miércoles, 1 de agosto de 2018

EL CORDERO DE DIOS (Parte I)

Contempla en Jesús AL CORDERO PASCUAL
Está fuera de toda duda que cuando Juan el Bautista dijo de Jesús, “He aquí el Cordero de Dios”, vio en Él el Cordero de Dios, tan bien conocido a todo judío piadoso. La Pascua es el suceso más importante relatado en los cuarenta capítulos del libro del Éxodo. Es un acontecimiento tan grande que se dio orden de que habría de ser conmemorado para siempre (Éxodo 12:14, 17). Es tan importante que para relatarlo tiene una sección separada en el libro de Éxodo. Es el acontecimiento que dio origen a la nueva vida y al año nuevo de la nación.
¿Qué fue la Pascua?           Fue el método       y el modo que empleó Dios para redimir a un pueblo esclavizado, prefigura del método y el modo que   Él emplea para redimirte a ti, estimado lector. Había que     elegir un cordero y separarlo durante cuatro días antes de sacrificarlo. La gente podía mirar ese cordero durante cuatro días sabiendo que al décimo cuarto día sería sacrificado a favor de ellos. Este es el cuadro y figura de nuestro Señor Jesucristo. Él fue apartado y elegido por Dios cuatro mil años antes que se encarnara por nosotros (Génesis 3:15). Los profetas hablaron de Él y lo presentaron durante todo ese tiempo, desde los días del Edén hasta los del último de los mensajeros del Antiguo Testamento; y entonces vino.
Llegado el momento, el cordero pascual era sacrificado, y la sangre era rociada “en los dos postes y en el dintel de las casas” (Éxodo 12:7). Además, estaba la sangre que se colocaba “al lado de la puerta”, que es lo que dice la versión griega de Éxodo 12:22, de modo que la gente tenía que entrar a la vivienda atravesando y pasando por encima de la sangre del cordero pascual. Sólo así podía sentirse segura. Las palabras de Dios para ellos eran: “Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre, y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad, cuando heriré la tierra de Egipto.” (Éxodo 12:13).
Lector: Este es el mensaje que Dios mismo envía para ti. Tú puedes ser salvo y resguardado de la ira de Dios, ahora mismo y para siempre, si es que quieres ampararte bajo la sangre del Señor Jesucristo. Toda esta historia de la redención por medio de la sangre es el método y el medio que Dios emplea para enseñar al mundo cómo puede sal­varse. Dios, hablando de la muerte de Jesús en la cruz, lo hace en una forma altamente significativa y dice que, “porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). Esta frase recuerda aquel episodio inolvidable de la noche pascual y la forma cómo Dios sacó a su pueblo de la esclavitud para conducirlo a una vida de libertad. No hubo otro medio que el de la sangre del cordero inocente sacrificado. Y no hay otro medio para ti, lector, para escapar de la esclavitud del pecado: sino por la sangre del Cordero de Dios, el Señor Jesucristo mismo.
Y ahora te pregunto estimado lector: ¿Estás a salvo? ¿Estás seguro? Porque no hay otro lugar salvo y seguro, en esta vida y en el más allá, que DEBAJO DE LA SANGRE de Jesús, tu Cordero Pascual.
Cuando Sir Walter Raleigh, famoso explorador inglés, tuvo que enfrentar, la muerte en el cadalso sabía el valor que tiene la sangre protectora de Cristo, y pudo escribir el poema que llamó Mi Peregrinaje, en el cual dice,
La sangre será el bálsamo de mi cuerpo,
Ningún otro bálsamo tendrá,
Mientras el alma, cual tranquilo peregrino
A 'las mansiones celestiales subirá.

Cuando el verdugo le indicó que colocara la cabeza en cierta forma, Sir Walter Raleigh le contestó: “No importa la postura en que esté colocada la cabeza, con tal que el corazón esté bien'’.
Hace ya muchos años que un evangelista predicaba en Inglaterra a las multitudes que acudían para escucharle. Después de una de las reuniones un anciano le pidió que lo visitara en su hogar para explicarle el camino de salvación. El evangelista así lo hizo y le narró la historia y el significado del cordero pascual, y cómo el pueblo roció con sangre los dinteles de las casas como señal de su fe en la salvación del juicio y de la ira de Dios.
Pocas noches después el evangelista observó que el anciano se encontraba en la pieza donde se congregaban las personas que querían aceptar a Cristo como su Salvador personal. El evangelista fue hablando y aconsejando de persona a persona y, cuando llegó cerca de donde estaba ubicado el anciano, éste lo llamó a su lado e inclinando la cabeza le dijo al oído, “La sangre está en el dintel y los postes de la puerta, y yo estoy salvo”. Había aplicado a su corazón la sangre de Cristo y encontrado salvación.
Mi amigo lector: Cristo ha muerto como tu Cordero Pascual. ¿No quieres creer que tú puedes encontrar salvación y seguridad en Su sangre? ¿No quieres resguardar tu alma y tu vida debajo de Su sangre?
Contempla en Jesús AL CORDERO DEL PERDON
Es bien seguro que cuando Juan el Bautista dijo de Jesús, “He aquí el Cordero de Dios”, sabía del cordero que era ofrecido cada mañana y del cordero que era ofrecido cada tarde de acuerdo con el ritual hebreo del culto. Los hebreos los conocían por el nombre de sacrificios de la ma­ñana y de la tarde. Mateo Henry dice que se ofrecían “por los pecados diarios del pueblo”. Los intérpretes judíos afirman que esos corderos eran ofrecidos por las ofensas y transgresiones de la noche y por las ofensas y transgresiones del día, y agregan, “Quien tiene perdón puede mirar a su juez en la cara”.
Lector: Esos dos corderos señalan a Jesús, el Cordero de Dios quien, en el cumplimiento de los tiempos vino a este mundo y tomó el lugar de esos dos corderos. Fue clavado en la cruz por la mañana y a la hora del sacrificio de la tarde, entregó el espíritu a Dios. Al hacerlo, abrió el camino para que tus pecados pudiesen ser perdonados. Dios pudo tener tratos con su pueblo hebreo por medio de los corderos de la mañana y de la tarde, y la muerte de Cristo, quien fue colgado en la cruz por la mañana y mu­rió por la tarde sacrificatoriamente, hizo posible que el Dios santo pueda tratar con toda la humanidad. Este es el sig­nificado de las palabras un tanto enigmáticas de 1 Timo­teo 4:10, “...porque esperamos en el Dios Viviente, el cual es Salvador de todos... los que creen”.
La expiación estaba en el corazón de Dios desde toda eternidad; la expiación que fue anticipada en el jardín del Edén, y en todos los sacrificios hebreos, hace que sea posible que Dios, en su misericordia, trate con una raza de pecadores. Quiere decir lo que ya hace muchos siglos ex­presó Agustín: que la salvación provista por Cristo en la cruz es suficiente para todos los seres humanos, pero que es eficiente solamente para aquellos que creen.
Lector: La muerte de Cristo en la cruz, del Cordero de Dios, es suficiente para perdonar todos tus pecados. ¿Por qué no la conviertes en eficiente creyendo en El y confiando en El ahora mismo?

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