesios 6.1 al 3 dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra”.
La gracia era característica de Ester. Primero, halló gracia delante de Hegai, el guarda de las mujeres. Segundo, “ganaba Ester el favor de todos los que la veían”. Tercero, “halló ella gracia y benevolencia delante del Rey Asuero”. Santiago nos dice que el Señor da mayor gracia. Por esto dice el que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
Ester era valiente sobremanera. Supo resistir a Satanás en la forma de Amán, quien quería destruir a todos los judíos y así acabar con la simiente de la mujer que le heriría en la cabeza. Amán era agagueo, o sea, descendiente de Agag quien siglos antes era rey de los amalecitas. Su odio hacia Mardoqueo se debía a que ese hombre era judío y para colmo benjamita, como había sido el rey Saúl. Al hacer frente a Amán y luego pedir que fuese ahorcado, esta joven estaba haciendo la labor que su pariente antiguo, el rey Saúl (también de la tribu de Benjamín) había dejado de hacer y por la cual él fue desechado; 1 Samuel 15. Pablo exhorta a los cristianos en Efeso a “estar firmes contra las asechanzas del diablo”.
Ester oraba. Sólo al haber pasado tres días en oración y ayuno, como estaban haciendo todos los judíos, ella se sintió en condiciones de presentarse delante del rey para rogar por su vida y la de su pueblo. Isaías nos dice a quién es que oye Dios: “... miraré a aquel que es pobre y humilde en espíritu y que tiembla a mi palabra”. La misión de Ester era “hacerlo saber al rey”, 5.14. Ella cumplió con este deber que tal vez parece cosa pequeña pero en realidad fue sumamente difícil, y de una importancia enorme. Es una lección para nosotras: “Señor, qué quieres que yo haga?”

Ester fue honrada durante de su vida y lo es hasta el día de hoy. Los judíos tuvieron paz de sus enemigos; su tristeza se les cambió en alegría; y el luto en día bueno. Estos son días de banquete y gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádiva a los pobres. “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras le siguen”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario