lunes, 2 de septiembre de 2019

LA PRIMERA EPÍSTOLA A TIMOTEO (9)


4. Advertencias contra la Carne Religiosa y Enseñanza en la Piedad (1 Timoteo 4)
          (b) La piedad o confianza en el Dios viviente (versículos 6-10)
         

(V. 6). El apóstol nos ha presentado ciertos peligros contra los cuales el Espíritu nos advierte expresamente. Timoteo tenía que enseñar estas cosas a los hermanos, y al hacer esto demostraría ser un buen siervo de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina de la cual él estaba plenamente enterado. Los espíritus engañadores, de los que el Espíritu Santo habla, buscaban exaltar al hombre con un sentido de importancia y santidad religiosas. El siervo verdadero busca exaltar a Cristo ministrando la verdad.
         Ser un buen siervo de Jesucristo no es suficiente para conocer la verdad, y mantener la verdad; necesitamos nutrirnos con la verdad y, en la práctica, seguir plenamente la verdad. Nuestras almas deben ser alimentadas si hemos de alimentar a otros. Debemos nutrirnos, no simplemente con las palabras de los maestros, por verdaderas que ellas sean, sino "con las palabras de la fe" que nos comunican "la buena doctrina" del cristianismo y, si se siguen, producirán un efecto práctico en nuestras vidas, preservándonos de los males de los últimos tiempos.
         (V. 7). Habiéndonos exhortado a seguir la verdad, el apóstol nos advierte que rechacemos todo lo que está fuera de "las palabras de la fe". Las imaginaciones de los hombres tenderán siempre a la profanidad y a la insensatez, las cuales el apóstol caracteriza con desprecio como "fábulas... de viejas". Nuestro gran 'ejercicio' debería ser que se nos hallara caminando en la piedad. Podemos poner el servicio en primer lugar; pero existe siempre el grave peligro de estar activos en el servicio, descuidando la piedad personal. El buen siervo se ejercitará en la piedad para que él pueda ser "útil para el Señor, preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 2:21 - LBLA). Nosotros podemos, a veces, como los santos Corintios, estar muy activos en el servicio y jactarnos en nuestros dones y, al igual que ellos, ser muy poco espirituales por no ejercitarnos en la piedad.
         (v. 8). Para enfatizar la importancia del ejercicio espiritual en cuanto a la piedad, el apóstol lo contrasta con el "ejercicio corporal". La alusión es, probablemente, a los juegos públicos, como en 1 Corintios 9: 24, 25, donde, al hablar de las carreras públicas, él dice, "todo el que compite en los juegos se abstiene de todo" (1 Corintios 9:25 - LBLA), o, "Todo aquel que lucha, en todo ejercita el dominio propio". (1 Corintios 9:25 - RVR1977). Él continúa advirtiéndonos en ese pasaje que tal ejercicio de dominio propio tiene solamente una ventaja pasajera; a lo más obtiene sólo una "corona corruptible", en contraste con la "incorruptible" que el cristiano tiene en mente. De igual modo aquí, él dice, que el ejercicio corporal sólo es provechoso para muy pocas cosas; pero el ejercicio espiritual de la piedad es provechoso para todo, siendo rico en bendiciones en esta vida, así como en la venidera.
         (Vv. 9, 10). El apóstol insiste acerca de la importancia de este ejercicio en cuanto a la piedad declarando, "Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos". Fue debido a su piedad que el apóstol pudo decir, "por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobio". Nosotros podemos estar preparados para trabajar y ser prominentes ante los hombres, y de este modo trabajar y ganar el aplauso, o trabajar para exaltar el yo. Pero si la piedad está detrás de nuestro trabajo, significará inevitablemente trabajo y oprobio.
         El apóstol procede a demostrar que la fuente de la piedad es la confianza en Dios. Nosotros confiamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen. La piedad es esa confianza individual en Dios que toma cada circunstancia de la vida como estando relacionada con Dios. El hombre no regenerado deja a Dios fuera de su vida; el creyente Le reconoce en todos los detalles de la vida y recibe y usa agradecidamente cada misericordia que Él pone a su alcance sin abusar de las misericordias. De este modo, la piedad es el antídoto contra todas las malas influencia de los postreros días, ya sea que el mal tome la forma de ascetismo, de celibato, de abstinencia de alimentos (1 Timoteo 4:3), de abandono del hogar propio y de vivir en hábitos de autoindulgencia (1 Timoteo 5: 4-6), o de dar importancia a la ventaja mundana y al dinero (1 Timoteo 6: 3-10).

No hay comentarios:

Publicar un comentario