domingo, 22 de agosto de 2021

SIETE FACTORES POR LOS CUALES LA FE PUEDE SER NEGADA

 La fe en 1 Timoteo

José Naranjo

1.    Naufragio en la fe                 à  por mala conciencia                                 à1 Timoteo 1:11

2.    Apostatar de la fe                  à  por oír espíritus de error                           à 1 Timoteo 4:1

3.    Negación de la fe                  à  por irresponsabilidad familiar                  à1 Timoteo 5:8

4.    Falsear la fe                           à  por infidelidad a Cristo                             à1 Timoteo 5:12

5.    Descaminado de la fe           à  por amor al dinero                                    à1 Timoteo 6:10

6.    Extraviados de la fe               à  por recibir falsa ciencia                            à1 Timoteo 6:21

7.    Reprobados acerca de la fe  à  por corrupto entendimiento                      à 2 Timoteo 3:8

 


            Se ha comparado la fe a un barco que surca las aguas de este mundo, cuya carta marítima, figura de la Palabra de Dios, y su brújula de orientación, tipo del Espíritu Santo, se encargan de guiar nuestro barco seguro a la patria celestial. Pablo estaba seguro de esto y pudo decir: “El tiempo de mi partida está cercano ... He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4:6,7)

            Hay los que creen que han alcanzado todo; se han hecho sabios. El asunto empieza por tolerar una cosa pequeña, no juzgando el pecado. Dicen: ¿Qué hay de malo en eso? ¿No es uno libre para seguirse por su propia conciencia? La cosa va en aumento; de una piedra va una base, de una base una pared y de una pared una casa. La conciencia se ha cauterizado; todo lo que rebosa es sabiduría, y el naufragio de la fe es inevitable.

            ¡Cuántos cadáveres están boyando en las aguas de esta vida porque no fueron consecuentes al aviso cuando la conciencia era sensible! Se acumuló tanto daño que la conciencia fue contaminada. (Tito 1:15) Había algunos en la iglesia de Sardis a quien el Señor dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre que vives y estás muerto. Sé vigilante y conforma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.” (Apocalipsis 3:1,2)

            No obstante, negar a Cristo es apostasía. Negar la doctrina fundamental de nuestra fe es apostasía. Hay muchos que, como Judas, anduvieron muy cerca de la verdad, pero nunca llegaron a “comprar la verdad,” y, después que han sido atrapados “por espíritus de error y doctrinas de demonios,” no tienen suficiente valor moral para regresar confesando su pecado, sino que mitigan el extravío, ensalzando el error y diciendo: Ahora sí estamos en la verdad; antes éramos unos ignorantes. Así ha sucedido con algunos que han abrazado la herejía de los llamados testigos de Jehová y otros que han abrazado las extravagancias del pentecostalismo.

            Pero, ¿a quién se manifiestan estas cosas? A los que no están conforme con la pureza y sencillez de la doctrina. “Antes teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4:3,4) En vista pues de tanta apostasía alrededor, “No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas, porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no en viandas que nunca aprovecharán a los que anduvieron en ellas.” (Hebreos 13:9)

            Son muchos los lectores de la Biblia que le pasan por alto a ese versículo en 1 Timoteo 5:8 (“Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”), el cual encaja muy bien para estos tiempos, cuando algunos padres cristianos se han preocupado más en llenar de ciencia la cabeza de sus hijos que el corazón de gratitud a sus padres y de amor y obediencia a Dios.

            Muchos son los hijos que se levantan y se olvidan de la responsabilidad a los padres. Hace algún tiempo que pude presenciar cuando una madre reclamaba a su hijo, que tenía varios meses que no le daba nada. El hijo discutía con la madre, alegando que no le alcanzaba el sueldo porque tenía cuatro hijos, estaba pagando una casa y alguno había enfermado en la casa, pero yo, que conocía al sujeto, porque viví en el mismo vecindario, sabía que todo era evasivo, pues esa persona podía sostener lujo y comodidades vanidosas.

