domingo, 22 de agosto de 2021

Ganando Almas a la manera bíblica (8)

 Fe y confesión

William Macdonald

                                              


Cuando una persona tiene una apreciación adecuada de su propia pecaminosidad e indignidad, generalmente no está lejos del reino. Ahora, la tarea del ganador de almas es presentarle al Señor Jesucristo como el Único que es capaz y está dispuesto a salvarlo, y como Aquel en quien debería creer.

            ¿Qué significa creer en Jesús? Significa recibirlo por medio de un cla­ro y decisivo acto de fe como Señor y Salvador personal. Este acto de fe no necesita ser oral o público, pero debe ser de corazón y sincero.

            La Biblia usa muchas ilustraciones diferentes y ejemplos de lo que significa creer en el Señor.

            Creer es mirar, según Isaías 45:22. Vea también Juan 3:14.

            En Lucas 8:44, una mujer tocó el borde del manto de Cristo, ex­hibiendo de esta manera una fe salvadora en El.

            En Juan 1:12, es equivalente a recibirlo. La salvación es compara­da con un regalo que los hombres reciben por fe (Romanos 6:23).

            En Juan 4:14, la salvación es comparada con el agua que debe ser bebida por fe.

            Juan 6:35 habla de manera similar de Cristo como el Pan de Vi­da, que debe ser comido por almas hambrientas.

            En Juan 10:9, el Señor Jesús habla de Sí mismo como la Puerta que lleva a la salvación.

            Es beneficioso para el obrero cristiano tener estas y otras ilustracio­nes de la fe disponibles para usar según lo amerite la ocasión.

            El Espíritu Santo usa diferentes ideas o imágenes en diferentes ca­sos para llevar a una persona a Cristo. No hay dos testimonios de con­versión que sean exactamente iguales. Si fuéramos a estudiar la expe­riencia de los personajes bíblicos, veríamos cuán variadas fueron. Por tanto, la conversión podría describirse como sigue:

            Jacob—peleó con Dios hasta que Dios resultó victorioso (Génesis 32:24-32). En tales casos, creer es similar a una entrega incondicional.

            Rut—encontró satisfacción en una persona (Rut 3). Aquí la fe po­dría compararse a la frase “Sí, acepto” en una ceremonia de matrimonio.

            Naamán—obedeció un mandato que parecía sin sentido (2 Re­yes 5). La verdadera confianza en Cristo se ríe de las imposibilidades y descansa confiadamente en Él. La verdadera fe y la obediencia son in­separables.

            Job—alcanzó las profundidades de la desesperación, y luego cla­mó a Dios para que lo librara 0ob 42:1-6).

            Jonás—huyó de Dios hasta que Él lo alcanzó Jonás 2). Solo des­pués de su amarga experiencia Jonás confesó: “La salvación es de Jehová" Jonás 2:9).

            Lázaro—fue levantado de entre los muertos Juan 11:43). Para muchos, creer es simplemente obedecer la vivificante Palabra de Dios: “Sal fuera".

            El hijo pródigo—volvió al hogar de su padre donde pertenecía (Lucas 15:11-24). Sin duda esta descripción responde a la experiencia de muchas almas vagabundas que se han arrepentido y también a los descarriados.

            8.Saulo de Tarso—fue detenido de repente y cayó al suelo (He­chos 9:3-4). Aquí se resalta el trato soberano de Dios con el hombre. La fe de Saulo se manifestó cuando confesó a Jesús como Señor (versí­culos 5 y 6).

            Cuáles sean los términos utilizados, o si se da en varias oportunida­des, lo más seguro es decir que involucra el reconocimiento de nuestra necesidad, la confesión de nuestra incapacidad para satisfacer esa nece­sidad y una total confianza en que el Salvador hará como prometió.

            Conectadas con el tema de creer, hay dos preguntas que surgen con frecuencia.

            1. ¿La fe en Cristo es un acto definitivo o es un proceso pro­longado? La respuesta es que mientras los pasos que guían a la con­versión pueden extenderse durante un período de tiempo, debe llegar el momento en que uno toma esa gran decisión.

            Esto lo demuestra Romanos 8:9: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Una persona puede tener o no al Espíritu Santo. Cuando nacemos en el mundo, el Espíritu Santo no mora en nosotros. Él establece su morada en nosotros solo cuando somos salvos. Por tan­to, debe haber un momento definido en el que esto acontece. Es una locura que la gente diga: “Siempre he creído en Cristo”. Eso sería lo mismo que decir: “Siempre he tenido el Espíritu de Cristo”.

            2. ¿Debo saber la fecha de mi conversión? La respuesta para esto es “No”. Muchas personas atraviesan un tiempo de tribulación es­piritual, dudas y desasosiego, y entonces no recuerdan la fecha exacta en la que se entregaron a Cristo. Donde ha habido verdadera fe, Dios conoce la fecha, y eso es lo que cuenta.

            El apóstol Pablo dijo: “porque yo sé a quién (no cuándo) he creí­do" (2 Ti. 1:12). Lo importante es saber que está confiando en Cristo en este momento.

            Muy vinculado al tema de creer está la confesión. El Nuevo Testamen­to no enseña que la confesión de Cristo sea esencial para alcanzar la salva­ción, pero sí enseña que cuando una persona es salva confiesa a su Señor.

            1. Romanos 10:10, “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Este es el orden divino. Primero, el hombre cree y es salvo. Luego, confiesa según la salvación que ha recibido.

            2. Marcos 16:16, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”.  Puesto que somos conscien­tes de que hay gran diferencia de opiniones respecto a este versículo, sugerimos la siguiente interpretación. Aquí el bautismo es un símbolo de la confesión que sigue inevitablemente a la conversión. Por tanto, ambas están unidas y muy relacionadas. Ese bautismo no es necesario puesto que la salvación se muestra en la última parte del versículo, “más el que no creyere, será condenado”. Aquí el bautismo es omiti­do. El factor decisivo es la fe en Cristo.

            Él urgió repetidamente a sus seguidores a que Lo confesaran de­lante de los hombres (Mt. 10:32). Cuando tratamos con otros, tene­mos que transmitir de igual manera la responsabilidad de hablar con denuedo para el Señor.

“Si confía en Jesús,

Debería hablar de Él,

Aunque se humillara hasta el polvo,

Si le ama, dígalo.

Si cree en Jesús,

Y recibió Su salvación,

No haga que el Espíritu se angustie,

No se demore, dígalo.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario