lunes, 25 de octubre de 2021

LA FORTALEZA DEL CREYENTE

 

El poder de la oración


            Desde siglos pasados hasta los días presentes ha habido en el mundo muchos hombres y mujeres de oración. Algunas de sus derrotas se debieron al descuido en la oración; las victorias que alcanzaron fueron debidas al ejercicio de oración.

            David fue hombre destacado en la oración, y muchas veces no procedía sin tener la seguridad que era la voluntad de Señor. Las citas de un solo capítulo de la Biblia, 1 Samuel 23, bastarían para probar la piedad de aquel hombre:

·         oración por hacer la guerra a los filisteos, vv. 1,2

·         oración para no dejarse intimidar por el miedo, vv. 3,4

·         oración para saber los planes de sus enemigos voluntarios, vv. 9-11

·         oración para descubrir la ingratitud de los kellanos, v.12

         Creemos que las composiciones de David y muchos de sus salmos piadosos fueron el resultado de oraciones anticipadas. Varios de los salmos de David son de acciones de gracias a Dios por haberlo librado de caer en manos de sus enemigos.

         Hablando de una manera general, hemos llegado a los tiempos que nos bastamos a nosotros mismos, y esta salvaguarda tan poderosa que es la oración la hemos reducido, administrándola por gotas.

·         No oramos como deberíamos orar:            “Con deprecación y súplica en el espíritu.”

·         No oramos lo que deberíamos orar:           “Por nada estéis afanosos, sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración.” (Filipenses 4:6)

·         No oramos cuando deberíamos orar: “Orando en todo tiempo.”

·         No oramos por lo que deberíamos orar: Que vivamos en paz, piedad y honestidad. Que la Nación sea guardada del Concordato, del comunismo, del espíritu de los últimos tiempos llamado nacionalismo, y del otro espíritu peor, el amor a sí mismo.

            Hermanos, estamos en tiempos en que Venezuela necesita mucha de la oración de hombres y mujeres espirituales: el desparpajo político de la Nación, la división en la familia a causa de los partidos e ideologías políticas, la libertad confundida por los inmorales sin Dios. Nuestras instituciones peligran a causa del vandalismo. Estamos próximas a nuevas elecciones presidenciales; se han abierto las agallas a los ambiciosos de mando. Venezuela está expuesta a una rebatiña. Jugando están con el país como cucaracha en baile de gallinas.

            No son los discursos, ni los votos, ni los dólares; es la oración de los justos que obra eficazmente que puede salvar las libertades garantizadas en la Constitución de Venezuela. Hay un monstruo terrible echando sus sombras sobre este pobre mundo; es la sombra del mismo anticristo que quiere asentar sus garras en nuestra patria, haciendo promesas de libertad nacional.

            Hombre de oración fue Pablo. Sus epístolas nos dan una idea de la constancia de aquel hombre en la oración. (2 Timoteo 1:3) Pero si el Hijo de Dios nuestro Salvador tuvo que orar y lo hizo muchas veces, ¡cuánto más necesitamos nosotros la oración! Los tiempos son peligrosos. Tenemos que orar por nosotros mismos para que el Señor nos haga más humildes. Se dice que San Agustín oraba a Dios diciendo: “Señor, guárdame del vicio de mi propia vindicación.”

            Nuestra solicitud en oración debe ser: “Enséñanos a orar.” (Lucas 11.1) Muchos no sabemos pedir (Marcos 10:38); otros no tienen lo que desean porque no piden. (Santiago 4:2) Y no recibimos porque pedimos mal (Santiago 4:3). Pero al que sabe pedir Dios dice: “Te he dado las cosas que pedisteis.” (1 Reyes 3:13)

            Ana sintió la necesidad de un reformador en Israel y pidió un Samuel, y Dios le oyó. Varios siglos después, otra Ana oraba de día y de noche y hablaba a los que esperaban en Jerusalén la redención de Israel. (1 Samuel 1 y Lucas 2:36-38)

            Las derrotas de algunos hombres que agradaron a Dios fueron debidas a algún descuido en oración. David se fue para el otro lado sin buscar la dirección del Señor (1 Samuel 27) Si no hubiera sido por el cuidado que Dios tenía por su sirvo, David se hubiera hallado en un dilema, peleando en compañía de los enemigos contra Israel. (1 Samuel 29) Josafat no oró a Dios para salir a pelear con el rey Achab a Ramot de Galaad, y escapó por misericordia de Dios. (2 Crónicas 18:3,31,32) Josías no oró al Señor para combatir a Necao. El murió, para mayor gloria de Dios y de su siervo, pues Dios lo llevó con anticipación para que no viera el juicio que iba a venir a la nación de Israel por sus pecados. (2 Crónicas 35:2-24)

            Hermanos, hay mucho porqué orar: porque los nuevos creyentes sean convertidos de veras, porque seamos librados de hijos extraños, porque los jóvenes sean fuertes y venzan al diablo, porque las jóvenes sean más santas y menos coquetas, por los ancianos para que hagan su obra con alegría, por el reparto con oración de El Mensajero Cristiano, La Voz en el Desierto y toda otra literatura sana, que no quede amontonada en casa, por el esfuerzo de los siervos del Señor en expandir el evangelio, porque haya un avivamiento en la familia para el estudio familiar. No hay espacio para indicar los problemas, los matrimonios, la conducta de los hijos, el ejemplo de los padres.

            En fin, hermanos: Velemos y oremos para que no entremos en tentación. “Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. (Mateo 26:41, Marcos 13:33)
José Naranjo

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