viernes, 13 de diciembre de 2019

Extractos


La carne no mortificada
La carne siempre está con nosotros y, a menos que la venzamos cotidianamente, lo único que nos acarreará serán problemas. No puedes negociar con la carne no mortificada (insumisa): al final siempre saldrá ganando.
Esta carne no mortificada nos irá cansando hasta que estemos totalmente agotados, y al final cedamos a sus deseos. La única manera de tratar con ella es crucificarla, llevarla a la cruz de Cristo, lo cual es un acto radical por nuestra parte. Quienes intentan negociar con la carne y llegan a algún tipo de acuerdo con ella normalmente acaban perdiendo. La dificultad presente en esta área de peligro es que pasa cada día. No es algo que podamos solucionar hoy y olvidarnos de ello. La carne está con nosotros día tras día y, si no tenemos cuidado y no somos conscientes de su peligro fatal, gobernará nuestra vida diaria.
La norma general en esta área es vencer a la carne, porque si no la carne te vencerá, y eso no es nada agradable.
Estas fuentes de peligro (el mundo, el diablo y nuestra carne) son muy reales. El peligro no es imaginario, y los únicos que no lo tendrán en cuenta serán los temerarios. Si eres un cristiano responsable, no aceptarás esto como una mera advertencia más. Los sabios quieren saber dónde están los peligros, cuáles son y cómo pueden reconocerlos y superarlos.
David dijo: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador” (Sal. 18:2). Necesitaba ayuda, de manera que dijo: “Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos” (v. 3). Dijo: “[Dios] Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo... Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (vv. 16-17, 19).
Creo que la liberación no solo es posible, sino también normal para los hijos de Dios, siempre que tengamos los ojos abiertos. Dios no quiere que vayamos por ahí con los ojos cerrados. Si tenemos los ojos abiertos, no hay necesidad de que nos golpeen ni de que caigamos. Independientemente de dónde venga el ataque, da igual quiénes sean los enemigos: tenemos al Dios de David que nos ayuda. Si clamamos al Señor, nos escuchará desde su santo templo y enviará ayuda de lo alto, nos tomará y nos librará de las muchas aguas, y nos salvará porque se deleita en nosotros.
Creo que nunca ha habido otro momento de la historia en que el pueblo de Dios deba ser más optimista que ahora. Nunca ha habido un momento en el que deban animarse más que ahora en Dios. Vivimos días salvajes, turbulentos, peligrosos, dramáticos, y los cuatro vientos soplan con fuerza sobre el gran mar, y la luna lamenta aquel momento en que se convertirá en sangre; pero tú y yo no debemos temer. Dios está de nuestro lado, Dios está en su trono santo y en su templo sagrado, y para el hombre o la mujer que se atreve a creer no hay peligro alguno.
A.W.Tozer, Los peligros de la fe superficial,

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