            Los frutos de un verdadero creyente se ven en un cambio grande al sentir responsabilidad para con los suyos. Cumple con sus obligaciones. Inculca en sus hijos la caridad cristiana, reconociendo a sus ascendientes vivos hasta la cuarta generación. La ingratitud es señal manifiesta de los últimos tiempos. “Desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad.” En días de este mismo año, dos jóvenes agredieron a puñetazos y puntapiés a la madre, porque ésta les recriminó fabricar bombas en su hogar.

            No sólo las viudas jóvenes quebrantan la primera fe; también el que se casa con un infiel o divorciado, el que haya mayor satisfacción en la compañía de inconversos que en la comunión de sus hermanos, el que deja de asistir a los cultos y se arrellana en un sillón a ver televisión, el que deja de asistir a la cena del Señor para ir a la playa: el corazón de los tales ha falseado. Un nuevo afecto morboso se ha metido en su vida que la hace quebrantar su primera fe.

            Eso le pasó a Mical, la esposa de David. Parece que se entregó en los brazos de otro hombre, sin protesta alguna, mientras David estaba desterrado. Así le pasó a Demas, ofuscado con la populosa Roma. Abandonó a Pablo, “amando a este siglo.” Si esto se hace con los que estamos viendo, ¡cuánto más con el Señor que está ausente! “Guardaos pues en vuestros espíritus y no seas desleales.” (Malaquías 2:16

            El amor al dinero abre las agallas de la avaricia y cierra las entrañas de compasión y sentimiento. El socio del avaro es una persona llamada yo: “mis frutos, mis alfolíes, mis bienes, mi alma, mi pan, mi agua, mis víctimas, mis esquiladores.” (Lucas 12:16-24, 1 Samuel 25:11) Giezi vio las riquezas de Naaman y las codició. ¡Cuán grande privilegio tenía este hombre de servir al siervo de Dios! Pero no estaba contento con lo presente. La codicia le hizo matemática para distribuir la plata en “vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas.” (2 Reyes 5:20-27)

            Miles han descaminado de la fe, no por tener dinero, sino por amor al dinero. Qué diferente al hermano acomodado de Colosas, Filemón. “Porque tenemos gran gozo y consolación de tu caridad, de que, por ti, oh hermano, han sido recreadas las entrañas de los santos.” (Filemón 7)

            Ciencia es el conjunto de conocimientos relativos y variados. Yo digo que debiera tener una sola aplicación: a Dios y al conocimiento que tengan los hombres de Dios, revelado en la palabra de Dios. “Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” (1 Corintios 1:30)

            Desgraciadamente el enemigo ha presentado al mundo la falsamente llamada ciencia. En los días de Pablo y Timoteo proliferaban las falsas doctrinas y teorías extraídas de metes fértiles en ideas, y con estas ciencias muchos estaban atacando las virtudes de nuestro Señor Jesucristo. Había los que abundaban en fábulas. Himeneo y Fileto enseñaban que la resurrección era ya hecha. (2 Timoteo 2:17,18) Otros enseñaban filosofías y vanas sutilezas. (Colosenses 2:8) Hoy la falsa ciencia se ha multiplicado y algunas de sus escuelas han cambiado de nombre, como los llamados testigos de Jehová que enseñan la misma teoría del arrianismo. “Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica.” (Santiago 3:15)

            “Que seamos librados de hombres inoportunos, porque no es de todos la fe.” (2 Tesalonicenses 3:2) Ciertamente que tales personas no tienen ni aun un pensamiento honesto. Estos son de aquellos a quien el Señor dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los puercos; porque no las rehuellen con los pies, y vuelvan y os despedacen.” (Mateo 7:6) La visión de éstos llega solamente a la nariz. Estos hechiceros Jannes y Jambres eran tercos como sapos que quieren salir del encierro cabeceando la pared. ¿No vieron esos hombres cuándo “la vara de Aarón devoró las varas de ellos?” (Éxodo 7:10-12)

            Hay personas que un día gustaron del evangelio; luego cayeron. Hoy su entendimiento es tan corrompido que no quieren que se les hable nada del evangelio.

            El Señor rogó por Pedro que su fe no faltara. Pedro tuvo su momento de cobardía, pero no falseó su fe. Que también a nosotros nos guarde para que el enemigo no nos arrebate el tesoro de nuestra fe.

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