sábado, 6 de junio de 2020

EL SERVICIO DE LAS MUJERES EN LA ASAMBLEA CRISTIANA

Así que. como lo iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a si mismo por ella. Grande es este misterio; más yo digo esto con respecto de Cristo y la iglesia Efesios 5:24, 25, 32.


La posición que las Escrituras dan a la mujer en la iglesia es de gran interés, además de ser muy instructiva. El apóstol enseña en el capítulo 5 de Efesios, que la relación del marido con la esposa representa la relación de Cristo y la iglesia. ¡Qué privilegio bendito se ha dado al marido y a la esposa de ordenar su estado conyugal de tal manera que el mundo pueda ver un cuadro de la unión de Cristo con la iglesia! La posición de sujeción prescrita para la mujer en su relación con su marido en la casa, se extiende a su posición en la iglesia, donde también se requiere que ella sea sujeta al hombre reflejando así la sujeción de la iglesia a Cristo. Todo esto no quiere decir que la mujer personalmente sea inferior a su esposo; pero sí quiere decir que en su posición ha de ser sujeta a él.

Estudiemos a la luz de las Escrituras estos dos temas coordina­dos, comenzando con:

I. La Posición de la Mujer en Relación a su Marido.

1. Como Ayuda Idónea a él:

En la creación el hombre fue formado primero, luego la mujer. La historia de la creación de ella es muy instructiva. Léase Génesis, Cap. 2, versos 18-24. "Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas ... y de la costilla ... hizo una mujer. Se destacan dos verdades en esta relación de la creación de la mujer:

a) La   mujer no es independiente del hombre, sino que es parte de él, hecha de su misma costilla — "hueso de mi hueso y carne de mi carne, dijo Adán. Alguien ha dicho que la esposa fue sacada de su costado cerca de su corazón para que él la amara. No fue tomada de su cabeza, para que ella no se enseñorease sobre él; ni tampoco de sus pies, para que no estuviese bajo sus pies en sumisión servil.

 

b) El propósito por el cual Dios hizo la mujer fue para que fuese “ayuda idónea para él”; esto es, ni su ama ni su esclava. Es una parte de su marido, añadida a {el para su complementación. “Le da ella bien y no mal todos los días de su vida” (Proverbios 31:12).

            La vida conyugal tiene su centro en la casa. La esposa preeminente es la que hace de la casa un hogar. Su deber es de gobernar la casa (1 Timoteo 5:14); de amar a su esposo y a sus hijos, haciendo del hogar el centro de su vida. Todo esto es necesario para preservar el tipo divino de la sujeción de la iglesia a su Señor. Insistimos en que se recuerde que esta posición de sujeción no infiere inferioridad per­sonal. Cuando hay dos maestros en una escuela e igualmente capaci­tados entre sí, ello no impedirá que el uno esté sujeto al otro, siendo este director de la escuela.

2. La Mujer Sujeta a su Marido Representa la Iglesia en Sujeción al Señor Jesucristo: Efesios 5:22-33.

Leyendo este pasaje maravilloso, pensamos que el Espíritu de Dios está usando el estado del Matrimonio para ilustrar esa intimi­dad santa que existe entre Cristo y la iglesia, la que será plenamente consumada en Las Bodas del Cordero. Quiere que la sumisión de la esposa a su marido sea un fiel reflejo de la iglesia en sumisión a su Señor. Quiere que haya ese amor y esa solicitud de parte del marido para con su esposa que refleja el amor y la solicitud que Cristo tiene para con su iglesia.

Pero otras veces pensamos que el Espíritu de Dios usa el sim- bolo al revés, demostrando que la santa intimidad que existe entre Cristo y la iglesia se refleja en el estado matrimonial. El marido ha de ser para su esposa lo que Cristo es para la iglesia; y la esposa ha de ser para su marido lo que la iglesia es para Cristo. Si es así, vivi­mos una vida terrenal según el modelo celestial. ¡Qué el Señor nos dé gracia para vivir así!

II. La Posición de la Mujer en la Iglesia Cristiana.

Tal como esposo y esposa conviven en su casa para la vida con­yugal en la esfera hogareña, así los hermanos y las hermanas están juntos en la asamblea para llevar a cabo la voluntad del Señor en la vida espiritual. La posición sumisa requerida de la esposa a su mari­do en el hogar por el Espíritu Santo, se proyecta también en la asam­blea en la convivencia entre hermanos y hermanas.

