domingo, 11 de abril de 2021

La Trampa de las Transgresiones Toleradas (4)


 El Chisme

“Me llamo Chisme. No le tengo ningún respeto a la justicia.

Mutilo sin matar, rompo corazones y arruino vidas.

Soy astuto, malicioso, y con el paso del tiempo agarro más fuerza.

Mientras más me citan, más creen. Prospero en todo nivel de la sociedad.

Mis víctimas están indefensas; no se pueden proteger de mí

porque no tengo ni nombre ni rostro. Una vez que mancho alguna

reputación, jamás volverá a ser la misma.

Arruino carreras y causo noches de insomnio.

Creo sospechas y genero angustia. Incluso mi nombre sisea.

Me llamo Chisme”.

Autor desconocido


            Como cristianos somos muy prontos para condenar a aquellos que se involucran en formas serias de asalto verbal: “blasfemadores” (los que denigran, hablan mal o maldicen a otros), “acusadores falsos” (calumniadores - de la palabra griega para el diablo), y “murmuradores” (los que hablan en contra de alguien, o difaman a otros). Pero, ¿excusamos a los chismosos? ¿Somos culpables también de chismear? ¿Compartimos información de las vidas personales de otros que no sirve para ningún propósito noble?

            El chisme es información sobre la con-ducta y vida personal de otros, y a menudo es sensacional e íntima en su naturaleza. La palabra griega para “chisme” significa “susurrar”. La palabra en sí implica algo hablado en secreto que no debería ser mencionado abiertamente. Un “chismoso” e Íntimos.

            Aparte de “chismosos” y “susurradores”, hay otras descripciones a lo largo de la Biblia. El Antiguo Testamento habla de los que “andan en chismes” para describir al que “se dedica a sembrar chismes”, o uno que revela secretos que no deberían ser compartidos. El Nuevo Testamento habla de los que “se entremeten en lo ajeno” para referirse a los que se inmiscuyen en los asuntos de otros, y hablan interminablemente de los asuntos de otros. Una definición bíblica del chisme es la difusión de rumores o secretos, hablando de alguien a sus espaldas, o repitiendo alguna cosa sobre otro que realmente no es beneficioso.

            ¿Por qué nos llama la atención el chisme? El chisme es atractivo, despierta interés, es sensacional y revelador. Las palabras secretas a espaldas de otro le dan al chismoso la sensación de ser conocedor. “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas”, Proverbios 18.8, 26.20-22. Hay algo en nuestra naturaleza pecaminosa y presumida que quiere oír de las fallas y los problemas de otros. En alguna forma perversa sentimos que los defectos de otros nos hacen ver mejor a nosotros mismos.

            Pero la realidad es que el chisme es pecaminoso. El chisme es una característica de los que han rechazado a Dios. Pablo dice del inconverso: “murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos”, Romanos 1.30. El chisme es producto de la naturaleza pecaminosa, no del Espíritu, y por eso Pablo temía que al llegar a Corinto hallaría “contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes”, 2 Corintios 12.20. El cristiano debería evitar el chisme debido a su fuente. Es fruto de la naturaleza caída.

            No solamente es pecaminoso, sino que también es dañino. Traiciona a amigos y causa resentimiento hacia otros. “El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos”, Proverbios 16.28. Chismear divulga secretos y mancha reputaciones, y la gente juzga el carácter de otros basado sobre la información compartida. Hay amistades que son arruinadas cuando se pierde la confianza. “El que anda en chismes descubre el secreto; más el de espíritu fiel lo guarda todo”, Proverbios 11.13.

            Aún más serio es que el chisme genera desconfianza, resentimiento y contiendas entre creyentes. En Proverbios leemos: “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda”, 26.20. Palabras alegadas, motivos insinuados, supuestas intenciones y verdades a medias son la esencia del chisme. El chisme no está comprometido con la verdad. No hay “verificadores de información” para analizar el chisme antes de que se comparta. Mientras más se repite, más se acepta como si fuera verdad. A menudo se perpetúa y le echa leña a los conflictos entre creyentes.

            En las Escrituras se les manda a los cristianos a quitar toda maledicencia y calumnia, y a evitar el chisme. En el Antiguo Testamento Dios dijo: “No andarás chismeando entre tu pueblo”, Levítico 19.16. En el Nuevo Testamento Pablo escribe: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”, Efesios 4.31. Pedro explica el mismo punto: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones”, 1 Pedro 2.1. El cristiano no debe caracterizarse por ninguna forma de expresión difamatoria — maledicencia, detracciones, calumnia e incluso el chisme. Mas bien debe comprometerse a hablar la verdad. “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”, Efesios 4.25.

            Según el Señor Jesucristo, la marca que distingue a los cristianos es que muestren “amor los unos con los otros”, Juan 13.35. El chisme no es amor en acción. Compartir información privada o personal de otros creyentes (especialmente sus fallas y faltas) es lo opuesto a amarlos. El amor “no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad”, 1 Corintios 13.6. “Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”, 1 Pedro 4.8.

            El chisme se disfraza frecuentemente con ropa religiosa. Compartimos información “para que puedas orar”, o para que “sepas cómo es la situación verdadera”. Aunque ciertamente hay ocasiones en las que se requiere compartir información, tenemos que revisar nuestros motivos. ¿Hemos considerado el daño irreparable que nuestras palabras podrán causarles a otros? ¿Las palabras que hablamos han sido verificadas?    ¿Son palabras que destrozarán la reputación de otros? Examinemos, pues, nuestras conversaciones y revisemos bien nuestros motivos. En vez de chismear, hablemos palabras de verdad, motivados por amor.     

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