viernes, 13 de diciembre de 2019

AL AIRE DEL DÍA


Oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día. Génesis 3.8


La hora de la comunión
Entendemos por las palabras de este versículo que Dios solía tener comunión con sus criaturas en esa hora del día, porque era el tiempo más propicio para la reflexión y meditación. Cuando Adán y Eva pecaron, enseguida fue interrumpida la comunión. Ellos se encontraron con la conciencia perturbada, y fracasó su esfuerzo en cubrirse con hojas de higuera para la presencia de Dios. El miedo se apoderó de ellos al oír la voz de su Creador. Se escondieron.
Pero, el Dios de luz es también el Dios de amor, y El “arbitra medio para que su desviado no sea de él excluido”. Cristo padeció una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios; 1 Pedro 3.18. El solo puede decir, “Nadie viene al Padre sino por mí”.

La hora del abandono
Las horas más calurosas del día en países de la Biblia son desde las 9:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde. Estas fueron precisamente las horas cuando Cristo fue levantado en cruz. Allí sufrió El por tres horas bajo los rayos del sol sin protección alguna, su cabeza atormentada no solamente por la corona de espinas sino también por el furor del sol al cual fue expuesta. Su sed ha debido ser insoportable, pues clamó: “Sed tengo”. Pero no le dieron agua.
Vinieron tinieblas sobre aquella escena en las cuales nuestro Salvador sintió los horrores de un alejamiento abismal entre su alma y Dios. Él tuvo que soportar el peso tremendo de nuestros pecados y el juicio correspondiente.
Durante toda la época de la ley se sacrificaba en holocausto a Dios un cordero cada mañana y otro cada tarde. El cordero de la tarde se sacrificaba a las 3:00, y ésta fue la hora cuando Cristo clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Fue entonces que se rasgó el velo del templo y Dios abrió un camino nuevo para nosotros hasta su misma presencia; Hebreos 10.19,20. Cristo fue el cumplimiento del tipo del cordero, y el velo un tipo de su cuerpo herido en la cruz.

La hora de la oración
Él nos dio, entonces, el privilegio que nuestros primeros padres perdieron a causa de su pecado. El creyente en Cristo tiene ahora acceso a la presencia inmediata de su Dios, y la invitación es, “Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.16.
En Esdras 9.5 leemos del profeta levantándose de su aflicción, al sacrificio de la tarde, para orar a Dios. El sacrificio de la tarde sincronizaba con la hora de la oración. Cuando llegó esa hora el profeta podía echar su carga sobre Jehová e invocar la ayuda suya a favor de su pueblo. En Hechos 3.1 leemos que Pedro y Juan subían al templo a la hora 3:00, que era la de oración.
Que el Señor nos ayude siempre a apreciar la hora de oración. Después del rigor de la vida diaria con sus faenas y luchas, ¡qué agradable es para el creyente reunirse con sus hermanos en el culto de la oración en tranquilidad y comunión hermanable, y recibir de nuevo refrigerio y fortaleza espiritual!

La hora de la meditación
Isaac, cuando estaba pendiente de la llegada de su novia Rebeca, salió al campo a orar “a la hora de la tarde”. Dios contestó sus súplicas en darle la esposa idónea para él. ¡Cuántos jóvenes fracasan en la vida de casados por no confiar en Dios en la oración! Isaac es un tipo precioso de nuestro Señor Jesucristo, el cual actualmente espera el momento cuando recibirá a su esposa, la Iglesia. Mientras tanto estamos atravesando el desierto y El no cesa de interceder por nosotros.
Hermanos, no descuidemos estos santos privilegios que nuestro Salvador compró para nosotros a precio infinito: la comunión, la oración y la meditación. Ellos refrescan el espíritu, como el aire fresco de la tarde es tan agradable al cuerpo.
S. J. Saword


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