La salvación ofrecida
La historia del etíope que fue salvo escuchando a Felipe explica el
evangelio de Jesús con base en las palabras de Isaías capítulo 53, demuestra
que la obra de Cristo, en este tiempo de la gracia, es efectiva para la sanidad
espiritual, o la salvación, de los gentiles también.
Aprovecho este momento para recalcar un punto aquí: "Dios quiere que
todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4), pero esto no quiere decir que
todos serán sanos. La salvación del alma y la sanidad del cuerpo son dos cosas
diferentes, aunque es obvio que Cristo podía efectuar ambas cosas casi
simultáneamente."
El apóstol Pedro demostró esto al decir de creyentes en su día que “habían vuelto al Pastor y Obispo de
vuestras almas”. ¿Cómo fueron reconciliados? Dice el versículo anterior: “por cuya herida fuisteis sanados” (1
Pedro 2:24, 25). O sea, Pedro
interpretó la palabra “curados” en un sentido espiritual: la muerte vicaria de
Cristo resuelve el problema espiritual (distancia debido al pecado) pero no
quiere decir que también quita los problemas físicos del hombre en esta vida.
El que escribe fue salvo hace treinta años mientras leía la gran verdad de
Isaías 53:5. Entendí que el castigo que
me trae la paz fue puesto sobre Cristo cuando él murió por mí en la cruz.
La salvación del alma no tiene nada que ver con la salud del cuerpo. Claro,
como veremos en un momento, hay enfermedades y problemas físicos que son
consecuencia de la vida desordenada que han llevado personas antes de ser
salvos y que por el solo hecho de vivir más ordenadamente gozan de mejor salud.
Pero el ser salvo no significa que uno no puede enfermarse. Veremos que
personas muy espirituales pueden enfermarse como parte de una tremenda prueba
que Dios trae a sus vidas con un propósito muy especial.
La salvación que Dios ofrece tiene tres aspectos: (1) Dios salvó (pasado) a
la persona de la paga del pecado en el momento que confió en Cristo como
Salvador personal (Tito 3:4, Romanos 6:23). (2) Dios está salvando (presente)
al creyente día tras día del poder del pecado (1 Corintios 1:18; Romanos 5:10),
y (3) Dios salvará (futuro) al creyente de la presencia del pecado en “el día de la redención de nuestro cuerpo” (Romanos
8:23; Efesios 1:14, 4:30).
Antes del día de la redención de nuestros cuerpos, los creyentes aún somos
criaturas mortales. Mientras seamos mortales tendremos cuerpos
corruptibles, y seremos susceptibles a
la enfermedad y a la muerte. Cuando venga Cristo por nosotros seremos resucitados
y/o transformados, y dice Pablo que “es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista
de inmortalidad” (1Corintios 15:53). Ya vestidos de incorrupción e
inmortalidad jamás volveremos a enfermarnos. A esto se refiere el mismo apóstol
al escribir a los romanos que “las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera”. Es
entonces, y sólo entonces, que gozaremos de “la
libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:16-23).
Cristo no conoció corrupción en su cuerpo durante su
vida, ni en su muerte tampoco. Después de tres días de muerto su cuerpo no
hedía, como en el caso de Lázaro (contrastar Juan 11:39 con Hechos 2:31). Juan
y Lucas mencionan que nadie había sido puesto antes en la tumba en que estuvo
el cuerpo del Señor. Cristo resucitó por el poder de Dios, no por haber tocado
los huesos de alguien más sepultado allí, como fue con el caso del hombre en 2
Reyes 13:21, que resucitó cuando su cuerpo tocó los huesos del profeta Eliseo.
La tumba de Cristo, por ser nueva, también eliminó la posibilidad de que “olor
a muerto” se atribuyera al hecho de que el cuerpo de Cristo había estado allí.
Sólo el cuerpo de Cristo podría yacer tres días en una tumba sin causar mal
olor. El cuerpo de toda otra persona, aunque haya logrado vivir sin enfermedad,
empezaría a oler mal poco después de morir.
Causas de la enfermedad
La enfermedad en una persona, creyente o incrédula, puede darse como
consecuencia general de la presencia del pecado en la raza humana, pero también
puede darse en la vida de una persona por razones específicas.
Es un error pensar que toda enfermedad es por influencia satánica, aunque a
veces sí lo es. Permítanme unas referencias bíblicas para tratar de catalogar
casos de enfermedad en la Biblia. Para
efectos de este estudio, “enferme-dad” incluye también toda discapacidad, e
incapacidad relacionados con el cuerpo. Seleccionaremos algunos casos, por amor
al tiempo.
Veremos que cada caso es único. Algunos padecen enfermedades por pecados
específicos, otros padecen enfermedades como consecuencia de los estragos del
pecado que ha arruinado a la raza humana, pero que dentro de la santa y
soberana voluntad de Dios, puede ser que logren discernir que su sufrimiento es
con un propósito divino, sin que el diablo tenga absolutamente nada que ver.
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