Pregunta: Una
creyente pregunta: ¿Qué
significado tiene Hebreos 10:26. "Si pecáremos voluntariamente después de
haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el
pecado"?
Respuesta: Los versículos 23 al 31 de este capítulo se refieren a las personas que
caminaron juntamente con los verdaderos creyentes, pero que eran profesantes, y
no tenían en realidad la vida divina. El Espíritu nos enseña las fatales e
irremediables consecuencias del abandono de la fe cristiana; el que desprecia
el cristianismo es digno de mayor castigo que el que ha menospreciado la Ley
(Hebreos 10:29). Para comprender el alcance de este versículo 26, es necesario
considerarlo con el conjunto del capítulo. Creemos provechoso dar a
continuación unos extractos de lo que escribió sobre este capítulo un verdadero
siervo de Dios, en sus "Estudios sobre la Epístola a los Hebreos":
"En
los versículos 1 al 18 de Hebreos 10 el apóstol confirma y establece
por la Palabra (citas del Antiguo Testamento) una verdad de capital
importancia: Cristo se entregó a sí mismo, habiendo ofrecido "una vez para
siempre un solo sacrificio por los pecados" (versículo 12), se sentó a la
diestra de Dios, habiendo hecho "perfectos para siempre a los
santificados" (versículo 14); de modo que "no hay más ofrenda por el
pecado" (versículo 18).
A
partir del versículo 19 da
varias exhortaciones, basadas en las verdades que acaba de exponer en la
primera parte del capítulo:
En
los versículos 19 al 22: "acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe"; es la actitud que más honra la eficacia de la Obra de
Cristo.
En
los versículos 23 al 25: Animémonos mutuamente para no faltar a la profesión
pública y colectiva de la fe (la congregación de los creyentes), tanto más
cuanto que "aquel día se acerca": se trata del día del juicio; este
pensamiento es presentado al creyente para obrar en su conciencia y guardarle
en la separación del mal.
El
versículo 26 es una advertencia o amonestación introducida por el fin
del versículo 25, el cual declara que el día del juicio se va acercando. Está
relacionado con el conjunto de los versículos 23 al 25, es decir, con la
exhortación de perseverar en la profesión de la fe.
El
"conocimiento de la verdad" (versículo 26) designa la enseñanza de
los capítulos 9 y 10 de esta epístola, los dos grandes privilegios del
cristianismo (comparen con versículo 29), es decir: el "solo
sacrificio" de Cristo en la cruz y la presencia del Espíritu Santo, que da
testimonio de la gracia manifestada en este sacrificio.
Si
aquél que profesaba reconocer el valor de este sacrificio lo abandonara, no
habría otro, del cual pudiera reclamarse; este sacrificio tampoco se repetía;
no quedaba sacrificio por el pecado. Todo pecado era perdonado por medio de
este sacrificio; pero, si se rechazaba la verdad después de haberla conocido,
ya no había sacrificio expiatorio, a causa de la misma perfección de la víctima
ofrecida: sólo quedaba "una horrenda expectación de juicio"
(versículo 27).
Aquellos
que habían menospreciado la Ley de Moisés morían sin misericordia alguna
(versículo 28). ¡Qué castigo mucho más severo merecían, de parte de Dios,
aquellos que hollaban bajo sus pies al Hijo de Dios, que estimaban como inmunda
la sangre del pacto, con la cual habían sido santificados, y que hacían afrenta
al Espíritu de gracia (versículo 29)! Esto no era desobedecer; era mucho más:
era despreciar la gracia de Dios en Cristo. ¿Qué quedaba, pues, si se
abandonaba esta gracia, después de haberla conocido? ¿Cómo escapar al castigo
de Dios? Los Hebreos sabían Quién es Aquél que ha dicho que la venganza es
suya, y que El dará el pago, como también sabían que "El Señor juzgará su
pueblo" (versículo 30).
Observemos,
también, que en estos versículos vemos de nuevo que la santificación es
atribuida a la sangre; también notamos que los profesantes son tratados
como perteneciendo al pueblo... Todos los que habían reconocido a
Jesús como el Mesías, y la sangre como sello y fundamento de un pacto eterno,
trayendo la purificación y la redención, se reconocían como separados por Dios,
como perteneciendo al pueblo de Dios. Por consiguiente, al abandonar a Cristo
para volver al judaísmo, abandonaban su consagración a Dios por el medio
perfecto y único que Dios había establecido para reconciliar al pueblo con Él
mismo. Y no había otro medio para santificar a los que despreciaban así la
gracia de Dios."
John N. Darby
Revista "VIDA
CRISTIANA", Año 1958, No. 33.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario