Es casi imposible exagerar la importancia de la Biblia en la gloriosa tarea
de ganar almas. Para quien evangeliza es como la espada es para el guerrero
(Efesios 6:17), y como la semilla para el que siembra (Lucas 8:11).
En resumen, la Santa Biblia es el instrumento que Dios usa en la conversión
de los pecadores. “Siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre" (1 Pedro 1:23). También lea Efesios 5:25-26.
A diferencia de cualquier otro libro
en el mundo, “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Ella puede hacer lo
que las palabras humanas jamás podrán.
¿Cómo usa Dios Su Palabra en la salvación de los pecadores? Primero que
nada, el pecador escucha la Palabra, o la lee, o tiene contacto con ella de
alguna manera. El Espíritu Santo de Dios usa la Palabra para:
1. Convencer a
la persona incrédula de que ella es verdaderamente la revelación de Dios,
inspirada e infalible.
2. Convencerlo
del hecho de que es pecador y de que merece el castigo eterno.
3. Mostrarle
que Cristo es el Salvador que necesita. (En la lección 7 veremos por qué esto
es así).
4. Llevarlo a
confesar su pecado, renunciar a cualquier otra esperanza, y confiar
expresamente en el Señor Jesús. Así dice en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por
la palabra de Dios”. Los hombres reciben fe a medida que el Espíritu Santo
hace que la Biblia se vuelva real para ellos.
No hace falta decir que el cristiano debe tener una apreciación correcta
del valor de la Palabra de Dios para poder tratar las almas con inteligencia.
A continuación, algunas sugerencias:
1.
Primero que nada, debe tener en mente que la
Biblia no es su mejor arma, sino su única arma. Muchas veces
se verá tentado a usar la filosofía, la razón y la lógica para contrarrestar
las objeciones de la persona con quien está tratando. Hacer eso sería arrojar
a un lado su espada y exponerse al alcance del enemigo. A menudo, los hombres
mundanos son más adeptos a los argumentos científicos que los cristianos (Lucas
16:8). El ganador de almas debe darse cuenta de que “un solo versículo de la
Escritura vale más que mil argumentos”.
En esta conexión, es bueno recordar que las personas del Antiguo Testamento
tenían prohibido sembrar sus vides con semillas mezcladas (Dt. 22:9). La
lección para nosotros es que debemos usar solo la semilla pura, no adulterada,
de la Palabra de Dios al tratar con los incrédulos, y jamás mezclarla con
argumentos de la ciencia y la filosofía. Es inútil ir más allá del evangelio y
discutir sobre profundas verdades espirituales con quien no puede entenderlas
(1 Co. 2:14). En lugar de discutir sobre verdades tan profundas, como la
elección, la Trinidad, etc., necesitamos mostrarle al pecador que necesita ser
salvo. Los incrédulos están cegados espiritualmente (2 Co. 4:4) y no pueden
ver el valor de las profundidades de Dios. Su primera necesidad es tener la
visión espiritual que viene cuando recibe a Cristo por la fe.
2.
En
segundo lugar, el ganador de almas debe aprender a usar la Palabra ampliamente.
El sabio rey Salomón
escribió: “Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano;
porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es
igualmente bueno” (Eclesiastés 11:6). También lea
Isaías 32:20.
No deberá permitir que las condiciones adversas lo detengan. “El que al viento observa, no sembrará; y el
que mira a las nubes, no segará” (Eclesiastés 11:4). Ni debería dejar de citar la
Palabra cuando se encuentra con la objeción: “No creo que la Biblia sea la
Palabra de Dios”. ¿Qué haría un soldado si su enemigo le dijera: “No creo que
tu espada sea de acero genuino”? Daría otra estocada y le probaría su realidad.
Recuérdele al objetante que su incredulidad no altera la verdad de la Biblia. Y
continúe aplicando la Palabra bajo la guía del Espíritu.
3.
Lo siguiente es aprender a usar la Palabra
sabiamente, dependiendo del Espíritu Santo. El versículo
que Dios use una vez puede ser completamente inapropiado en otra oportunidad.
El Espíritu de Dios nos usará para citar aquella porción precisa de la Biblia
que Él desee emplear.
Esto nos obliga a recordar lo valioso que es memorizar la Escritura. El
Espíritu solo nos “recordará todo” (Juan
14:26) lo que conozcamos de antemano. ¿Cómo puedo pretender que el Señor me use
si no he guardado Su Palabra en mi corazón? Por otro lado, qué maravilloso es
poder recitar el versículo correcto en el momento apropiado, y traer vida, paz
y gozo perdurables a alguna persona.
4.
Entonces debemos aprender a usar la Palabra
con toda la confianza de que Dios la bendecirá. Este es uno
de los grandes estímulos en la obra cristiana, es decir, que la Palabra de
Dios nunca se ministra en el poder del Espíritu Santo sin producir resultados
en los corazones y las vidas.
Dios ha prometido honrar Su Palabra. “Porque como
desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega
la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan
al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la
envié" (Isaías 55:10-11).
Ya que Su Palabra es tan irresistible, invencible y exitosa como la lluvia o la
nieve, se espera que podamos usarla por todos los medios posibles y con
confianza, recordando siempre que nunca se nos promete el mismo éxito al usar
nuestras propias palabras.
Con todo lo dicho, debería ser obvio que siendo la Palabra algo tan
necesario, deberíamos tenerla junto a nosotros todo el tiempo. El soldado
cristiano nunca debería estar sin su espada. Una edición de bolsillo del Nuevo
Testamento ocupa muy poco lugar y no pesa mucho, y cuán importante es tener uno
a mano cuando se presenta una oportunidad.
Por último, abastecerse de buenos tratados
evangelísticos es indispensable. A menudo pueden ofrecerse cuando es imposible
entablar una conversación. El papel desempeñado por los tratados en la salvación
de los que hoy son cristianos es incalculable. No perdamos la bendición de este
ministerio tan beneficioso.
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