La cena del Señor exige normas
Si
hubo un gran movimiento e inquietud entre los hebreos el día 14 de mes de abid
en toda la región de Gosen en Egipto, fue porque aquella noche se iba a dar
principio a la pascua: La muerte del cordero, cuya sangre untaba en el dintel y
en los dos postes de la puerta, daría seguridad los que estaban adentro de la
casa, para no ser tocados del ángel destructor: “Verá la sangre y pasaré de
vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de
Egipto”. (Éxodo 1:13) Garantía era también que desde aquella noche en adelante
empezarían a formar una nación libre del yugo de Faraón. La pascua sería para
Israel la fiesta nacional de más resonancia.
Si hubo un gran
movimiento e inquietud en toda la nación hebrea, fue la noche que el Señor Jesucristo
fue entregado, porque se iba a dar fin a la pascua antigua de los hebreos para
dar cumplimiento a la realidad, e inaugurar la cena del Señor. “Nuestra pascua,
que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. (1 Corintios 5:7)
El Señor y los discípulos
estaban grandemente preocupados por la celebración. “¿Dónde quiere que
preparemos para que comas la pascua?” (Mateo 6:17, Lucas 22:15) Todo esto
induce a pensar que la preocupación no era tanto por lo que iba a ser
establecido en figura de la muerte del Señor. Dos cosas tenían que recordar
Israel en la pascua al esparcir la sangre: liberación de la muerte y, al comer
del cordero, liberación política y ciudadana. Dos cosas estableció el Señor, el
pan y el vino, con el fin de grabar un acicate de dos cosas en su Iglesia por
toda su peregrinación en la tierra. “Tu nombre y tu memoria son el deseo de
nuestra alma. Haced esto en memoria de mí”. (Isaías 6:8, 1 Corintios 11:4,5)
Por tanto, la cena del
Señor, siendo tan solemne en su cumplimiento y obediencia, exige varias normas
de mucha consideración.
· Es una tradición invariable
“Yo recibí del Señor lo
que también os he enseñado”. (1 Corintios 11:23) Pablo observó mucho celo y
cuidado con aquel depósito de enseñanzas que tal vez recibió en los montes de
Arabia, y sin cambiar en nada enseñó para que
· Es una institución santa
“El Señor tomó pan, y
habiendo dado gracias, lo partió. Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por
vosotros es partido”. (1 Corintios 11:4) Fue nuestro Señor Jesucristo quien la
instituyó; no fue Pablo, ni los apóstoles, ni
· El motivo es la memoria
“Haced esto en memoria
de mí”. (1 Corintios 11:25) No podemos figurar a Cristo por uno de esos de
retrato, de busto, o de estampas. El hortelano podría tener algún parecido con
Jesús, pero María Magdalena dijo: “Si tú lo has llevado, dime dónde lo has
puesto y yo lo llevaré”. Contemplamos por la fe a un Cristo, no según la carne,
sino al Señor glorificado: “En medio de los siete candeleros, a uno semejante
al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta sus pies, y ceñido
por el pecho con un cinto de oro. Mi amado es blanco y rubio, señalado entre
diez mil”. (Apocalipsis 1:13, Cantares 5:10-16)
· Es una responsabilidad colectiva
“Así, pues, todas las
veces que comieres este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que venga”. (1 Corintios 11:26) Más que un deber, es el amor a
Cristo que nos hace juntar a la cena del Señor. Esos símbolos sobre la mesa son
representativos de unidad y comunión. Si ocupamos nuestro lugar a la cena del Señor,
establecemos que no somos disidentes a la unidad. Sólo tres motivos impedían al
israelita celebrar la pascua: viaje, inmundicia o enfermedad. “Todas las veces
que esto hiciereis” está ligado con,
“para que cada uno reciba según haya hecho
mientras estaba en el cuerpo”. (2 Corintios 5:10)
· Necesita una preparación personal
“De manera que
cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente,
será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”. (1 Corintios 11:27)
Participar de la cena del Señor es privilegio de todos los redimidos, pero mira
cómo lo hagas. Dios no da por inocente al que viola su santuario. Participar de
la cena del Señor descuidadamente, con pecado no confesado, pleito no
arreglado, cuerpo no lavado, ropa desaseada: esa es la “mosca muerta en el
perfume del perfumista”. Así, como en la iglesia de los corintios, hoy también
muchos están llevando en su cuerpo la consecuencia de su imprudencia. Enfermedad,
incompatibilidad en la familia, situación precaria de su economía, son a veces
el resultado de participar impuro de la cena del Señor.
· Es para que el Señor sea glorificado
“Si, pues, nos
examinásemos a nosotros mismos no seríamos juzgados; más siendo juzgados, somos
castigados del Señor, para que no seamos condenados con el mundo”. (1 Corintios
11:30-32) Hermanos, ninguna felicidad terrena puede compararse ni impedir la
comunión con el Señor. Entonces merece la pena sacrificar cualquier goce temporal,
y decir como el salmista: Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi
Dios, que habitar en las [grandezas] moradas de maldad”. (Salmo 84:10)
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