Volviendo al camino
“La
historia de los reyes de Israel terminó con el cautiverio en Babilonia de toda
la nación. Desde allí la tierra de Palestina quedó desolada durante setenta
años a causa del pecado de los que la ocupaban. Terminándose ya aquellos años,
se acercaba la hora en que fuese permitido a los israelitas regresar a su
tierra.
El despertarse es siempre
provechoso, especialmente en lo espiritual. El anhelo de los expatriados crecía
con el tiempo. Suspiraban por la tierra de su natividad. Junto con el
despertamiento en el corazón de ellos, vino un decreto de Ciro, el rey
babilónico, de volver a Palestina todos los que quisieran.
Con los años, muchos de los
israelitas se habían conformado a las condiciones de Babilonia. Los reyes de
Persia los habían tratado con no poca consideración. Tomaban parte activa en
los negocios del país y aun en su gobierno. Se había menguado seriamente el
interés de muchos de ellos en Jerusalén y el culto al Dios vivo. Otros, sin
embargo, oraban continuamente a Dios que viniera el día de su restauración. La
oración nunca es en vano cuando es de acuerdo con la voluntad de Dios.
Se nota claramente ciertos elementos
en relación con este movimiento para volver los israelitas a Palestina. Uno de
ellos es que Dios levantó a determinados hombres poseídos de gran celo por el
honor del nombre de Dios, y otro es el interés que tuvieron por escudriñar
En tiempos más recientes ha habido
otro despertamiento. Los cristianos, que en el principio gozaban de toda la
riqueza de su herencia en Cristo, la habían perdido en gran parte durante
La Santa Biblia, divinamente dada
para guiar en todo asunto de la fe, la habían echado a un lado. Un clero impío
especulaba en las miserables indulgencias. Por ejemplo, cierto infame Tetzel
“vendía” el perdón de antemano por el crimen del homicidio.
El clamor de los afligidos a causa de estos
impíos se oía en el cielo y Dios despertó algunos corazones. Les fue difícil
conseguir ejemplares de
Pero los plebeyos jugaron un papel
principal. Hombres eruditos como Zwinglio, Calvino, Lutero y Knox tradujeron y
predicaron con denuedo. Ellos y los demás redescubrieron verdades como la sola
y absoluta autoridad de
Como en el regreso de los israelitas
de Babilonia, éste no fue un movimiento para ocupar terreno nuevo, sino para
volver a lo que casi todos habían abandonado tiempo antes. Desde los años
apostólicos, Dios no nos ha dado otra revelación.
Habiéndose los israelitas preparado
para volver a su terruño, les fue permitido recuperar de sus conquistadores
muchísimos tesoros perdidos en la forma de vasos de oro y plata. Numerando las
personas según su linaje, y contándose los artículos del templo, salieron en su
marcha peligrosa sin guardia militar, confiando solamente en la mano del Dios
invisible. Llegaron a salvo.
¿El lector habrá apreciado
debidamente el valor de las verdades bíblicas? Son mejores que oro y plata.
Tienen que ver con nuestro destino eterno. Son las verdades en que se holgaban
los primitivos cristianos. Por ejemplo, creían que el hombre, por el pecado que
había en él, estaba perdido aparte de la gracia de Dios; que ninguno podía
hacer nada para salvar su propia alma; que Jesucristo vino para salvar a los
pecadores, que su sangre otorga una perfecta redención y le daba al más humilde
creyente acceso directo al trono de la gracia divina.
En los siglos X al XVI, y aun antes,
estas verdades eran desconocidas a las masas de la humanidad. Muchos de los que
se llamaban cristianos creían los que enseñaban un clero ignorante de la
doctrina bíblica. Oían y creían que el alma puede salvarse sólo si uno observa
los ritos y ceremonias de una religión que en gran parte imita el paganismo,
adaptada al país o cultura del lugar y con una chapa de tradiciones y lenguaje
cristianos. El bautismo de niños, la confirmación, la confesión auricular y la
misa son ejemplos de estas ceremonias con su respectiva tarifa, practicadas en
un intento vano a lograr la vida eterna y con desprecio a la sangre derramada
una vez por todas en el Calvario.
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