Cuando te
convertiste, ¿se convirtió también tu cartera? Espero que sí. Si has llegado a
conocer y a amar al Señor, es natural que uno de los deseos de tu corazón sea
el de hacer todo lo que puedas para el adelanto de su causa en el mundo, no
sólo mediante tu servicio sino mediante contribuciones que permitan el servicio
de otros creyentes. ¡Es trágico que existan en los bolsillos de los cristianos,
tantas carteras “inconversas”! Resulta difícil entenderlo, ya que uno de los
ejercicios más comunes cuando se ama, es el de dar. Cuando amas a una persona,
en forma instintiva le haces regalos. Cuando un joven empieza a noviar con una
niña, comienza a comprarle bombones, flores y otros obsequios que cree han de
agradarle. El día de Navidad, damos regalos a nuestros parientes y a otras personas
que nos son queridas. Lo mismo hacemos para sus cumpleaños y otros
aniversarios. El dar regalos es una de las formas más comunes en que se expresa
el amor. Fue porque Dios nos amó tanto, que nos dio el don inefable, su Hijo
unigénito.
Resulta natural que
aquellas personas que no aman a Dios no muestren ningún interés en entregar
dinero para la causa de Dios. Pero por cierto que quien ama al Señor de todo
corazón, ha de considerar que es un deber y un privilegio dar de su dinero
para la causa de Cristo. Si amamos verdaderamente a Dios, hemos de querer darle
parte de nuestro dinero.
La Biblia tiene
mucho que decirnos acerca del dar. Durante la dispensación del Antiguo
Testamento, llamada la Dispensación de la Ley, al pueblo de Dios tenía que
entregar un diezmo de todos sus ingresos al Señor. Esta décima parte
era obligatoria para todos, y además de
ella, debían añadir presentes.
¿Es obligatorio el
diezmo según el Nuevo Testamento? Muy a menudo hay cristianos que formulan la
pregunta. Personalmente, no sostenemos que el diezmo sea una ley del Nuevo
Testamento, pero sí creemos que la gracia de Dios, presente en un cristiano de
hoy, no puede esperar menos de él que lo que debía dar por ley en los días del
Antiguo Testamento. Ya que la ley exigía un diezmo de todo, la gracia no pide
menos. En realidad, la gracia debe sobreabundar, mucho más arriba y más allá de
la ley. Lo cierto es que algunos, quizás muchos, cristianos, deberían tener
vergüenza por el hecho de que sólo dan una décima parte de lo que poseen al
Señor. Dios les ha bendecido en forma tan abundante que deben dar mucho más, y
sin embargo se aferran al mínimo exigido por el Antiguo Testamento, antes de
que la gracia fuese revelada al hombre en toda su plenitud.
La regla establecida
por la gracia en el Nuevo Testamento es dar según Dios “haya prosperado"
(1 Cor. 16: 2 V. M.). El versículo dice: “El primer día de la semana, cada uno
de vosotros ponga aparte algo, para guardarlo según haya prosperado.” En estas
palabras podemos ver dos principios generales. Uno es el de dar con
regularidad, “el primer día de la semana”; el otro es el de dar “según haya
prosperado”, o como dice la Versión Valera Reina, “guardando lo que por la
bondad de Dios pudiere”. En el Nuevo Testamento no hay ningún requisito mínimo,
ni tampoco se establece máximo alguno. Pero todo cristiano debe dar de acuerdo
con la cantidad de dinero que Dios le haya confiado.
Otro pasaje del
Nuevo Testamento sobre este mismo asunto se encuentra en 2 Corintios 9: 7, que
dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por
necesidad; porque Dios ama al dador alegre.” Y el versículo anterior a éste,
dice en forma gráfica: “El que siembra escasamente, también segará escasamente;
y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará.” El Señor Jesús
dijo en Lucas 6:38: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y
rebosando darán en vuestro seno. Por' que con la misma medida que midiereis, os
será vuelto a medir.”
