domingo, 21 de marzo de 2021

AUNQUE SOLAMENTE SEA FRUTO A TREINTA

 La Semilla en Marcos capítulo 4

Generalmente la parábola de la simiente es leída y explicada para los inconversos, y ciertamente ese es su fin por la respuesta que el Señor dio a los que le preguntaron. Él dijo: “A los que están fuera, por parábolas todas las cosas.” Después de consumada la redención, la predicación del Evangelio pasó a los gentiles, porque al Señor le plugo escoger de entre ellos pueblo para sí. (Hechos 11:18) Todo aquello que estaba encerrado en ministerio y que era exclusivo para un pueblo, le fue quitado el velo para que de una manera sencilla y sin ambages pasase a ser profecía o predicación a los inconversos, doctrina a los convertidos y edificación a los santos.

            Así pues, tomamos de esta parábola los cuatro aspectos y clases de tierra del modo y condición como los creyentes pueden recibir la Palabra del Señor.

            “Aconteció sembrando que una parte cayó junto al camino y vinieron las aves del cielo y la tragaron.” (Marcos 4:3,4)

            Sentimos informar que son muchos los sermones perdidos para muchos creyentes, pues esta clase es superficial; cual nunca han dado cabida a la Palabra del Señor. Pablo señala a ambos sexos de esta manera: “Porque estos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecado, arrastradas por diversas concupiscencias ... Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.” (2 Timoteo 3:6,7)

            Conviene prestar mucha atención a la Palabra de Dios, pues no ignoramos que los enemigos, las aves, vienen de arriba. Son malicias espirituales en los aires que provienen del príncipe de la potestad del aire. Cualquier distracción, preocupación o desanimación aprovecharán estas aves para tragar un sermón íntegro. La caída y el fracaso de muchos creyentes se debe a su irreverencia por la Palabra de Dios. “Han dejado caer la palabra a tierra,” y el enemigo ha tomado la ocasión para blasfemar. “Por lo cual, asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado sois salvos, si no creísteis en vano.” (1 Corintios 15:2)

 

“Y otra parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra, y luego salió porque no tenía tierra profunda.” v.5.

            Ciertamente entre las celdas receptoras del hombre, tres se ajustan mucho a esta parábola: el oído, el intelecto y el corazón. De esta clase se colige que la simiente cayó en una capa de tierra delgada ¾no había profundidad— por debajo la dura “piedra” y por encima la pequeña humedad “apariencia de piedad,” y así no resistió el calor del sol de las nueve de la mañana.

            Ahora notamos que el enemigo viene de abajo, de la piedra no removida. Es la carne que no aguanta la tentación; se pone canija y susceptible. Son los sentimientos sin fricción. “La otra dijo: Ni a mí, ni a ti, partidlo.” (1 Reyes 3:26) “Esperé quien se compadeciese de mí y no lo hubo; consoladores y ninguno hallé ... Pusiéronme además hiel por comida y en mi sed me dieron a beber vinagre.” (Salmo 69:20,21) Esto hicieron con el Señor; lo mismo fue con Esteban; Hechos 7:55-60. Los pequeños inconvenientes escandalizan a los vanos. Por eso muy pocos llegan a “resistir hasta la sangre combatiendo contra el diablo.” (Hebreos 12:4)

“Y parte cayó en espinas, y subieron las espinas y la ahogaron y no dio fruto.” v. 7.

            Aquí parece que la semilla nació y creció en poco pero no llegó a dar frutos porque los abrojos crecieron y taparon la planta. Faltó la vigilancia. Los enemigos vienen de los lados; monte no arrancado. El mundo ocupa los cuatro ángulos del corazón: ahogados de los cuidados, comodidades temporales de pecado, los pasatiempos temporales del pecado, los pasatiempos en la molicie, el amor al dinero.

            Los frutos son del mamón o lechosa “macho.” Esta clase de árboles florea, pero los frutos se consumen en ellos mismos. “Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo.” (Filipenses 2:21) Esta semilla llega un poco más hondo, hasta el intelecto del hombre; su capacidad se desarrolla en los negocios de esta vida para su propio placer y prosperidad temporal.

            Hermanos, las plantas dañinas no se podan; se arrancan. De otra manera van a entretejer sus raíces como lo hace la cizaña entre el trigo. Saúl destruyó lo vil y lo flaco, y perdonó lo grueso y bueno de Amalec con la simulación de ofrecerlo en sacrificio a Jehová, pero la sentencia fue: “Tu desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.” (1 Samuel 15:23)

 

“Y parte cayó en buena tierra y dio fruto que subió y creció.” v. 8

            He aquí la palabra que cae en un corazón ejercitado. Lo primero que reconoce el creyente es que es plantío o labranza de Dios, que toda la sabia y la vida viene de Dios. El creyente viene a ser también “árbol plantado junto a arroyos de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae.”

            Da y vuelve a dar porque la fuente es Dios. Dice un proverbio: “El que da pronto, da dos veces.” De las mujeres que siguieron al Señor y a sus discípulos, primero oyeron el evangelio, creyeron en el Señor, fueron curadas de malos espíritus y luego le servían de sus bienes. (Lucas 8:1-3) Pablo en seguido que creyó dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga?” y toda su vida fue un caudal de frutos para el Señor.

            Ojalá le demos más atención y cabida a la Palabra del Señor, que, si diéramos fruto a treinta, el Dueño de la viña nos regaría más con su bendición para que lo demos a sesenta.

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