La Semilla en Marcos capítulo 4
Generalmente la parábola de la simiente es leída y explicada para los
inconversos, y ciertamente ese es su fin por la respuesta que el Señor dio a
los que le preguntaron. Él dijo: “A los que están fuera, por parábolas todas
las cosas.” Después de consumada la redención, la predicación del Evangelio
pasó a los gentiles, porque al Señor le plugo escoger de entre ellos pueblo
para sí. (Hechos 11:18) Todo aquello que estaba encerrado en ministerio y que
era exclusivo para un pueblo, le fue quitado el velo para que de una manera
sencilla y sin ambages pasase a ser profecía o predicación a los inconversos,
doctrina a los convertidos y edificación a los santos.
Así pues, tomamos de esta parábola
los cuatro aspectos y clases de tierra del modo y condición como los creyentes
pueden recibir la Palabra del Señor.
“Aconteció sembrando que una
parte cayó junto al camino y vinieron las aves del cielo y la tragaron.”
(Marcos 4:3,4)
Sentimos informar que
son muchos los sermones perdidos para muchos creyentes, pues esta clase es
superficial; cual nunca han dado cabida a la Palabra del Señor. Pablo señala a
ambos sexos de esta manera: “Porque estos son los que se meten en las casas y
llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecado, arrastradas por diversas
concupiscencias ... Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al
conocimiento de la verdad.” (2 Timoteo 3:6,7)
Conviene prestar mucha
atención a
“Y otra parte cayó
en pedregales donde no tenía mucha tierra, y luego salió porque no tenía tierra
profunda.” v.5.
Ciertamente entre las
celdas receptoras del hombre, tres se ajustan mucho a esta parábola: el oído,
el intelecto y el corazón. De esta clase se colige que la simiente cayó en una
capa de tierra delgada ¾no había profundidad— por debajo
la dura “piedra” y por encima la pequeña humedad “apariencia de piedad,” y así
no resistió el calor del sol de las nueve de la mañana.
Ahora notamos que el enemigo viene
de abajo, de la piedra no removida. Es la carne que no aguanta la tentación; se
pone canija y susceptible. Son los sentimientos sin fricción. “La otra dijo: Ni
a mí, ni a ti, partidlo.” (1 Reyes 3:26) “Esperé quien se compadeciese de mí y
no lo hubo; consoladores y ninguno hallé ... Pusiéronme además hiel por comida
y en mi sed me dieron a beber vinagre.” (Salmo 69:20,21) Esto hicieron con el
Señor; lo mismo fue con Esteban; Hechos 7:55-60. Los pequeños inconvenientes
escandalizan a los vanos. Por eso muy pocos llegan a “resistir hasta la sangre
combatiendo contra el diablo.” (Hebreos 12:4)
“Y parte cayó en espinas,
y subieron las espinas y la ahogaron y no dio fruto.” v. 7.
Aquí parece que la
semilla nació y creció en poco pero no llegó a dar frutos porque los abrojos
crecieron y taparon la planta. Faltó la vigilancia. Los enemigos vienen de los
lados; monte no arrancado. El mundo ocupa los cuatro ángulos del corazón:
ahogados de los cuidados, comodidades temporales de pecado, los pasatiempos
temporales del pecado, los pasatiempos en la molicie, el amor al dinero.
Los frutos son del
mamón o lechosa “macho.” Esta clase de árboles florea, pero los frutos se
consumen en ellos mismos. “Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de
Cristo.” (Filipenses 2:21) Esta semilla llega un poco más hondo, hasta el
intelecto del hombre; su capacidad se desarrolla en los negocios de esta vida
para su propio placer y prosperidad temporal.
Hermanos, las plantas
dañinas no se podan; se arrancan. De otra manera van a entretejer sus raíces
como lo hace la cizaña entre el trigo. Saúl destruyó lo vil y lo flaco, y perdonó
lo grueso y bueno de Amalec con la simulación de ofrecerlo en sacrificio a
Jehová, pero la sentencia fue: “Tu desechaste la palabra de Jehová, él también
te ha desechado para que no seas rey.” (1 Samuel 15:23)
“Y parte cayó en
buena tierra y dio fruto que subió y creció.” v. 8
He aquí la palabra que
cae en un corazón ejercitado. Lo primero que reconoce el creyente es que es
plantío o labranza de Dios, que toda la sabia y la vida viene de Dios. El
creyente viene a ser también “árbol plantado junto a arroyos de aguas, que da
su fruto en su tiempo y su hoja no cae.”
Da y vuelve a dar porque la fuente
es Dios. Dice un proverbio: “El que da pronto, da dos veces.” De las mujeres
que siguieron al Señor y a sus discípulos, primero oyeron el evangelio, creyeron
en el Señor, fueron curadas de malos espíritus y luego le servían de sus
bienes. (Lucas 8:1-3) Pablo en seguido que creyó dijo: “Señor, ¿qué quieres que
haga?” y toda su vida fue un caudal de frutos para el Señor.
Ojalá
le demos más atención y cabida a
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