domingo, 30 de julio de 2023

Figuras de Cristo (19)

 El velo, el arca y el propiciatorio (Éxodo 26:31-32;25:10-22; 37:1-9)

W.A. Deans

Un velo dividía las dos partes del Tabernáculo. Estaba hecho de lino fino y tenía figuras de ángeles hechas con hilos azul, púrpura y escarlata, Éxodo 26:31,32.

Solamente el Sumo Sacerdote podía entrar al lugar santísimo una vez en el año, en el día de la expiación. En esa ocasión, él tenía que rociar sangre sobre el propiciatorio. Esta sangre era por sí mismo y por los pecados de todo el pueblo, Hebreos 9:6,7.

Muchos años después, los israelitas vivieron en la tierra de Canaán y construyeron el templo en lugar del tabernáculo. En ese tiempo ellos ya no eran peregrinos por el desierto y no tenían que trasladar el tabernáculo de un lugar a otro. El velo dividía el Lugar Santo del Santísimo en el templo, lo mismo que en el tabernáculo. Nadie podía entrar en el Lugar Santísimo, excepto el Sumo Sacerdote.

Pero cuando el Señor Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rompió en dos partes de arriba a abajo. Ahora, el camino está abierto para que los creyentes se acerquen a Dios. Desde que Cristo murió no hay nada que impida acer­carse. Hoy tenemos completa libertad para entrar al Lugar Santísimo por medio de la muerte del Señor Jesucristo. Él ha abierto para nosotros un camino nuevo, un camino vivo, a través de su propio cuerpo. El velo se rompió y su cuerpo fue muerto. Él es el Gran Sumo Sacerdote en la casa de Dios. Así que podemos acercarnos a Dios con corazones sinceros y con la seguridad de que hemos sido limpios de una conciencia culpable, Hebreos 10:19-22.

Volvamos ahora a pensar en el tabernáculo en el desierto. El arca estaba en el Lugar Santísimo y en la cubierta del arca estaba el propiciatorio, Éxodo 25:10-12.

El arca era de madera de acacia y estaba cubierta de oro por dentro y por fuera. Medía tres cuartos de metro de alto y tenía cuatro argollas, una en cada esquina. Los sacerdotes ponían dos varas cubiertas de oro a través de esas argollas y cargaban el arca cuando el pueblo se trasladaba de un lugar a otro.

La cubierta del arca era de oro puro. De la misma pieza de oro los trabajadores hicieron las figuras de dos querubines que se enfrentaban uno al otro en la cubierta. Entre ellos el Sumo Sacerdote colocaba la sangre del sacrificio del altar de bronce. Esta cubierta se llamaba el Propiciatorio.

 


Había tres cosas sobre el arca. Los versículos 3 y 4 de Hebreos 9 nos dicen que contenía, primero, la urna de oro con el maná; segundo, la vara de Aarón que reverdeció y tercero, las tablas de piedra con las palabras proféticas escritas en ellas. La urna de oro contenía maná que los israelitas comieron en el desierto. Este maná no se pudrió. Esto recordaba a Israel, que Dios los alimentó fielmente cuando estuvo en el desierto. Para nosotros, el maná es una figura de Cristo, el Pan de Vida, Juan 6:31-35; 50 y 51.

La vara de Aarón que reverdeció, Números 17:5-11 estaba en el arca para recordar a Israel el pecado del pueblo, Números 16. Dios castigó a los rebeldes que habían tratado de convertirse en sacerdotes. El dijo a Moisés que pusiera doce varas secas, una por cada tribu dentro del tabernáculo por la tarde, para que Dios mostrara a cuál había escogido para que fuera su sacerdote. Por la mañana, solamente la vara de Aarón tenía signos de vida, había empezado a crecer. Podemos ver en esta vara una figura de Cristo, que murió y recibió vida de nuevo y trajo fruto cuando fue levantado de la muerte, Juan 12:24.

Las tablas de piedra estaban en el arca en el tabernáculo y en el templo, pero el maná y la vara de Aarón solamente estuvieron en el tabernáculo. Las tablas de piedra per­manecieron para mostrar que la ley de Dios no pasará nun­ca. El Señor Jesucristo no vino para destruir la ley, sino para cumplirla, Mateo 5:17.

El propiciatorio de oro puro muestra cómo puede un hom­bre enco ntrar a Dios. La sangre del sacrificio se ponía sobre el propiciatorio. Dios puede tener comunión con los hombres por medio del Señor Jesucristo, quien soportó la ira de Dios y derramó su sangre por nosotros.

Los querubines de oro que estaban sobre el propiciatorio, no tenían espadas de juicio como aquellos que guardaron el Huerto del Edén, después de que Adán y Eva pecaron y tuvieron que dejar el Huerto. Estos querubines miraban la sangre sobre el propiciatorio. Los hombres han infringido la ley de Dios, pero ahora, esta ley ha sido puesta bajo la sangre de redención, la sangre del sacrificio y los pecadores pueden obtener paz con Dios.

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