1.  La mujer ha de callarse en la iglesia.

En el capítulo 14 de Primera Corintios hay mucha instrucción con respecto a los dones de ministerio y su uso en la iglesia. Pero todo eso afecta a los varones en la asamblea. "Vuestras mujeres ca­llen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Cor. 14:34,35).

2.  La mujer no ha de enseñar.

El mandamiento complementario a lo de aprender en silencio es que la mujer no enseñe aun después de haber aprendido. "Porque no permito a la mujer enseñar. . . sino estar en silencio” (1 Tim. 2:12). Este no le será difícil, aunque ella conozca las Escrituras mejor que algunos hombres, si recuerda que Dios le ha confiado a ella el privi­legio de reflejar la sumisión de la iglesia a su Señor. Ella no querrá nunca echar a perder esa ilustración sagrada.

3 la mujer no ha de ejercer autoridad sobre el hombre.

Muchas veces diferencias de juicio surgen en la asamblea con respecto a la administración de los asuntos domésticos, lo mismo co­mo en el bienestar espiritual de la asamblea. Aun en estas cuestiones, la mujer ha de estar sujeta al hombre. "No permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre. Repito: esto no será difícil para la mujer si piensa que es su prerrogativa especial de representar la sumisión de la Iglesia al Señor.

4. Las señales de la sujeción de la mujer: 1 Corintios 11:3-15.

            Las Escrituras exigen dos cosas de la mujer como señales de su sujeción, como asimismo de la Iglesia al Señor:

a) Que ore con la cabeza cubierta: 1 Cor. 11:5, 13.

b) Que conserve su pelo largo, pues no cortado: 1 Cor. 11:5-10.

A causa de que el hombre representa a Cristo, lleva su cabello cortado y ora con la cabeza descubierta. No tiene que haber señales de sujeción aquí; eso echaría a perder la ilustración por completo. En vista de que la mujer es figura de la iglesia, ella lo expresa llevando su cabello largo y cubriendo su cabeza cuando ora. Así como el anillo de oro llevado sobre el tercer dedo de la mano es un símbolo de ma­trimonio, así el cabello largo y la cabeza cubierta son símbolos de sujeción a Cristo. Eso le dará gozo a la mujer, acordándose que es su privilegio particular de enseñar así la sumisión de la iglesia al Señor Jesucristo.

 

III. La Esfera de Servicio de la Mujer

Porque la mujer está en silencio en la iglesia, y no se le permite enseñar, nunca se debe pensar que su esfera de servicio sea sin impor­tancia. A continuación, tiene cuatro funciones que puede desempeñar.

1. Gobernar el Hogar: 1 Tim. 5:14: Tito 2:3-5. Dios ha orde­nado que el hogar sea cual centro de la vida familiar. La esposa es la que hace de la casa un verdadero hogar. Las mujeres mayores han de enseñar a las mujeres jóvenes los deberes y las artes de constituir el hogar, ser prudentes; amara sus hijos, ser templadas, castas, cuidado­sas de la casa, bondadosas, sujetas a sus maridos. Por cierto, ésta es una tarea grande y noble. ¡Cuánto debe la iglesia a las esposas y las madres piadosas quienes han vivido según este modelo escriturario!

2. Benignidad y Buenas Obras: l Tim. 5:10; Rom. 16:1,2; Hch. 18:3. Además de su deber a su familia, una mujer cristiana tie­ne muchas oportunidades de servir a otros, aliviando a los afligidos, haciendo obras caritativas, ministrando a los siervos del Señor, etc.

3. Instrucción Particular: Hch. 18:26. Aunque no se le permitía a Priscila enseñar en la asamblea, ella podía brindar hospitali­dad a Apolos cuando visitaba a Éfeso, y junto con su esposo Aquila, "le tomaron aparte” en su propia casa, "y le expusieron más exacta­mente el camino de Dios.”

4. Testimonio Personal: Fil. 4:3. Pablo menciona a aquellas mujeres que “combatieron juntamente” con él en el evangelio. Aun­que no se les permite predicar en la iglesia, a las mujeres les está per­mitido decir en otras maneras lo que Dios ha hecho para ellas, y así, muchas veces ganar un alma para el Señor. Que ni los hombres ni las mujeres nunca se descuiden de las oportunidades que se les pre­sentan para testificar personalmente de Cristo.

J.R, Littleproud, del Libro Una Asamblea Cristiana, Capítulo 22

Verdades Bíblicas, N° 299-300, 1973


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