Parece que se nos
señalara en estos textos, un círculo victorioso. Primeramente, das como Dios te
haya prosperado. Luego, a medida que das, Dios te prospera más, de modo que
puedas dar más aún, recibiendo nuevas bendiciones, y así sucesivamente. Amigo
cristiano: ¿no quieres poner a prueba esta promesa de Dios y ley de la gracia?
¿No quieres probar a Dios por medio de ella?
Ciertos amigos
estaban hablando acerca de un conocido de iodos ellos, predicador del
evangelio. Es un hombre que predica con lealtad la Palabra de Dios, pero por
alguna razón u otra, siempre ha estado en aprietos económicos. Sus problemas
financieros parecen estar en contraste con lo que uno esperaría en la vida de
un hombre como él. Mientras se discutían las posibles causas, un hermano
sugirió que el predicador aludido tal vez no había sido más bendecido financieramente,
porque había sido tan mezquino con su dinero. Era un hombre tacaño. Hay muchos
cristianos tacaños y el resultado es que son completamente indigentes en lo
espiritual. Sé un cristiano generoso, y Dios te ha de bendecir generosamente.
Lo hace siempre.
En el capítulo 47 de
Ezequiel, tenemos el relato de una de las gloriosas visiones que recibió el
profeta del Señor. En ella ve un río que sale del templo, figura de la gracia
de Dios. Un ángel que le acompaña lo hace entrar al agua. Es llevado más y más
adentro del río, y el agua se eleva más y más, hasta que, según leemos en el
versículo 4, le llegaba hasta la cintura. Para mí, esto representa al cristiano
cuyos bolsillos han sido sumergidos en la gracia de Dios y han recibido una
buena dosis de salvación, pues los bolsillos siempre están a la altura de la
cintura. ¿Qué de ti, amigo lector? ¿Ya han sido sumergidos tus bolsillos en la
gracia de Dios? ¿Ya se convirtió a Cristo tu billetera? ¿Gobierna el Espíritu
de Dios el abrir y cerrar de tu cartera?
Como ya lo hemos
expresado, no creemos que el diezmo sea ley del Nuevo Testamento, pero sí
creemos que todo cristiano debe tener algún plan determinado para dar en forma
sistemática. Si honradamente crees delante del Señor que él no espera de ti más
que el diezmo de tus ingresos, entonces ten mucho cuidado de darle por lo menos
el diezmo. Hazlo en forma sistemática. La mejor manera es la de apartar la
porción de Dios antes que ninguna otra cosa, cuando recibas tu cheque de sueldo
o seas pagado de cualquier otra manera. Es bueno tener en el hogar alguna
alcancía o lugar especial para colocar en él “la porción del Señor.” Y una vez
que hayas separado dicha porción, ella debe ser sagrada, y no considerada ya
como tuya, sino como de Dios. Si sigues este plan, siempre tendrás dinero para
dar, cuando se presenten las necesidades en la obra del Señor.
Es evidente que el
Apóstol Pablo conocía el valor del dar sistemático, y por eso señaló que cada
hombre debía, el primer día de la semana, apartar su ofrenda para el Señor. Si
pones a un lado la porción del Señor semanalmente, encontrarás que resulta
mucho más fácil dar a Dios. Llegará a ser un hábito, de tal modo que nunca se
te ha de ocurrir dejar de darle lo que le corresponde.
Pero no pienses que,
porque le has dado a Dios un diezmo, le has dado todo lo que te pide. Algunos
creyentes podrían darle a Dios la mitad de sus ingresos, y deberían hacerlo.
Algunas personas pueden dar una proporción aún mayor. ¡Recuerda que Dios mira
no solamente lo que le has dado a él, sino también lo que has retenido para ti
mismo! Dios sabe cuanto dinero te hace falta para cuidar en forma adecuada de
tu familia, y hacer frente a tus obligaciones. Sabe, también, cuando gastas tu
dinero en forma egoísta y necia. El yo-ismo es la esencia misma del pecado, y
si has sido salvado de tus pecados debes perder todo afecto a dicho espíritu
pecaminoso. Tu único deseo en la vida, tanto en lo que haces como en lo que
ganas, debe ser el de glorificar el nombre de Cristo y promover su obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario