sábado, 6 de junio de 2020

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (5)


La senda del Piadoso en un Día de Ruina

 

Capítulo 2

 


            El creyente, instruido en la mente de Dios, no puede hacer menos que admitir que lo que es tenido por iglesia de Dios ante los hombres no tiene ningún parecido a la iglesia de Dios presentada en la Escritura. Este grave alejamiento de la Palabra de Dios muestra claramente que la intención de Dios para con la iglesia, durante su residencia temporal en un mundo del cual Cristo está ausente, ha sido arruinada en manos del hombre. Pocos, de hecho, negarían que vivimos en un día de ruina. Es, sin embargo, de importancia primordial entender claramente lo que nosotros queremos decir cuando hablamos de la ruina de la iglesia.

            Debemos recordar que en la Escritura la iglesia es contemplada en dos maneras. Por un lado, es presentada conforme al consejo de Dios; por otro lado, es vista en relación con la responsabilidad del hombre. En el primer aspecto es presentada en la Escritura como fundamentada sobre Cristo el Hijo de Dios, compuesta de todos los creyentes verdaderos, y destinada a ser presentada a Cristo como una iglesia gloriosa, sin que tenga mancha, ni arruga, ni cosa semejante. Como tal, es el resultado de la obra de Cristo, y las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella. Ninguna ruina puede tocar la obra de Cristo, ni hacer anular los consejos eternos de Dios para Cristo y la iglesia.

            En el segundo aspecto, la iglesia es contemplada como establecida en responsabilidad para testificar de Cristo durante el tiempo de Su ausencia, y para presentar la gracia de Dios a un mundo necesitado. ¡Es lamentable! La iglesia ha fracasado completamente en llevar a cabo esta responsabili-dad. A través de la falta de dependencia en el Señor, de sumisión al Espíritu, y obediencia a la Palabra, el pueblo de Dios se ha dividido y se ha dispersado; y la carencia de vigilancia ha terminado en una vasta profesión que incluye a creyentes e incrédulos. Como resultado, aquello que pasa ante el mundo como iglesia, lejos de representar la gloria de Cristo, es 'una negación de la naturaleza, el amor, la santidad, y los afectos de Cristo.' De esta manera, en la tierra, el testimonio de la iglesia ha sido arruinado. El hecho de que tengamos que hablar de una iglesia profesante que es visible, y de una iglesia espiritual compuesta de todos los verdaderos creyentes, sólo muestra cuán completa es la ruina.

            Entonces, si hablamos de vivir en un día de ruina, queremos dar a entender que nos ha tocado nuestra porción en un día cuando el testimonio rendido por la iglesia a un Cristo ausente ha sido arruinado. En los discursos a las siete iglesias en el libro del Apocalipsis tenemos un perfil profético de la historia de la iglesia en la tierra, vista como el testigo responsable para Cristo; en ellos tenemos el fracaso progresivo de la iglesia en responsabilidad predicho con exactitud divina por el Señor mismo, comenzando con su alejamiento del primer amor, y finalizando con una condición tan nauseabunda para Cristo que finalmente ella será vomitada de Su boca.

            La Escritura, sin embargo, da luz adicional con respecto a un día de ruina. En esta Segunda Epístola a Timoteo, no sólo tenemos la predicción de la ruina, sino que el Espíritu Santo, por medio del Apóstol Pablo, da instrucciones muy definidas al piadoso acerca de cómo actuar cuando la ruina ha entrado. No obstante, lo oscuro del día, por grande que sea la ruina, el pueblo de Dios no es dejado sin la guía divina. La misericordia de Dios ha marcado una senda para Su pueblo en un día de ruina. Nosotros podemos carecer de la fe en Dios y de la consagración a Cristo que son necesarias para tomar la senda; a pesar de todo, ella está señalada en la Palabra de Dios para la obediencia a la fe.

            Así, llegamos a la conclusión de que dos cosas son necesarias para tomar inteligentemente la senda de Dios en medio de la ruina. Primero, es esencial que nosotros tengamos algún conocimiento de la doctrina de Pablo (la cual incluye la verdad del evangelio, así como la verdad de la iglesia); en segundo lugar, tiene que haber una correcta condición espiritual. Sin un cierto conocimiento de la iglesia, tal como es presentada en la Escritura, sería imposible apreciar la extensión de la ruina; y sin una correcta condición espiritual, el creyente escasamente estará preparado para tomar la senda que Dios ha señalado en medio de la ruina.

            Pablo asume, evidentemente, que aquel a quien él escribe conoce bien su doctrina. En los capítulos primero y segundo él se refiere a las cosas que Timoteo había oído de él (2 Timoteo 1:13; 2 Timoteo 2:2); y en el tercer capítulo él dice, "Tú empero has conocido perfectamente mi enseñan-za". (2 Timoteo 3:10 - VM). No hay, por lo tanto, ninguna revelación de la verdad de la iglesia en esta Segunda Epístola. Tal verdad es presentada plenamente por el apóstol en las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, en la Primera Epístola a los Corintios y en la Primera Epístola a Timoteo.

            La senda de Dios para nosotros en un día de ruina, y la condición espiritual que se necesita para tomar la senda, son develadas en este segundo capítulo de la Segunda Epístola a Timoteo. Si deseamos responder a los pensamientos de Dios en este día de fracaso, nosotros haremos bien en estudiar, orando sin cesar, este importante pasaje. Las verdades de este capítulo pueden ser consideradas en el orden siguiente:

 

(a) La condición espiritual necesaria para discernir y tomar la senda de Dios en medio del fracaso de la Cristiandad (versículos 1-13);

 (b) Un breve bosquejo del curso del mal que ha conducido a la corrupción de la Cristiandad (versículos 14-18);

 (c) El recurso del piadoso y la senda de Dios para el individuo en medio de la ruina (versículos 19-22);

 (d) El espíritu en el cual enfrentar a aquellos que se oponen a la senda de Dios (versículos 23-26);


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