2.12 al 30: El
ejercicio de “este sentir”
En
el 1.27 el apóstol les exigió a los cristianos en la asamblea estar firmes en
un mismo espíritu, combatiendo unánimes. Ahora en los primeros versículos del
capítulo 2 enuncia cuatro condiciones que producirían armonía en la asamblea
cuando se convierten en realidad, afirmando el principio de la negación propia
y un profundo interés en otros. Habiendo expuesto ese principio en toda su perfección
en Cristo, procede a exhortar a los creyentes a la obediencia, poniendo el
principio por obra, 1.12.
El testimonio para Dios, y el placer
que produciría la asamblea para Dios, estaban en peligro de naufragar por el
desacuerdo entre los santos. El resguardo contra este fracaso sería que cada
uno en la asamblea practicara este principio. Esto es lo que debían hacer con
temor y temblor, conociendo lo engañoso de sus propios corazones, pero
conscientes de la ayuda divina, 2.12,13. Donde hay en la congregación un anhelo
profundo por la armonía, desaparecerán la contención, murmuración y disputa,
las cuales sólo producen la insatisfacción y sospecha. Esto es imprescindible
si vamos a manifestar un carácter como el de Cristo en medio de las tinieblas morales
en derredor.
En los
versículos 17 al 30 la perfección evidente en Cristo se ve en las vidas de
Pablo, Timoteo y Epafrodito.
En Pablo vemos el contentamiento de
estimar a otros como mejores que él. Su humildad se deja ver en su placer por
ser la parte menor del sacrificio derramado sobre la mayor parte que era el
testimonio y servicio para Dios de la asamblea en Filipos, 2.17,18. La asamblea
es siempre mayor que el siervo.
En Timoteo vemos carácter, estaba
dispuesto a servir. Timoteo tenía un anhelo sincero por el bienestar espiritual
de todo el pueblo de Dios, y con gusto trabajaba para este fin, consciente del
valor de la asamblea en la estimación divina. “Mirad por vosotros mismos, y por
todo el rebaño…”, exige Pablo en Hechos 20.28, “para apacentar la iglesia del
Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Los filipenses conocían el
servicio abnegado de Timoteo, 2.19 al 24.
En Epafrodito
encontramos consecuencia; o sea, la conducta correspondía a lo que profesaba, y
por lo tanto estaba dispuesto a sacrificarse por su prójimo. Aunque estaba a
punto de morir, no quería que la congregación estuviese ansiosa por él.
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