5. El Servicio de
Dios en un Día de Ruina
2 Timoteo 4
En el capítulo
tercero el apóstol ha predicho muy plenamente la terrible condición de la
profesión cristiana en los postreros días y, además, ha recordado a los
creyentes la rica provisión que Dios ha hecho para que ellos puedan estar
preparados "para toda buena obra" en un día de mal abundante.
Habiendo
presentado la ruina de la profesión y los recursos del piadoso, Pablo, en este
cuarto capítulo, da instrucciones especiales para el servicio del Señor en el
día de fracaso general.
La experiencia nos dice que en un
día en que el mal va en aumento en la profesión cristiana y en un día de
debilidad entre el pueblo de Dios, el siervo se puede desalentar fácilmente y
desanimarse en su servicio. De ahí la importancia de estas instrucciones en las
cuales el escritor, en lugar de permitir que el estado penoso y desesperado de
la Cristiandad sea una excusa para la apatía de parte del siervo, lo utiliza
como un incentivo para un servicio más ferviente.
(V. 1). El apóstol comienza esta
porción de su enseñanza presentando los argumen-tos de su apelación a los
creyentes a perseverar en su servicio para el Señor. Él habla con toda
solemnidad como estando ante Dios y Cristo Jesús, el gran Observador de nuestra
posición y de la actitud que asumimos, y nos insta al servicio en vista de tres
grandes hechos:
Primero, Cristo es el Juez de vivos
y muertos. Él es el Arbitrador de la senda que caminamos y de nuestra condición
en esa senda. Además, la condición de la profesión cristiana es tal que la
mayoría no es convertida y va camino al juicio, sea como hombres vivientes
cuando Cristo se manifieste o contados con los muertos ante el Gran Trono
Blanco. Nos conviene, entonces, advertir a los hombres acerca del juicio por
venir y señalarles al Salvador.
En segundo lugar, Pablo nos anima a
continuar en nuestro servicio mediante la gran verdad de la manifestación de
Cristo. La mejor traducción es "mediante Su manifestación", haciendo
de esta manifestación un segundo hecho y distinto del juicio de los vivos y los
muertos. Él no habla del rapto de la iglesia, sino de la manifestación de
Cristo para reinar, ya que el galardón por el servicio siempre está conectado
con la manifestación. La Palabra es, "He aquí yo vengo pronto, y mi
galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra."
(Apocalipsis 22:12).
En tercer lugar, somos animados al
servicio mediante la mención de "su reino". Toda alma salvada por
medio de la predicación del evangelio añadirá a la gloria de Cristo cuando Él
venga a reinar y a ser glorificado en Sus santos.
Entonces, ya sea el juicio de los
impíos, el galardón del siervo, o la gloria de Cristo, allí está cada incentivo
para que el siervo persevere en su servicio.
(V. 2). Habiendo indicado los
argumentos de su apelación, el apóstol pronuncia sus encargos para el servicio.
Si los hombres son responsables para con Dios, entonces han de predicar
"la palabra"; tienen que insistir (o "instar" - VM) "a
tiempo y fuera de tiempo". Si Cristo ha de juzgar, entonces han de
redargüir (refutar) y reprender a aquellos que viven de una forma que pide
juicio. Si los santos van a ser galardonados en la manifestación de Cristo,
entonces se tiene que exhortar "con toda paciencia y doctrina."
El siervo tiene que predicar
"la palabra". Esto no es simplemente el evangelio al pecador, sino
"la palabra" de Dios tanto a los pecadores como a los santos. Hay una
necesidad, también, para instar a la predicación, así como a predicar en todo
tiempo. La palabra de Dios es para todos y en todo tiempo. La refutación y la
reprensión se pueden necesitar tanto entre los santos como entre los pecadores.
Pero esto sólo puede ser mediante la predicación de la Palabra, pues es
solamente la Palabra la que redarguye. Podemos procurar redargüir y reprender
mediante nuestras propias palabras y argumentos, sólo para hallar que nosotros
irritamos y provocamos resentimiento. Las reprensiones, si han de ser eficaces,
deben estar basadas sobre la palabra de Dios. Para aquellos que están
dispuestos a someterse a la Palabra y aceptar sus refutaciones y reprensiones,
hay palabra de estímulo.
Cualquiera sea la forma que el
servicio pueda tomar, este ha de ser llevado a cabo con "toda
paciencia" y conforme a la verdad o "doctrina". La Palabra
seguramente hará surgir la oposición de la carne y esto hará que sea necesaria
la paciencia de parte del siervo, y la única respuesta efectiva a la oposición
está en la doctrina o verdad de la Escritura
(Vv. 3, 4). En el primer versículo
el siervo de Dios ha mirado más allá del período presente y, a la luz de lo que
viene, apremia la urgencia del servicio. Ahora nuevamente él mira hacia más
adelante, pero al final del período cristiano, y utiliza la pasmosa condición
que se hallará entre los profesantes del cristianismo como un nuevo incentivo
para la actividad en el servicio. Él ya ha hablado de los falsos maestros que
se meten en las casas; él habla ahora de las personas mismas. Fracasen o no los
maestros, llegará el tiempo cuando las personas, "teniendo comezón de
oír", no soportarán la sana doctrina, sino que "amontonarán para sí
maestros, conforme a sus propias concupiscencias." (VM). Esta no es una
descripción de paganos que nunca han oído la verdad, sino de la Cristiandad en
donde los hombres han oído el evangelio, pero ya no lo soportarán. Aun así,
ellos no renuncian del todo a la profesión del cristianismo pues aún amontonan
para sí mismos maestros, pero tienen que ser maestros que no interfieran con la
gratificación de sus pasiones mundanas al predicar la verdad.
El
hecho de que compañías de cristianos deban escoger un maestro es enteramente
extraño a la Escritura y muestra cuán lejos la Cristiandad se ha apartado del
orden de Dios para Su asamblea. El resultado de este desorden es que demasiado
a menudo el maestro escogido no es más que un ciego guía de ciego, y "si
el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo." (Mateo 15:14). Sucede,
de este modo, que, apartándose de la verdad, los hombres "se volverán a
las fábulas."
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