JUDAS 3
Al leer los Hechos de los Apóstoles, resulta muy sorprendente ver que
hay poder en medio del mal. Cuando estemos en el cielo no habrá ningún mal, no
nos hará falta la fe ni el ejercicio de nuestras conciencias entonces;
pero ahora sí, y lo único que tenemos, donde predomina el mal,
es el poder del Espíritu de Dios, y por ese poder debemos nosotros dominar el
mal en nuestro camino.
La Palabra no dice que todo cristiano será perseguido, sino que dice:
“Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución” (2 Timoteo 3:12). Si un hombre manifiesta el poder del Espíritu de
Dios, el mundo no lo puede tolerar; ése es el principio. En los Hechos, cuando
vemos el poder del Espíritu manifestado en los milagros, como antes lo fue en
Cristo, ¿qué provocó? La misma enemistad que crucificó al Señor. Lo que tenemos
hoy es el bien en medio del mal, y eso es precisamente lo que Cristo fue, el
bien supremo en medio del mal; pero el resultado de la manifestación divina en
Él, y puesto que la mente carnal es enemistad contra Dios, fue lo que
provocó la hostilidad; y cuanto mayor fue la manifestación, tanto mayor la
hostilidad que provocó; pues por Su amor le devolvieron odio. Todavía no hemos
llegado al tiempo cuando el mal ha de ser quitado: eso será cuando Cristo
vuelva. Y ésa es la diferencia entre aquel tiempo y éste. Aquel tiempo será el
advenimiento del bien con poder, en el cual Satanás será atado y el mal
sojuzgado. Pero el tiempo que Cristo estuvo en este mundo, y luego sus santos,
es, por el contrario, el bien en medio del mal, y Satanás, entretanto, es el
dios de este mundo.
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