domingo, 11 de abril de 2021

MEDITACIÓN

 


Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza. (Salmo 62:5)              


            Hay creyentes que a menudo desean hacer una gran obra para el Señor, pero se dan cuenta que deben realizar un trabajo tranquilo en un rincón escondido, y entonces se decepcionan. A veces también se desalientan tristemente de la compañía de creyentes con quienes caminan localmente. Esperaban que Dios convirtiera a una gran can­tidad de personas y que su pequeña reunión se volviera prominente y un centro de bendición, recibiendo públicamente la aprobación del Señor, y en lugar de eso ven debilidad y fracaso, y entonces se decep­cionan. Otras veces nos decepcionamos de los creyentes en gene­ral. Posiblemente nos habíamos imaginado que podríamos reunir a diferentes grupos dispersos del pueblo de Dios para caminar juntos en unidad y amor, solamente para darnos cuenta que esto condujo a discordia y más división, y entonces nuestra decepción aumentó.

Quizás el pueblo de Dios puso grandes esperanzas en el campo misionero. Y miles de misioneros fueron a trabajar en diversas par­tes del mundo, deseando que el baluarte del paganismo fuese que­brantado ante la luz del cristianismo, pero nuevamente se encuen­tran con la decepción debido a que esto es algo muy difícil. Otros tal vez piensan que después de diecinueve siglos de cristianismo, el mundo debería ser moralmente mejor, y en vez de eso deben admitir que jamás hubo tanta rebeldía, y se vuelven a decepcionar.

Sin embargo, si abandonamos nuestros propios pensamientos y buscamos los pensamientos de Dios, entonces no nos decepcio­naremos. Nuestras expectativas a menudo son muy limitadas y nuestras perspectivas muy estrechas. Pensamos en el presente y miramos solamente las cosas que se ven. En lugar de eso, miremos más allá de esta larga y oscura noche, y extendámonos hacia lo que está adelante. Consideremos el gran fin que Dios está obrando; una obra en la que Él está preparando, fuera de la miseria y ruina de este mundo, una Esposa que será apta para todo el amor de Cristo.

C. H. Mackintosh

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