Uno de los problemas
más serios que se presentan en la vida del cristiano joven es el de la elección
de la esposa, o si se trata de una joven, del esposo. No hay ningún paso para
el cual se requiera más la dirección de Dios que para éste. Es una tragedia que
un joven cristiano esté unido en matrimonio a una persona con la cual no puede
andar de acuerdo en las cosas de Dios. He conocido muchos casos de esta clase
que han sido realmente desoladores.
Es doblemente
trágico el caso, cuando alguno que ha escuchado el llamado de Dios para que le
sirva en la obra cristiana, se casa con una compañera que no está dispuesta a
acompañarle en dicho servicio. Existen casos en que una vida ha tenido que
alejarse completamente del camino y de los propósitos que Dios le tenía
señalados, debido a un esposo o una esposa que no ha estado de acuerdo. En la
Biblia leemos acerca de Sansón, un joven siervo de Dios, que perdió las más
ricas bendiciones divinas y pasó los últimos años de su vida en la miseria y la
desesperación, debido a su pasión incontrolada por una mujer con la cual no
debió haberse unido.
En primer lugar, el
joven o la niña debe esperar que el Señor le indique quien ha de ser la
compañera o el compañero de su vida. Recuerda esos conocidos versículos del
Salmo 37: “Espera en Jehová, y haz el bien... pon asimismo tu delicia en
Jehová, y él te dará las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu
camino, y espera en él; y él hará”. Esta promesa, por supuesto, alcanza a
muchos de los problemas de la vida cristiana, pero es especialmente aplicable
al asunto de elegir el compañero o la compañera de la vida. Si pones tu
confianza en Dios en cuanto al esposo o la es- posa, él te dará la persona que
te conviene. Si tu único deseo es el de hacer la voluntad de Dios, él te ha de
recompensar dándote un compañero o una compañera que responda a todo lo que
quiere tu corazón, y que te amará entrañable- mente, y a quien tú, a tu vez,
has de amar con un amor puro. Si te encomiendas al Señor y dejas que él te
guíe, puedes estar seguro que “él lo hará”.
No permitas que tu
afecto o tu pasión te lleven a hacer caso omiso de estas cosas y a casarte con
cualquier persona que se te ponga por delante o con aquella que te agrada. Ora
al Señor, y espera que él te guíe. Recuerda que el matrimonio es un asunto
para toda la vida, que no puede ser disuelto hasta que Dios lo disuelva por
medio de la muerte. El divorcio no es la voluntad de Dios. Es un mal que ni siquiera
debe ser mencionado entre cristianos. Si te casas bien, ni siquiera habrá razón
para pensar en la posibilidad de un divorcio. Resulta obvio que cuando la gente
se divorcia, está reconociendo que se equivocó al casarse. Pero el divorcio no
es una salida, ni siquiera para las equivocaciones de esta clase. Todo lo que
hace el divorcio es crear otra serie de problemas, en vez de resolver los ya
existentes.
Uno de mis
profesores en el seminario, al hablar del asunto de noviazgos y casamientos
decía: “Hermanos, es allí donde os formaréis u os quebrantaréis.” Nunca he
olvidado estas palabras. Cuando me acuerdo de mis compañeros de estudio, me doy
cuenta de que algunos de ellos resultaron fortalecidos, formados, por su
matrimonio, mientras que otros fueron quebrantados, resultaron fracasados, por
él.
¿Con qué clase de
persona debes casarte? Tal vez algunos de los lectores se encuentran ahora
mismo frente a este problema. Como cristiano, sólo puedes pensar en casarte con
una persona que llene ciertos requisitos. En primer lugar, la persona con la
cual te piensas casar debe ser cristiana. No puede ser la voluntad de Dios que
te unas en matrimonio con una persona que no es creyente, por mucho que desees
hacerlo. La Biblia dice: “No os juntéis en yugo con los infieles” (II Corintios
6: 14). Si desacatas esta orden bien clara de Dios, has de lamentarlo en los años
del porvenir. Bajo ninguna circunstancia
debes proponer matrimonio, o aceptar una propuesta de matrimonio de una persona
no convertida.
Debes ser firme en
este asunto. Si una persona aparenta estar enamorada de ti, dile con toda
claridad que no podrás ni siquiera considerar la posibilidad del matrimonio,
mientras ella no sea de Cristo. Pero es necesario que tengas cuidado, y que
estés seguro de que la persona mencionada no vaya a simular una profesión de fe
con el único fin de casarse contigo. Sin duda podrás comprobar si él o ella ha
llegado realmente a conocer a Cristo. Hay pruebas inevitables en la vida de
todo cristiano verdadero. No te cases con una persona que no pueda unirse en
oración contigo antes del casamiento, en un pequeño culto en que los dos oren.
Si sigues esta regla, nunca has de lamentarlo.
En segundo lugar, la
persona con la cual te casas debe querer seguir el mismo camino que sigues tú.
Es una verdadera tragedia cuando un cristiano se casa con una persona que, aun
cuando sea creyente, se niega a andar por el camino elegido. Si un joven que ha
sentido el llamado al ministerio cristiano se casa con una niña que se niega a
ser la esposa de un predicador, ha de encontrarse en una situación muy triste.
Si una niña que ha sentido el llamado de Dios para ser misionera en el
extranjero se casa con un joven que desea ser un hombre de negocios próspero,
ha de llevar una vida desconsolada. Si Dios te ha llamado a cierta clase de
servicio, recuerda que él no ha de llevarte a que te cases con una persona que
haya sido llamada a otra clase de trabajo en otro lugar. Dios nunca ha sido
autor de confusiones.
En tercer lugar,
deben existir opiniones parecidas sobre las cosas comunes de la vida. No debes
casarte con una persona cuyos gustos y antipatías son completamente opuestos a
los tuyos. Sólo debes considerar el matrimonio con una persona con la cual
tengas muchas cosas en común. Esto debe ser así muy especialmente en las
cuestiones espirituales. Debéis poneros de acuerdo de antemano acerca de la iglesia
a la cual asistiréis los dos, una vez casados. No hay nada de malo en que una
persona se case con un miembro de una denominación que no sea la suya, pero
debe establecerse antes del casamiento, cuál ha de ser la iglesia a que han de
concurrir. Tiene que existir una coincidencia de opinión, pues si así no fuere,
se dividirá la familia, y sufrirán los hijos.
En la generalidad de
los casos, cuando contraen enlaces cristianos de distintas denominaciones, la
esposa debe sacrificar la suya, y entrar como miembro de la iglesia a la cual
pertenece el marido. Pero si el joven pertenece a una congregación que es poco
espiritual o modernista, debe ponerse de acuerdo con su novia, de antemano, que
ambos se afiliarán a la iglesia de ella, o si lo prefieren, a otra iglesia
diferente. Debes estar seguro de que tus principales gustos, aversiones y
preferencias sean en algo parecidas a los de su futuro compañero o compañera,
antes de que unáis vuestras vidas terrenales.
El matrimonio
correcto, es el resultado de un correcto noviazgo. Si el noviazgo se realiza
en forma correcta y honorable, con oración, no ha de terminar en un casamiento
que sea un fracaso. Si ambas partes manifiestan santidad y piedad en sus
relaciones entre sí durante el noviazgo, no hay gran peligro de que naufrague
el matrimonio. Cuando el joven y la señorita se reúnen en forma honorable, y
oran y buscan que Dios les guíe en cuanto a sus vidas futuras, el Señor les
hará saber si deben o no unirse en matrimonio.
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