Pregunta: Desearía ser ayudado a comprender, respecto a la
parábola del mayordomo infiel y las riquezas injustas." (Lucas 16: 1-13.)
Respuesta: Para comprender inteligentemente el
capítulo 16, tenemos necesidad de haber comprendido en nuestro corazón qué
cosa es la plena gracia de Dios, porque aquí no se trata del evangelio como
algo que nos es presentado, antes bien se trata de los principios que deben
regir la conducta de los hombres salvados por gracia.
Desde el versículo 25 del
capítulo 15 de Lucas hasta el final del versículo 13 del capítulo 16 del mismo
libro, el Señor sitúa ante nosotros dos tristes caracteres; primeramente el
hijo mayor, representando el hombre que se apoya en su propia justicia y que no
se regocija con el padre, y no sólo esto, sino que aun ni quiere que su hermano
goce de la bendición paterna; en segundo lugar, el mayordomo infiel, en
relación con el cual deseamos presentar unas breves reflexiones. Vemos por el
primer versículo del capítulo 16, que el Señor dirige a Sus discípulos la
parábola del mayordomo infiel, mientras que en el capítulo 15, hablaba a los
pecadores y publícanos. El capítulo es una enseñanza para los creyentes; el
capítulo 15, es una evangelización para el mundo. Es natural que entre creyentes,
nos ocupemos de muchas cosas que no podemos hacer con las personas del mundo,
aunque a éstas podemos anunciarles el camino de la salvación; aquí el Señor
hablando con Sus discípulos les enseña verdades mucho más difíciles de
comprender que las contenidas en la parábola del hijo pródigo.
Remarquemos que el
mayordomo infiel es acusado de disipar los bienes de su señor. El hijo pródigo
(Lucas 15:13) ha disipado los bienes que el padre le había dado; el
mayordomo infiel ha disipado la propiedad de su señor (Lucas
16:1). Sin duda alguna esto corresponde a Israel, quien poseyendo toda
Palestina, y también toda bendición terrestre, en este aspecto era el
mayordomo de Dios, mayordomo que ha disipado los bienes confiados a su
administración. Los judíos menospreciaban a los gentiles, pobres e ignorantes,
representados por el hijo pródigo, a pesar de que ellos eran peor que estos
últimos: el hijo pródigo es un insensato, el mayordomo infiel, es un hombre
carente de rectitud y probidad.
En los dos hijos del
capítulo 15 de Lucas, vemos la diferencia de posición y de responsabilidad
existente entre un gentil y un judío; y nadie duda de que el Señor, en la
parábola del mayordomo infiel y que se refiere particularmente a Israel, ha
querido responder a la propia justicia del hijo mayor, mostrando así a los
judíos lo que eran en realidad. ¿Pero es que no podemos hallar también una
aplicación para todo hombre al cual le haya sido confiado algún privilegio,
algo que administrar?
¿Es que acaso no hallamos
en esta parábola una aplicación actual a la cristiandad y a cada uno de
nosotros? En efecto, en los versículos 1 y 2 del capítulo 16 vemos al hombre
responsable e injusto despedido de su empleo, y en los versículos 3 al 10,
vemos de qué forma el cristiano puede reemplazar al hombre que faltó a su
responsabilidad.
Advirtamos que no es el Señor Jesús
quien alaba al mayordomo infiel, sino su propio señor, su patrón; asimismo
tampoco es su picardía la que es admirada, sino su previsión en vista del
porvenir. De todas formas era un hombre desleal y falto de rectitud; cuando ve
que ha perdido su empleo, en lugar de poner en orden sus libros, no piensa sino
en asegurarse una posición para el porvenir.
Lo que vemos en él es
precisamente la disposición de cuidarse antes del porvenir que del tiempo
presente. Hubiese podido quedarse con las cincuenta medidas de aceite
(versículo 6), pero prefiere regalarlas al que está en deuda, a fin de ser
recibido en su casa, cuando quede definitivamente sin empleo.
Sacrificando el presente por el
porvenir, el mayordomo hizo un magnífico negocio. ¡Cuán distintamente obran la
mayor parte de los hombres! En lugar de pensar en el futuro, en la eternidad
espantosa que les espera, solamente piensan en el presente y están prestos a
sacrificar toda esperanza relativa a un gozo eterno por un
poco de bienestar en este siglo malo.
Antes de terminar, añadiré
aún una idea. Los "hijos de luz" - es decir, los cristianos - son
menos sagaces que "los hijos de este siglo". Si, como vemos en el
capítulo 15 de Lucas, somos salvos por la gracia perfecta, y si en este mundo
gozamos de la posición de hijos, amados del Padre, nuestro privilegio, por todo
el tiempo que permanezcamos en la tierra, es de vivir enteramente para Cristo,
consagrarnos a su servicio con todas las fuerzas. Mientras que el mayordomo
infiel (Israel) está fuera de la casa, los cristianos somos los testigos de
Dios en este mundo, y en consecuencia responsables de aprovechar toda ocasión
que el Señor nos conceda para servirle, usando también para esto "las
riquezas injustas." Las riquezas que podamos tener son llamadas
"injustas", porque durante la ausencia de Cristo, en lugar de ser la
recompensa de la justicia como los judíos creían, son - demasiado a menudo - la
paga y el instrumento de la injusticia. Lo que tenemos entre manos, nunca es
considerado como nuestro de una forma definitiva, sino como administrado por
nosotros en este mundo.
El gran principio que
contiene este pasaje, y del cual desearía que tuviésemos de él memoria, es
éste: que somos salvos por gracia y que teniendo este privilegio y el de vivir
enteramente para Cristo, nuestras mentes estén dirigidas hacia el mundo de
felicidad donde pronto entraremos. "No podemos servir a Dios y al
dinero". Que este principio, queridos hermanos, quede impreso en nuestro
corazón, y oremos al Señor para que nos conceda en vivir únicamente para Él, gozosos
de perderlo todo en este mundo y obtener la gloria eterna con nuestro adorable
Señor Jesús.
* * *
La dificultad aparente de esta parábola
desaparece pues, si retenemos su verdadero alcance que resumimos para
terminar: El Señor nos enseña que, detentando de la parte de Dios unos bienes
(las facultades, la salud, el dinero, el trabajo, etc.), no podemos considerarlo
sino como "riquezas injustas", las cuales debemos emplear en vista
del porvenir celestial, es decir, utilizarlas para el Señor y no para nuestra satisfacción
presente.
Como hombres, estamos
despedidos de nuestra 'mayordomía', pero queda retenida por los que escuchan al
Señor. Los recursos de ser 'fieles en las riquezas injustas provienen del hecho
de emplearlas como no perteneciéndonos. La 'prudencia' del mayordomo infiel,
es la convicción de que no tenemos derecho alguno de establecernos en este
mundo, pero que en él, Dios nos deja la posibilidad de trabajar para el
porvenir. Empleadas con esta prudencia, las riquezas injustas pueden ser para
nosotros los medios de asegurarnos que la entrada en el reino eterno nos sea
otorgada amplia y generosamente. (2 Pedro 1:11). Un mismo trabajo cambia de
sentido o de utilidad, sea que lo hagamos para nosotros o para el Señor. El
dinero que podamos disponer cambia de sentido si en vez de usarlo para el bien
ajeno lo empleamos egoístamente. Y es obrando en sentido positivo que el
creyente puede ya gozar de 'sus verdaderas riquezas', con las que es 'bendecido
en lugares celestiales en Cristo'. (Efesios 1:3)
Traducido de "Le
Messager Evangélique"
Revista "VIDA
CRISTIANA", Año 1961, No. 50.-
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