Mensajero Mexicano,
2007/18
…[L]a
negación de Pedro no fue algo instantáneo, sino un proceso. Así también... su
restauración al servicio del Señor no fue inmediata, sino que tardó un poco de
tiempo.
Sabemos que cuando llega un pecado a
nuestras vidas la comunión con nuestro Padre se rompe, y sentimos que hay una
nube entre nosotros y el cielo. Estoy seguro que en el lapso de tiempo entre su
negación y su restauración Pedro se sentía bastante triste, no solamente debido
a su pecado, pero también pensando en la razón por la cual tuvo que morir
Jesucristo.
Pero, como sabemos, ¡la historia no termina así! Pedro
llegó a ser bastante útil en la obra del Señor. Predicó el día de Pentecostés y
vio el poder de Dios manifiesto en salvación.
¿Cómo es que empezó Pedro a reaccionar después de haber
negado a Cristo? Bueno, primero hubo la MIRADA PENETRANTE de Cristo. Lucas
22:61 dice: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro.” Estoy convencido de que
no fue una mirada condenadora, ni dura, sino una mirada de compasión y dolor.
Comprendamos que nuestro Dios y Salvador no es duro, sino que nos ama y quiere
ver nuestro bien. ¡Qué bueno es cuando nos fijamos en Él y entendemos que nos
ve! Hebreos 12:2 “Puestos los ojos en Jesús.”
Pero cuando Cristo le miró, empezó a funcionar la MEMORIA
PROPIA. Dice Mateo 26:75 que “entonces Pedro se acordó de las palabras de
Jesús, que le había dicho: antes que cante el gallo, me negarás tres veces.” Sé
que estamos viviendo en diferentes días, pero ocupamos tener la Palabra de
Dios, no solamente en nuestra memoria, sino también en nuestro corazón. Es la
Palabra de Dios que nos va a ayudar cuando hayamos cometido un pecado y
buscamos el camino de regreso a Dios. Salmo 119:49 “Acuérdate de la palabra
dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.” Temo que muchas veces la
fuente de nuestras fallas es la falta de tener la Palabra en nuestro corazón,
pero a la vez la falta de restauración se debe a lo mismo.
Después de haber recordado las palabras de Cristo, hubo
en Pedro una MOLESTIA PROFUNDA. Mateo 26:75 nos informa que “saliendo fuera,
lloró amargamente”. Podríamos llamar esta molestia el arrepentimiento. Pablo
dice a los Corintios: “Porque la tristeza que es según Dios produce
arrepentimiento para salvación”. (2 Corintios 7:10) Lo mismo aplica a la
restauración después de pecar. Hay tristeza que no lleva al arrepentimiento,
pero así no fue el caso con Pedro. Pedro reconoció, como nosotros tenemos que
reconocer, lo grave que es el pecado. El mundo no ve el pecado como Dios lo ve,
pero si vamos a ver restauración en nuestras vidas, veámoslo como algo grave
que ofende la santidad de nuestro Dios.
Interesante es notar que antes de ser totalmente
restaurado al servicio, hubo una MANIFESTACION PRIVADA de Cristo a Pedro. No
sabemos nada de los detalles de ese encuentro, pero Pablo es el que comenta “y
que apareció a Cefas (Pedro), y después a los doce”. (1 Corintios 15:5) La
restauración es algo privado que sucede entre el creyente que haya pecado y su
Padre. David pudo orar “límpiame de mi pecado...reconozco mis
rebeliones...contra ti, contra ti solo he pecado...vuélveme el gozo de tu
salvación”. (Salmo 51) El reconocía que en el caso de su pecado no hubo
sacrificio acepto, pero fue directamente a Dios y habló con Él. Cristo, en su
abundante gracia, apareció a Pedro en el camino y los dos hablaron. Seguramente
corrieron lágrimas de parte de Pedro en la confesión de su pecado, pero Cristo
le manifestó su gracia de nuevo en aquel día inolvidable.
Recuerde que en cierta manera la negación de Pedro fue
pública. Lleguemos a la playa unos días después y veamos a Cristo
manifestándose a los discípulos por tercera vez. Les da a comer y mira a Simón
Pedro. “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” Tres veces Pedro escucha
la misma pregunta. Tres veces contesta que sí. Ahora Cristo le está dando un
MANDATO PUBLICO, delante de los otros apóstoles: “Apacienta mis ovejas”. (Juan
20:15) Creo que esto fue el último paso, y muy necesario, para que no solamente
Pedro, pero también sus hermanos en la fe, supieran que Cristo le estaba dando
un encargo especial, habiéndole perdonado por su pecado. Obviamente hay casos
cuando la restauración no es tan pública, porque el pecado no fue público y no
afectó en manera grave al testimonio de la asamblea. Pero, debemos de recordar
que Cristo perdona y quiere que sigamos en su servicio.
Más allá de los límites de esta meditación está la tarea
de buscar en las Escrituras otros ejemplos en los cuales vemos cómo hombres y
mujeres de la antigüedad le fallaron al Señor, pero también descubrieron la
dicha de que se les concediera una segunda oportunidad. ¿Qué de Abraham, Jacob
David, Noemí, Jonás o Juan Marcos?
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