Oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire
del día. Génesis 3.8
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La hora de la comunión
Entendemos
por las palabras de este versículo que Dios solía tener comunión con sus
criaturas en esa hora del día, porque era el tiempo más propicio para la
reflexión y meditación. Cuando Adán y Eva pecaron, enseguida fue interrumpida
la comunión. Ellos se encontraron con la conciencia perturbada, y fracasó su
esfuerzo en cubrirse con hojas de higuera para la presencia de Dios. El miedo
se apoderó de ellos al oír la voz de su Creador. Se escondieron.
Pero, el Dios de luz
es también el Dios de amor, y El “arbitra medio para que su desviado no sea de
él excluido”. Cristo padeció una vez por los pecados, el Justo por los
injustos, para llevarnos a Dios; 1 Pedro 3.18. El solo puede decir, “Nadie
viene al Padre sino por mí”.
La hora del
abandono
Las horas más calurosas
del día en países de la Biblia son desde las 9:00 de la mañana hasta las 3:00
de la tarde. Estas fueron precisamente las horas cuando Cristo fue levantado en
cruz. Allí sufrió El por tres horas bajo los rayos del sol sin protección
alguna, su cabeza atormentada no solamente por la corona de espinas sino
también por el furor del sol al cual fue expuesta. Su sed ha debido ser
insoportable, pues clamó: “Sed tengo”. Pero no le dieron agua.
Vinieron tinieblas
sobre aquella escena en las cuales nuestro Salvador sintió los horrores de un
alejamiento abismal entre su alma y Dios. Él tuvo que soportar el peso tremendo
de nuestros pecados y el juicio correspondiente.
Durante
toda la época de la ley se sacrificaba en holocausto a Dios un cordero cada
mañana y otro cada tarde. El cordero de la tarde se sacrificaba a las 3:00, y
ésta fue la hora cuando Cristo clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” Fue entonces que se rasgó el velo del templo y Dios abrió un
camino nuevo para nosotros hasta su misma presencia; Hebreos 10.19,20. Cristo
fue el cumplimiento del tipo del cordero, y el velo un tipo de su cuerpo herido
en la cruz.
La hora de la oración
Él nos dio, entonces, el privilegio que
nuestros primeros padres perdieron a causa de su pecado. El creyente en Cristo
tiene ahora acceso a la presencia inmediata de su Dios, y la invitación es,
“Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4.16.
En Esdras 9.5 leemos
del profeta levantándose de su aflicción, al sacrificio de la tarde, para orar
a Dios. El sacrificio de la tarde sincronizaba con la hora de la oración.
Cuando llegó esa hora el profeta podía echar su carga sobre Jehová e invocar la
ayuda suya a favor de su pueblo. En Hechos 3.1 leemos que Pedro y Juan subían
al templo a la hora 3:00, que era la de oración.
Que
el Señor nos ayude siempre a apreciar la hora de oración. Después del rigor de
la vida diaria con sus faenas y luchas, ¡qué agradable es para el creyente
reunirse con sus hermanos en el culto de la oración en tranquilidad y comunión
hermanable, y recibir de nuevo refrigerio y fortaleza espiritual!
La hora de la
meditación
Isaac, cuando estaba
pendiente de la llegada de su novia Rebeca, salió al campo a orar “a la hora de
la tarde”. Dios contestó sus súplicas en darle la esposa idónea para él.
¡Cuántos jóvenes fracasan en la vida de casados por no confiar en Dios en la
oración! Isaac es un tipo precioso de nuestro Señor Jesucristo, el cual
actualmente espera el momento cuando recibirá a su esposa, la Iglesia. Mientras
tanto estamos atravesando el desierto y El no cesa de interceder por nosotros.
Hermanos, no
descuidemos estos santos privilegios que nuestro Salvador compró para nosotros
a precio infinito: la comunión, la oración y la meditación. Ellos refrescan el
espíritu, como el aire fresco de la tarde es tan agradable al cuerpo.
S. J. Saword
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