domingo, 3 de septiembre de 2017

La enfermedad en la Biblia (Parte III)

La salvación ofrecida

La historia del etíope que fue salvo escuchando a Felipe explica el evangelio de Jesús con base en las palabras de Isaías capítulo 53, demuestra que la obra de Cristo, en este tiempo de la gracia, es efectiva para la sanidad espiritual, o la salvación, de los gentiles también.
Aprovecho este momento para recalcar un punto aquí: "Dios quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4), pero esto no quiere decir que todos serán sanos. La salvación del alma y la sanidad del cuerpo son dos cosas diferentes, aunque es obvio que Cristo podía efectuar ambas cosas casi simultáneamente."
El apóstol Pedro demostró esto al decir de creyentes en su día que “habían vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”. ¿Cómo fueron reconciliados? Dice el versículo anterior: “por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24, 25). O sea, Pedro interpretó la palabra “curados” en un sentido espiritual: la muerte vicaria de Cristo resuelve el problema espiritual (distancia debido al pecado) pero no quiere decir que también quita los problemas físicos del hombre en esta vida.
El que escribe fue salvo hace treinta años mientras leía la gran verdad de Isaías 53:5. Entendí que el castigo que me trae la paz fue puesto sobre Cristo cuando él murió por mí en la cruz. La salvación del alma no tiene nada que ver con la salud del cuerpo. Claro, como veremos en un momento, hay enfermedades y problemas físicos que son consecuencia de la vida desordenada que han llevado personas antes de ser salvos y que por el solo hecho de vivir más ordenadamente gozan de mejor salud. Pero el ser salvo no significa que uno no puede enfermarse. Veremos que personas muy espirituales pueden enfermarse como parte de una tremenda prueba que Dios trae a sus vidas con un propósito muy especial.
La salvación que Dios ofrece tiene tres aspectos: (1) Dios salvó (pasado) a la persona de la paga del pecado en el momento que confió en Cristo como Salvador personal (Tito 3:4, Romanos 6:23). (2) Dios está salvando (presente) al creyente día tras día del poder del pecado (1 Corintios 1:18; Romanos 5:10), y (3) Dios salvará (futuro) al creyente de la presencia del pecado en “el día de la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23; Efesios 1:14, 4:30).
Antes del día de la redención de nuestros cuerpos, los creyentes aún somos criaturas mortales. Mientras seamos mortales tendremos cuerpos corruptibles,  y seremos susceptibles a la enfermedad y a la muerte. Cuando venga Cristo por nosotros seremos resucitados y/o transformados, y dice Pablo que “es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1Corintios 15:53). Ya vestidos de incorrupción e inmortalidad jamás volveremos a enfermarnos. A esto se refiere el mismo apóstol al escribir a los romanos que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera”. Es entonces, y sólo entonces, que gozaremos de “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:16-23).
Cristo no conoció corrupción en su cuerpo durante su vida, ni en su muerte tampoco. Después de tres días de muerto su cuerpo no hedía, como en el caso de Lázaro (contrastar Juan 11:39 con Hechos 2:31). Juan y Lucas mencionan que nadie había sido puesto antes en la tumba en que estuvo el cuerpo del Señor. Cristo resucitó por el poder de Dios, no por haber tocado los huesos de alguien más sepultado allí, como fue con el caso del hombre en 2 Reyes 13:21, que resucitó cuando su cuerpo tocó los huesos del profeta Eliseo. La tumba de Cristo, por ser nueva, también eliminó la posibilidad de que “olor a muerto” se atribuyera al hecho de que el cuerpo de Cristo había estado allí. Sólo el cuerpo de Cristo podría yacer tres días en una tumba sin causar mal olor. El cuerpo de toda otra persona, aunque haya logrado vivir sin enfermedad, empezaría a oler mal poco después de morir.

Causas de la enfermedad

La enfermedad en una persona, creyente o incrédula, puede darse como consecuencia general de la presencia del pecado en la raza humana, pero también puede darse en la vida de una persona por razones específicas.
Es un error pensar que toda enfermedad es por influencia satánica, aunque a veces sí lo es. Permítanme unas referencias bíblicas para tratar de catalogar casos de enfermedad en la Biblia. Para efectos de este estudio, “enferme-dad” incluye también toda discapacidad, e incapacidad relacionados con el cuerpo. Seleccionaremos algunos casos, por amor al tiempo.

Veremos que cada caso es único. Algunos padecen enfermedades por pecados específicos, otros padecen enfermedades como consecuencia de los estragos del pecado que ha arruinado a la raza humana, pero que dentro de la santa y soberana voluntad de Dios, puede ser que logren discernir que su sufrimiento es con un propósito divino, sin que el diablo tenga absolutamente nada que ver.

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