La
criada de Naamán
Las
bandas de Siria habían llevado cautiva a su país a una muchacha judía, la cual
trabajaba como criada en casa del general del ejército de Siria, un hombre de
prestigio pero a la vez un pretensioso idólatra; 2 Reyes capítulo 5. Esta dijo
a su señora: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria [Eliseo] él lo
sanaría de su lepra”. Ahí la historia brevísima de una heroína: era creyente,
prisionera, doméstica, heralda. Siendo hebrea, acostumbrada a que el leproso
fuese excluido de la congregación, para ella sería difícil trabajar en el hogar
de uno que andaba libremente y gozaba de prestigio en la nación.
Habló con gran fe y de una manera
concisa. Su testimonio pondría en acción a ocho personas cuando menos: la
esposa, el enfermo, dos reyes, dos o más siervos del general, el profeta y el
corrompido siervo del profeta. Fue tergiversado por el general y el rey de
Siria; también, el necesitado quiso evitar el remedio prescrito y buscar el
suyo propio. Pero, una vez hecha la obra del Espíritu Santo, el testimonio de
la muchacha tendría por resultado la curación de su amo.
(Tengamos cuidado al decir que Naamán
fue salvo. Por supuesto, salvo es un término que podemos entender de todos
modos sólo a la luz del Evangelio en el Nuevo Testamento. Pero en este caso en
particular, el 5.18 suscita especial duda sobre cuál fue la condición de este
señor a la postre. Con todo, el lavamiento en el río conforme a la palabra del
profeta es una excelente ilustración de ciertas verdades del Evangelio).
Sería
interesante considerar las historias a lo largo de la Biblia donde el
testimonio de una persona, aparentemente no de mucho prestigio en los ojos de
otros, jugó un papel clave en los acontecimientos. (Ejemplos: Éxodo 2.4, Juan
18.17)
Aplican 1 Pedro 1.18 et seq., Efesios
6.5 al 8 y aun Romanos 13.1 al 7. En estos pasajes (en Efesios, a partir del
5.21) se nota que la obediencia a padres, gobernantes, etc. no está en función
de la razón, sabiduría, piedad o justicia que ellos tengan. Es por la posición
que ocupan y la responsabilidad que asumen. El creyente sirve “al Señor y no a
los hombres”, dice Efesios.
Las criadas figuran en otros relatos
interesantes e instructivos: en el libro de Rut y en Éxodo 2:5, 2 Samuel 17.17,
Mateo 26.69. Entre otras cosas, son ¡observadoras! como vemos también en 2
Samuel 6.20, Job 19.15.
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