miércoles, 1 de agosto de 2018

EL CRISTIANO VERDADERO (Parte VIII)



Es necesario cultivar la comunión cristiana, y es necesario también vigilarla. Cristiano lector, cultiva en forma bien definida, la amistad con otros creyentes. Asiste con regula­ridad a alguna iglesia fiel, a fin de que puedas cultivar la co­munión con tus hermanos. Si cambias constantemente de iglesia, ha de resultar difícil establecer esta clase de comunión. Invita a otros cristianos a tu hogar para un mayor compa­ñerismo social. Organiza picnics y otras sanas excursiones con familias cristianas. Pídeles que oren por ti y por tus problemas; y tú, ora por los problemas de ellos, y diles que lo estás haciendo. Ora en compañía de ellos en sencillas reu­niones familiares de oración.
Un método excelente es el de conseguir un “compañero de oración”. Busca a alguien que tenga más o menos tu edad, y luego comparte con él las cosas acerca de las cuales sientes necesidad de orar. Trata de juntarte con él una vez por semana a una hora fija, para orar acerca de todos estos pro­blemas. Naturalmente al cultivar la comunión con otros creyentes debe entenderse que además del aspecto espiritual, debe existir también el aspecto social. No es necesario que siempre estén orando o hablando de cosas espirituales. El lado puramente humano de tu naturaleza también tiene que ser alimentado por medio de tu comunión con otros creyentes. La comunión cristiana debe ser variada y universal. Debe comprender el comer juntos, jugar juntos, ayudarse mutua­mente en las cosas materiales, viajar en compañía, o simple­mente hacer visitas y conversar.
Recuerda que la responsabilidad de cultivar esta comunión es tanto tuya como de la otra persona. “El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo” (Prov. 18: 24). Y una vez que tengas amigos, atesora y cuida esa amistad. No seas egoísta ni malhumorado. Pasa por alto las faltas pequeñas. Todos las tenemos. No divulgues las confidencias del amigo. No dejes salir por tus labios todo lo que han escuchado tus oídos, Sigue el consejo del hombre más sabio de la tierra en este asunto de la comunión: “En todo tiempo ama el amigo” (Prov. 17: 17). “El que cubre la prevaricación busca amis­tad; mas el que reitera la palabra, aparta al amigo” (Prov. 17:9). “Las palabras del chismoso... llegan hasta lo más hondo de las entrañas” (Prov. 18: 8). “El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte” (Prov. 18: 19). “El que anda en chismes, descubre el secreto; mas el de espíritu fiel encubre la cosa” (Prov. 11: 13).
Salomón también advertía sobre el peligro de abusar de la amistad: “Detén tu pie de la casa de tu vecino, porque harto de ti no te aborrezca” (Prov. 25: 17). Esta advertencia es especialmente sabia cuando se trata de creyentes con hijos. Si cualquier cosa ocurre que hace que se ponga tirante tu amistad con algunos de tus amigos cristianos, dirígete a ellos inmediatamente, y con franqueza procura que se disipen los malos entendidos. Si has estado mal, confiésalo. Sobre todo, olvida completamente el asunto, y deja que la comunión con­tinúe. Los amigos cristianos son demasiado valiosos como para que podamos perderlos, y son muy difíciles de reempla­zar. En realidad, son indispensables para el andar espiritual.
Si para llegar a ser discípulo de Jesucristo fue necesario que dejaras a algunos, o tal vez a la mayoría de tus viejos amigos, no te preocupes por ello, pues tendrás mejores ami­gos en Cristo que los que tuviste jamás en el mundo. Esa por cierto fue mi experiencia. Y Cristo lo ha prometido (Ma­teo 19: 29). Encontrarás que tus amigos cristianos son tus amigos verdaderos, con algunas excepciones, desde luego, pues siempre existen los hipócritas además de los verdaderos hombres y mujeres de Dios.
Yo he tenido amigos cristianos que me han acompañado en horas difíciles, cuando los amigos mundanos han huido y se han olvidado de mí. El mundano es, después de todo, un ser egoísta. El cristiano tiene en su corazón el amor de Dios y la compasión de Cristo. Un hombre egocéntrico sólo piensa en sí mismo, pero un hombre Cristo céntrico piensa en los demás. En realidad, aquellas personas que se interponen entre ti y Dios, y te apartan del Señor Jesucristo, no son verdaderos amigos. Son tus peores enemigos. Un hombre que impide que otro sirva a Dios, no es un amigo, sino un enemigo.
De manera que, si quieres amigos verdaderos, que han de ayudarte en todo sentido, búscalos entre los cristianos. Si deseas tener éxito y crecimiento en la vida cristiana, busca la comunión de otros cristianos. Si quieres que tu vida brille y hable de Cristo, cultiva un verdadero compañerismo cristiano. Si andas solo, puedes caer. Pero si andas en compañía de otros santos, siempre tendrás quien te apoye y te dé fuerzas.'
Hace algunos años yo me sentía sumamente desalentado un sábado a la noche. Me encontré con un cristiano del cual era amigo bastante íntimo, y pasamos unas horas conversando, visitando y orando. Yo no le dije una palabra acerca de mi desaliento. Cuando nos separamos, casi a media noche, me sentía tan contento en mi espíritu, que casi tenía ganas de salir a buscar más desalientos. Una quincena más tarde nos volvimos a encontrar, y lo primero que me dijo mi amigo fue lo siguiente: “Cuando estuvimos juntos esa noche, yo había estado tan desanimado que hasta tenía deseos de abandonarlo todo. Pero luego de que pasamos juntos esas horas mi fe y mi ánimo fueron renovados. Yo quería contárselo.” Aquí tenemos un ejemplo perfecto de lo que es el valor de la comunión cristiana. Dos cristianos desalentados pasan unas horas de comunión en compañía, y como resultado ambos fueron elevados por encima de sus preocupaciones y des- aliento. Cultiva algunos fieles e íntimos amigos cristianos. Luego, cuando estés desanimado o en dificultades, busca su comunión.
La comunión cristiana es una de las cosas más dulces, más sanas y más elevadoras que existen a este lado del cielo.

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