sábado, 16 de julio de 2022

LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES (5)

 

2.12 al 30: El ejercicio de “este sentir”


            En el 1.27 el apóstol les exigió a los cristianos en la asamblea estar firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes. Ahora en los primeros versículos del capítulo 2 enuncia cuatro condiciones que producirían armonía en la asamblea cuando se convierten en realidad, afirmando el principio de la negación propia y un profundo interés en otros. Habiendo expuesto ese principio en toda su perfección en Cristo, procede a exhortar a los creyentes a la obediencia, poniendo el principio por obra, 1.12.

            El testimonio para Dios, y el placer que produciría la asamblea para Dios, estaban en peligro de naufragar por el desacuerdo entre los santos. El resguardo contra este fracaso sería que cada uno en la asamblea practicara este principio. Esto es lo que debían hacer con temor y temblor, conociendo lo engañoso de sus propios corazones, pero conscientes de la ayuda divina, 2.12,13. Donde hay en la congregación un anhelo profundo por la armonía, desaparecerán la contención, murmuración y disputa, las cuales sólo producen la insatisfacción y sospecha. Esto es imprescindible si vamos a manifestar un carácter como el de Cristo en medio de las tinieblas morales en derredor.

En los versículos 17 al 30 la perfección evidente en Cristo se ve en las vidas de Pablo, Timoteo y Epafrodito.

            En Pablo vemos el contentamiento de estimar a otros como mejores que él. Su humildad se deja ver en su placer por ser la parte menor del sacrificio derramado sobre la mayor parte que era el testimonio y servicio para Dios de la asamblea en Filipos, 2.17,18. La asamblea es siempre mayor que el siervo.

            En Timoteo vemos carácter, estaba dispuesto a servir. Timoteo tenía un anhelo sincero por el bienestar espiritual de todo el pueblo de Dios, y con gusto trabajaba para este fin, consciente del valor de la asamblea en la estimación divina. “Mirad por vosotros mismos, y por todo el rebaño…”, exige Pablo en Hechos 20.28, “para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Los filipenses conocían el servicio abnegado de Timoteo, 2.19 al 24.

            En Epafrodito encontramos consecuencia; o sea, la conducta correspondía a lo que profesaba, y por lo tanto estaba dispuesto a sacrificarse por su prójimo. Aunque estaba a punto de morir, no quería que la congregación estuviese ansiosa por él.

            Así, estos hombres manifestaban en su modo de vivir el principio de la humildad y renuncia propia en su servicio para bien de otros, dejando entrever la estima que guardaban por los creyentes y la unidad de la asamblea.        


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