La Glotonería
Algo para digerir...
pero no demasiado
De
todos los pecados que tienen que ver con el cuerpo, probablemente la glotonería
sea el que menos se toca desde el pulpito y en forma impresa. La borrachera, los
pecados sexuales, y la lengua incendiaria son rotundamente condenados y reciben
una significativa atención en predicaciones y artículos, y con razón. Pero,
¿cuándo fue la última vez que usted escuchó un mensaje en cuanto a la gula? La
falta de atención que se le da a este tema se puede comprender. Todos tenemos
que comer. Y mientras comemos, probablemente confesaríamos que en ocasiones
cruzamos la línea entre mera-mente satisfacer nuestra hambre y la esfera
pecaminosa de la indulgencia excesiva.
En
la Biblia, la glotonería se menciona frecuentemente con la borrachera (Dt
21.10; Pr 23.20-21; Le 7.34). Entonces, un glotón, o comilón, es alguien que
come más de lo saludable, o que come en exceso. Es completamente aceptable
disfrutar buenos alimentos. La Escritura dice: “No hay nada mejor para el
hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Yo he visto que
también esto es de la mano de Dios. Porque ¿quién comerá y quién se alegrará
sin El?” (Ec 2.24-25 NBLH). Pero el mismo escritor dice: “Bienaventurada tú,
tierra, cuyo rey es de noble cuna y cuyos príncipes comen a su debida hora,
para fortalecerse y no para embriagarse” (Ec 10.17 NBLH). Disfrutar los
alimentos es un regalo de parte de Dios, pero a esto le acompaña una advertencia
en comer, banquetes y fiestas. Él mismo asistió a tales eventos. Y dijo: “Vino
el Hijo del Hombre, que come y bebe” (Mt 11.19). También dio la promesa de que
comeremos con Él en las bodas del Cordero (Ap 19.9). Pero sabemos que la
acusación de sus adversarios de que Él fuera glotón (Mt 11.19) era falsa. ¿Por
qué? ¿Por qué le gustaba comer? No. El Hijo impecable de Dios rehusó agradarse
a Sí mismo (Ro 15.3).
Glotonería,
no obesidad
La
obesidad no es un sinónimo de glotonería. Ni tampoco es justo tildar a una
persona obesa de glotón. Hay muchas razones por las cuales una persona puede
pesar mucho o muy poco (por ejemplo, sus antecedentes familiares, condiciones
médicas, edad, falta de sueño). Somos propensos a ver a los obesos e
inmediatamente concluir que pasan demasiado tiempo a la mesa, y es posible.
Pero el hombre que se devora tres platos enormes y luego “lo quema” en el
gimnasio por dos horas no recibe ninguna crítica. El doctor tal vez le diga que
está dentro del rango de peso ideal, pero sus acciones son glotonas.
Comer
para vivir, no vivir para comer
Para muchos es obvio que estamos viviendo en
una cultura obsesionada con la comida. El canal de televisión “Food NetWork”
sigue teniendo una audiencia televisiva increíble, con más de 1.1 millones de
personas que lo sintonizan cada noche, haciendo que sea una de las 10
principales cadenas de televisión por cable en los Estados Unidos por cuatro
años seguidos (2009-2012). Constantemente estamos buscando nuevos restaurantes,
nuevos sabores, nuevos recetarios, y nuevas vacaciones con todo incluido.
Quizás sea una búsqueda de “opciones saludables”, pero la señorita en la fila
del supermercado que tiene su carrito lleno de alimentos orgánicos, bajos en
grasa, altos en fibra, sin OMG, puede estar tan obsesionada con la comida como
la señorita en la fila del bufet esperando llenar sus tres platos. Tenemos que
asegurarnos de no estar violando el principio de 1 Corintios 6.12: “Todas las
cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna”. Eso puede
suceder tanto si la comida que consumo es alta en grasas saturadas, como si no
tiene nada de grasa.
El Corazón, No el estomago
Cuando
dejamos que el vientre sea un dios (Fil 3.19) por comer demasiado o por no
comer lo suficiente, somos culpables. La gula no es tanto un asunto del
estómago, sino un asunto del corazón. John Piper dijo: “Gran parte de la gula
nace del aburrimiento. La vida no satisface o no es estimulante, las relaciones
se sienten vacías, y el trabajo aburre, pero la comida siempre está presente y
sabe muy bien”. La comida no nos juzga, ni nos evalúa, ni nos condena, ni nos
manipula. Podemos pasar el tiempo que queramos con la comida, sin ningún temor
al rechazo o al dolor. Pero eso es porque es comida; y jamás llegará a ser más
que comida. Solo Dios, con sus buenas dádivas y su Espíritu satisface el alma
anhelante, y llena el alma hambrienta con bondad (Sal 107.9).
Cuente
bendiciones, no calorías
Para evitar la glotonería,
tenemos que abordar la alimentación de manera diferente. Una cosa que podemos
hacer es comenzar cada comida con gratitud a Dios por su provisión (1 Ti 4.4).
Mientras muchos viven empobrecidos en este mundo, nosotros podemos contar las
bendiciones que recibimos de parte de Dios. Hay muchos creyentes hoy en día que
oran fervientemente: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mt 6.11). Sería
muy difícil excedernos si tuviéramos a estos creyentes en nuestros corazones.
De manera práctica, otra cosa que
podemos hacer es establecer un horario definido para comer. Es mucho mejor ser
controlado por el reloj que por nuestros deseos.
Si usted batalla con la gula, evite
los restaurantes estilo bufet. Ponerse en esta situación es como poner a un
alcohólico en la barra de una cantina.
Trate de no comer solo. Es mucho más
fácil comer excesivamente cuando no hay nadie que lo esté mirando.
Sobre todo, podemos desarrollar el
dominio propio en nuestras vidas por el poder del Espíritu Santo (Gá 5.22-23).
Este autocontrol abarca toda área de la vida, incluyendo la esfera de la
comida.
Mientras escribo esto, estoy viendo
un texto colgado en la pared de nuestra cocina. “Entonces, ya sea que coman,
que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios
(1 Co 10.31 NBLH).
Algo
para digerir... esperamos que sea justo lo necesario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario