domingo, 30 de julio de 2023

Las zorras pequeñas y la vid

 

Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne, Cantar de los Cantares 2.15



El amado en el Cantar puede ser visto como una figura de Cristo y la esposa una figura de la Iglesia. “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”, Efesios 5.25 al 27. El amor es mutuo: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”, 1 Juan 4.19.

Es el amado quien habla en el versículo citado del Cantar, y ella le responde luego. El la convida levantarse para acompañarle: “Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”.

Pero hay cambio de tema. Él le advierte a ella del peligro de las zorras, las cuales pueden echar a perder la vid cuando está para fructificar. El capítulo 5 del libro abre con la esposa dormida. Cuando él la llama, ella se encuentra tan ocupada con sus propios asuntos que no le atiende. El sale, y ella le va a encontrar después, pero con mucha dificultad. En cuanto a nosotros, nuestra unión con Cristo es inquebrantable, por cuanto Él nos compró, pero nuestra comunión con él es muy frágil. Al perder esta comunión, debemos buscarla enseguida.

Las zorras pequeñas son juguetonas, pero con sus uñas y dientes pueden echar a perder mucho fruto. Queremos dar a esto una aplicación en el reino espiritual, y es la costumbre que se observa cada día un poco más de parte algunas hermanas en Cristo de usar un poquito de pintura para hermosear su apariencia. Es cuestión de una moda mundana de parte de quienes no son del mundo.

El amado en el Cantar deseaba ver el rostro de su esposa. Y, ¿no contrista a nuestro Amado cuando El ve a las damas cristianas adoptando esta mundanalidad? En la Biblia hay un solo caso de una mujer que se pintaba, y es el de la reina pagana Jezabel, quien verdaderamente era una tigra. Cuando ella oyó que el capitán Jehú venía eliminando a los enemigos de Dios, ella “se pintó los ojos con antimonio, y se asomó a una ventana”. No hubo misericordia para ella.

Algunas damas tienen mala conciencia en este asunto, y aplican tan sólo un mínimo de pintura. Parece que tratan las cosas de Dios a medias. El mejor proceder sería el de botar de una toda la cajita de cosméticos, dándole espalda a la práctica. Así se podrá cantar mejor:

Dejo el mundo y sigo a Cristo,

porque el mundo pasará;

Mas su amor, amor bendito,

por los siglos durará.

Bajo la dispensación de la Ley las prohibiciones abundaban, con el castigo correspondiente para el transgresor. En la dispensación presente, la gracia nos enseña que, “renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”, Tito 2.12. La gracia no es un permiso para hacer lo que queremos, sino un poder divino y dinámico que impulsa a los hijos de Dios a rechazar las vanidades de “este siglo malo”, y mantener un testimonio positivo delante del que no es salvo.

En el mundo, el que no sigue las modas vanidosas tiene que sufrir oprobio. Pero entre el pueblo de Dios el que haya adoptado las tales vanidades se halla como “pájaro pintado”. ¡Cuánto mejor será abandonar por completo las cosas mundanas a todo costo para agradar al Señor! “Llevad mi yugo sobre vosotros”, dice El, “y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”.

La palabra pintar se encuentra solamente cuatro veces en toda la Biblia, y en cada caso se relaciona con algo condenado por Dios. Tres veces tiene que ver con la pintura usada para embellecerse uno.

En Ezequiel 23.40 leemos: “Por amor de ellos te lavaste, y pintaste tus ojos, y te ataviaste con adornos”. Las palabras se refieren a la condenación de Israel por su prostitución espiritual con los enemigos de Dios. En Jeremías 4.30 encontramos: “Aunque pintes con antimonio tus ojos, en vano te engalanas; te menospreciarán tus amantes, buscarán tu vida”. Otra vez se refiere a la defección de Israel y las funestas consecuencias de procurar el prestigio en vez de andar en comunión con Dios. En 2 Reyes 9.30, “Jezabel ... se pintó los ojos con antimonio”. Ella es la mujer más infame de toda la historia bíblica.

Ahora, en lugar de pensar tanto en el lado negativo, o en lo que no debemos hacer, reflexionemos en una vida positiva para el Señor. “Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”, 1 Corintios 6.20. Y, en Romanos 12.1 leemos: “Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo ...”

Antes de ser salva una persona, el entendimiento está controlado por el dios de este mundo, Satanás, la serpiente antigua quien pudo engañar a nuestra primera madre, Eva. Ella vio que el árbol era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría. Ha podido preguntar qué había de malo en eso, pero fue seducida; despreciando la palabra de Dios, cayó en la trampa.

Además de las exhortaciones de Pablo, contamos con la de Juan: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”, 1 Juan 2.15,16.

El tercer testigo que queremos citar es el apóstol Pedro. “Asimismo vosotras, mujeres ... vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos; sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”, 1 Pedro 3.3,4.

En Colosenses 3 el apóstol amonesta a los que han resucitado con Cristo a poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, habiéndose despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo. Dios quiere la sencillez y la sinceridad en los suyos. “Sed imitadores de Dios”, es la exhortación a “los hijos amados”, quienes no querrán seguir las vanidades del mundo ni buscar la ostentación personal.

Santiago Saword

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