La carne no mortificada
La carne siempre está con nosotros y, a
menos que la venzamos cotidianamente, lo único que nos acarreará serán
problemas. No puedes negociar con la carne no mortificada (insumisa): al final
siempre saldrá ganando.
Esta carne no mortificada nos irá cansando
hasta que estemos totalmente agotados, y al final cedamos a sus deseos. La
única manera de tratar con ella es crucificarla, llevarla a la cruz de Cristo,
lo cual es un acto radical por nuestra parte. Quienes intentan negociar con la
carne y llegan a algún tipo de acuerdo con ella normalmente acaban perdiendo.
La dificultad presente en esta área de peligro es que pasa cada día. No es algo
que podamos solucionar hoy y olvidarnos de ello. La carne está con nosotros día
tras día y, si no tenemos cuidado y no somos conscientes de su peligro fatal,
gobernará nuestra vida diaria.
La norma general en esta área es vencer a la
carne, porque si no la carne te vencerá, y eso no es nada agradable.
Estas fuentes de peligro (el mundo, el
diablo y nuestra carne) son muy reales. El peligro no es imaginario, y los
únicos que no lo tendrán en cuenta serán los temerarios. Si eres un cristiano
responsable, no aceptarás esto como una mera advertencia más. Los sabios
quieren saber dónde están los peligros, cuáles son y cómo pueden reconocerlos y
superarlos.
David dijo: “Jehová, roca mía y castillo
mío, y mi libertador” (Sal. 18:2). Necesitaba ayuda, de manera que dijo:
“Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis
enemigos” (v. 3). Dijo: “[Dios] Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las
muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían; pues
eran más fuertes que yo... Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se
agradó de mí” (vv. 16-17, 19).
Creo que la liberación no solo es posible,
sino también normal para los hijos de Dios, siempre que tengamos los ojos
abiertos. Dios no quiere que vayamos por ahí con los ojos cerrados. Si tenemos
los ojos abiertos, no hay necesidad de que nos golpeen ni de que caigamos.
Independientemente de dónde venga el ataque, da igual quiénes sean los
enemigos: tenemos al Dios de David que nos ayuda. Si clamamos al Señor, nos
escuchará desde su santo templo y enviará ayuda de lo alto, nos tomará y nos librará
de las muchas aguas, y nos salvará porque se deleita en nosotros.
Creo que nunca ha habido otro momento de la
historia en que el pueblo de Dios deba ser más optimista que ahora. Nunca ha
habido un momento en el que deban animarse más que ahora en Dios. Vivimos días
salvajes, turbulentos, peligrosos, dramáticos, y los cuatro vientos soplan con
fuerza sobre el gran mar, y la luna lamenta aquel momento en que se convertirá
en sangre; pero tú y yo no debemos temer. Dios está de nuestro lado, Dios está
en su trono santo y en su templo sagrado, y para el hombre o la mujer que se
atreve a creer no hay peligro alguno.
A.W.Tozer, Los peligros de la fe superficial,
A.W.Tozer, Los peligros de la fe superficial,
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