miércoles, 1 de junio de 2016

El yugo desigual (Parte VI)

El yugo matrimonial



¿Qué concordia Cristo con Belial?  2  Corintios 6.15.
En el matrimonio se prosigue la concordia y armonía. Este el secreto de la felicidad y se hace posible donde hay igualdad de naturaleza espiritual. Dios sabe que no se puede perfeccionar el gozo en un yugo desigual, y por consiguiente nos manda a no unirnos con los infieles. Otros yugos se pueden romper, pero éste es de por vida. El matrimonio, pues, es de suma importancia y nadie debe entrar ligeramente en este compromiso.
Dios nos da muchos ejemplos bíblicos para hacer hincapié en la seriedad del asunto.
Dijo Abraham a su mayordomo: “No tomarás para mi hijo (Isaac) mujer de las hijas de los cananeos”, Génesis 24.2, 3. Los cananeos eran incrédulos e impíos. Cuando posteriormente Esaú se casó con dos cananeas, “fueron amargura de espíritu a Isaac y Rebeca”. Luego dijo Isaac a su hijo: “No tomarás mujer de las hijas de Canaán… y Jacob obedeció a su padre y a su madre”, Génesis 28.6, 7.
Se demuestra la convicción de parte de los fieles de que el yugo desigual no agradaba a Dios. ¡Ojalá que todos los padres fuesen fieles como aquellos patriarcas, y todos los hijos obedientes a los consejos sabios, como Jacob fue en lo relatado!
Después de la redención de Egipto, Dios habló muy claramente a la congregación de Israel: “Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti”, Éxodo 34.12. Él sabía que la amistad conduciría al matrimonio.
En Deuteronomio 7.1 al 4 leemos: “Cuando Jehová tu Dios… haya echado delante de ti muchas naciones, no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, no tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo en pos de mí y servirán a dioses ajenos”. Dios conocía la tendencia del creyente de ceder a los gustos del impío en su yugo desigual.
Sansón es uno de los ejemplos más destacados de la tristeza del yugo desigual. Fue escogido por Dios para servirle con poder, pero terminó en fracaso: “Descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos… y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió: Tómame esta mujer, porque ella me agrada”, Jueces 14.1 al 3.  
Sansón no pensó en agradar a Dios, sino a sí mismo. El resultado fue triste. No había armonía, sino intriga, y el matrimonio no duró más de una semana. Él habló de su esposa como “mi novilla”. En realidad él había sido escogido por Dios como novillo para servirle, pero la que escogió era inmunda como asna en sentido figurativo. Era un yugo desigual.
Sansón no aprendió. Después se enamoró de una mujer llamada Dalila, que también era filistea. Este segundo yugo le llevó al fracaso. Su sueño en el regazo de Dalila indica que estaba también dormido espiritualmente. “Él no sabía que Jehová ya se había apartado  de él”, Jueces 16.20. Como resultado, perdió la vista y quedó ciego hasta la muerte.
Otro personaje que se destaca por su desobediencia es Salomón. “El rey Salomón amó… a muchas mujeres extranjeras… gente de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros, porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor”, 1 Reyes 11.1, 2. “¿No pecó por esto Salomón? Aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras”, Nehemías 13.26. El yugo desigual destruyó la espiritualidad de Salomón y le condujo a la ruina.
El rey Josafat fue causa de otra tristeza en el caso de su hijo Joram. Este se casó con la hija de Acab y Jezabel, llamada Atalía. Todo empezó con la amistad entre estas familias. “Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab; por lo que Acab mató a muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que con él venía”, 2 Crónicas 18.2.
Joram era un joven de 17 años cuando conoció aquella muchacha. Sin duda ella se adornaba como su mamá, con los ojos pintados con antimonio y la cabeza ataviada, 2 Reyes 9.30. Dios nos indica que toda la familia era impía, y el joven se casó con una impía. Le parecía, quizá, que era mariposa inocente, pero resultó ser como una tigra. Durante su vida Joram perdió su familia en manos del enemigo como tantos hijos de los yugos desiguales se pierden. También perdió sus bienes y su salud, 2  Crónicas 21.17, 18.
La disciplina del Señor cayó sobre él. Después de su muerte, su esposa mató toda la descendencia real. Era mujer de sangre, como su madre Jezabel. ¡Qué los jóvenes no se dejen engañar por las “mariposas”!
La Biblia sigue dando ejemplos tristes una vez vuelto el remanente de Babilonia. “El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras… porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de la tierra; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado”, Esdras 9.1, 2.
Pasada una generación, se repitió el pecado. El sacerdote Eliasib había emparentado con Tobías (un amonita) y le había hecho una gran cámara, Nehemías 13.4. Nehemías sacó fuera a Tobías de la casa de Dios.

Pero el mal ejemplo de Eliasib ya había conducido al pueblo a hacer lo mismo. “Vi asimismo… a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico”, Nehemías 13.23, 24. Esto demuestra un resultado común del yugo desigual. Por falta de acuerdo en las cosas del Señor de parte de los padres, los hijos se crían aprendiendo el lenguaje del mundo en vez de la Palabra de Dios.

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