El creyente, instruido en la mente
de Dios, no puede hacer menos que admitir que lo que es tenido por iglesia de
Dios ante los hombres no tiene ningún parecido a la iglesia de Dios presentada
en la Escritura. Este grave alejamiento de la Palabra de Dios muestra
claramente que la intención de Dios para con la iglesia, durante su residencia
temporal en un mundo del cual Cristo está ausente, ha sido arruinada en manos
del hombre. Pocos, de hecho, negarían que vivimos en un día de ruina. Es, sin
embargo, de importancia primordial entender claramente lo que nosotros queremos
decir cuando hablamos de la ruina de la iglesia.
Debemos recordar que en la Escritura
la iglesia es contemplada en dos maneras. Por un lado, es presentada conforme
al consejo de Dios; por otro lado, es vista en relación con la responsabilidad
del hombre. En el primer aspecto es presentada en la Escritura como
fundamentada sobre Cristo el Hijo de Dios, compuesta de todos los
creyentes verdaderos, y destinada a ser presentada a Cristo como una iglesia
gloriosa, sin que tenga mancha, ni arruga, ni cosa semejante. Como tal, es el
resultado de la obra de Cristo, y las puertas del infierno no pueden prevalecer
contra ella. Ninguna ruina puede tocar la obra de Cristo, ni hacer anular los
consejos eternos de Dios para Cristo y la iglesia.
En el segundo aspecto, la iglesia es
contemplada como establecida en responsabilidad para testificar de Cristo
durante el tiempo de Su ausencia, y para presentar la gracia de Dios a un mundo
necesitado. ¡Es lamentable! La iglesia ha fracasado completamente en llevar a
cabo esta responsabili-dad. A través de la falta de dependencia en el Señor, de
sumisión al Espíritu, y obediencia a la Palabra, el pueblo de Dios se ha
dividido y se ha dispersado; y la carencia de vigilancia ha terminado en una
vasta profesión que incluye a creyentes e incrédulos. Como resultado, aquello
que pasa ante el mundo como iglesia, lejos de representar la gloria de Cristo,
es 'una negación de la naturaleza, el amor, la santidad, y los afectos de
Cristo.' De esta manera, en la tierra, el testimonio de la iglesia ha sido
arruinado. El hecho de que tengamos que hablar de una iglesia profesante que es
visible, y de una iglesia espiritual compuesta de todos los verdaderos
creyentes, sólo muestra cuán completa es la ruina.
Entonces, si hablamos de vivir en un
día de ruina, queremos dar a entender que nos ha tocado nuestra porción en un
día cuando el testimonio rendido por la iglesia a un Cristo ausente ha sido
arruinado. En los discursos a las siete iglesias en el libro del Apocalipsis
tenemos un perfil profético de la historia de la iglesia en la tierra, vista
como el testigo responsable para Cristo; en ellos tenemos el fracaso progresivo
de la iglesia en responsabilidad predicho con exactitud divina por el Señor
mismo, comenzando con su alejamiento del primer amor, y finalizando con una
condición tan nauseabunda para Cristo que finalmente ella será vomitada de Su
boca.
La Escritura, sin embargo, da luz
adicional con respecto a un día de ruina. En esta Segunda Epístola a Timoteo,
no sólo tenemos la predicción de la ruina, sino que el Espíritu Santo, por
medio del Apóstol Pablo, da instrucciones muy definidas al piadoso acerca de
cómo actuar cuando la ruina ha entrado. No obstante, lo oscuro del día, por
grande que sea la ruina, el pueblo de Dios no es dejado sin la guía divina. La
misericordia de Dios ha marcado una senda para Su pueblo en un día de ruina.
Nosotros podemos carecer de la fe en Dios y de la consagración a Cristo que son
necesarias para tomar la senda; a pesar de todo, ella está señalada en la
Palabra de Dios para la obediencia a la fe.
Así, llegamos a la conclusión de que
dos cosas son necesarias para tomar inteligentemente la senda de Dios en
medio de la ruina. Primero, es esencial que nosotros tengamos algún
conocimiento de la doctrina de Pablo (la cual incluye la verdad del evangelio,
así como la verdad de la iglesia); en segundo lugar, tiene que haber una
correcta condición espiritual. Sin un cierto conocimiento de la iglesia,
tal como es presentada en la Escritura, sería imposible apreciar la extensión
de la ruina; y sin una correcta condición espiritual, el creyente escasamente
estará preparado para tomar la senda que Dios ha señalado en medio de la ruina.
Pablo asume, evidentemente, que
aquel a quien él escribe conoce bien su doctrina. En los capítulos primero y
segundo él se refiere a las cosas que Timoteo había oído de él (2 Timoteo 1:13;
2 Timoteo 2:2); y en el tercer capítulo él dice, "Tú empero has conocido
perfectamente mi enseñan-za". (2 Timoteo 3:10 - VM). No hay, por lo tanto,
ninguna revelación de la verdad de la iglesia en esta Segunda Epístola. Tal
verdad es presentada plenamente por el apóstol en las Epístolas a los Efesios y
a los Colosenses, en la Primera Epístola a los Corintios y en la Primera
Epístola a Timoteo.
La senda de Dios para nosotros en un
día de ruina, y la condición espiritual que se necesita para tomar la senda,
son develadas en este segundo capítulo de la Segunda Epístola a Timoteo. Si
deseamos responder a los pensamientos de Dios en este día de fracaso, nosotros
haremos bien en estudiar, orando sin cesar, este importante pasaje. Las
verdades de este capítulo pueden ser consideradas en el orden siguiente:
(a) La condición
espiritual necesaria para discernir y tomar la senda de Dios en medio del
fracaso de la Cristiandad (versículos 1-13);
(b) Un breve bosquejo del curso del mal que ha
conducido a la corrupción de la Cristiandad (versículos 14-18);
(c) El recurso del piadoso y la senda de Dios
para el individuo en medio de la ruina (versículos 19-22);
(d) El espíritu en el cual enfrentar a
aquellos que se oponen a la senda de Dios (versículos 23-26);
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