TU COMUNION CON EL PUEBLO DE DIOS (continuación)
Es necesario
cultivar la comunión cristiana, y es necesario también vigilarla. Cristiano
lector, cultiva en forma bien definida, la amistad con otros creyentes. Asiste
con regularidad a alguna iglesia fiel, a fin de que puedas cultivar la comunión
con tus hermanos. Si cambias constantemente de iglesia, ha de resultar difícil
establecer esta clase de comunión. Invita a otros cristianos a tu hogar para un
mayor compañerismo social. Organiza picnics y otras sanas excursiones con
familias cristianas. Pídeles que oren por ti y por tus problemas; y tú, ora por
los problemas de ellos, y diles que lo estás haciendo. Ora en compañía de ellos
en sencillas reuniones familiares de oración.
Un método excelente
es el de conseguir un “compañero de oración”. Busca a alguien que tenga más o
menos tu edad, y luego comparte con él las cosas acerca de las cuales sientes
necesidad de orar. Trata de juntarte con él una vez por semana a una hora fija,
para orar acerca de todos estos problemas. Naturalmente al cultivar la
comunión con otros creyentes debe entenderse que además del aspecto espiritual,
debe existir también el aspecto social. No es necesario que siempre estén
orando o hablando de cosas espirituales. El lado puramente humano de tu
naturaleza también tiene que ser alimentado por medio de tu comunión con otros
creyentes. La comunión cristiana debe ser variada y universal. Debe comprender
el comer juntos, jugar juntos, ayudarse mutuamente en las cosas materiales,
viajar en compañía, o simplemente hacer visitas y conversar.
Recuerda que la
responsabilidad de cultivar esta comunión es tanto tuya como de la otra
persona. “El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo” (Prov. 18: 24). Y
una vez que tengas amigos, atesora y cuida esa amistad. No seas egoísta ni
malhumorado. Pasa por alto las faltas pequeñas. Todos las tenemos. No divulgues
las confidencias del amigo. No dejes salir por tus labios todo lo que han
escuchado tus oídos, Sigue el consejo del hombre más sabio de la tierra en este
asunto de la comunión: “En todo tiempo ama el amigo” (Prov. 17: 17). “El que
cubre la prevaricación busca amistad; mas el que reitera la palabra, aparta al
amigo” (Prov. 17:9). “Las palabras del chismoso... llegan hasta lo más hondo de
las entrañas” (Prov. 18: 8). “El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad
fuerte” (Prov. 18: 19). “El que anda en chismes, descubre el secreto; mas el de
espíritu fiel encubre la cosa” (Prov. 11: 13).
Salomón también
advertía sobre el peligro de abusar de la amistad: “Detén tu pie de la casa de
tu vecino, porque harto de ti no te aborrezca” (Prov. 25: 17). Esta advertencia
es especialmente sabia cuando se trata de creyentes con hijos. Si cualquier
cosa ocurre que hace que se ponga tirante tu amistad con algunos de tus amigos
cristianos, dirígete a ellos inmediatamente, y con franqueza procura que se
disipen los malos entendidos. Si has estado mal, confiésalo. Sobre todo, olvida
completamente el asunto, y deja que la comunión continúe. Los amigos
cristianos son demasiado valiosos como para que podamos perderlos, y son muy
difíciles de reemplazar. En realidad, son indispensables para el andar
espiritual.
Si para llegar a ser
discípulo de Jesucristo fue necesario que dejaras a algunos, o tal vez a la
mayoría de tus viejos amigos, no te preocupes por ello, pues tendrás mejores
amigos en Cristo que los que tuviste jamás en el mundo. Esa por cierto fue mi
experiencia. Y Cristo lo ha prometido (Mateo 19: 29). Encontrarás que tus
amigos cristianos son tus amigos verdaderos, con algunas excepciones, desde
luego, pues siempre existen los hipócritas además de los verdaderos hombres y
mujeres de Dios.
Yo he tenido amigos
cristianos que me han acompañado en horas difíciles, cuando los amigos mundanos
han huido y se han olvidado de mí. El mundano es, después de todo, un ser
egoísta. El cristiano tiene en su corazón el amor de Dios y la compasión de
Cristo. Un hombre egocéntrico sólo piensa en sí mismo, pero un hombre Cristo
céntrico piensa en los demás. En realidad, aquellas personas que se interponen
entre ti y Dios, y te apartan del Señor Jesucristo, no son verdaderos amigos.
Son tus peores enemigos. Un hombre que impide que otro sirva a Dios, no es un
amigo, sino un enemigo.
De manera que, si
quieres amigos verdaderos, que han de ayudarte en todo sentido, búscalos entre
los cristianos. Si deseas tener éxito y crecimiento en la vida cristiana, busca
la comunión de otros cristianos. Si quieres que tu vida brille y hable de
Cristo, cultiva un verdadero compañerismo cristiano. Si andas solo, puedes
caer. Pero si andas en compañía de otros santos, siempre tendrás quien te apoye
y te dé fuerzas.'
Hace algunos años yo
me sentía sumamente desalentado un sábado a la noche. Me encontré con un
cristiano del cual era amigo bastante íntimo, y pasamos unas horas conversando,
visitando y orando. Yo no le dije una palabra acerca de mi desaliento. Cuando
nos separamos, casi a media noche, me sentía tan contento en mi espíritu, que
casi tenía ganas de salir a buscar más desalientos. Una quincena más tarde nos
volvimos a encontrar, y lo primero que me dijo mi amigo fue lo siguiente:
“Cuando estuvimos juntos esa noche, yo había estado tan desanimado que hasta
tenía deseos de abandonarlo todo. Pero luego de que pasamos juntos esas horas
mi fe y mi ánimo fueron renovados. Yo quería contárselo.” Aquí tenemos un
ejemplo perfecto de lo que es el valor de la comunión cristiana. Dos cristianos
desalentados pasan unas horas de comunión en compañía, y como resultado ambos
fueron elevados por encima de sus preocupaciones y des- aliento. Cultiva algunos
fieles e íntimos amigos cristianos. Luego, cuando estés desanimado o en
dificultades, busca su comunión.
La comunión
cristiana es una de las cosas más dulces, más sanas y más elevadoras que
existen a este lado del cielo.
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