2.1 al 10: Vida nueva y creación nueva
¡Qué triunfo es la vida de entre los muertos! El gran
poder de Dios realizó no sólo la resurrección de Cristo, sino también una vida
nueva para nosotros. Estábamos muertos; muertos para Dios, del todo insensibles
a sus derechos sobre nosotros, 2.1. Desde luego, teníamos buena respuesta a las
insinuaciones sutiles de Satanás que gobiernan a los hombres de este mundo.
Esto, dice Pablo, era el caso con el judío y el gentil.
Éramos todos hijos caracterizados por desobediencia, y por esto hijos que
provocaban la ira de Dios, 2.2,3.
Pero Dios ha actuado. Considérese su gran amor con que
nos ha amado; reflexione en las abundantes riquezas de su gracia hacia
nosotros. Por gracia, el favor inmerecido de Dios, hemos sido salvos. “Aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos)”.
La salvación de nuestros pecados es un proceso diario a
medida que vayamos velando y orando y nuestro Señor intercede por nosotros. Él
“puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos”, Hebreos 7.25. La salvación de la
presencia del pecado es futura. “Ahora está más cerca de nosotros nuestra
salvación que cuando creímos”, Romanos 13.11. Pero ya hemos sido salvos del
castigo eterno de nuestros pecados. Podemos decir que “nos salvó, no por obras
de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”, Tito 3.5.
Dios ha actuado de tal manera que en los siglos venideros
podrá desplegar las incomparables riquezas de su gracia hacia nosotros. Somos
hechura suya, una creación nueva. No nos podemos atrever a jactarnos
secretamente, ni estar satisfechos, en cuanto a nuestros esfuerzos. “No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico
se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová …”, Jeremías 9.23,24. Así como el
elogio para una buena obra va al artesano que la hizo, también la alabanza para
la obra de Dios en nosotros es exclusivamente suya.
Pero Dios tiene también un propósito presente. Somos
creados de nuevo para andar, caminando paso a paso a lo largo de la vida, en
una senda de buenas obras. Existimos para hacer conocer el carácter de Dios
quien es bueno y hace lo bueno, siguiendo en las pisadas de Aquel que andaba
haciendo bienes. Debemos hacer bien a
todos, especialmente a los que son de la familia de los creyentes, Gálatas
6.10.
Dios ha designado nuestras buenas obras: dar a los
necesitados, visitar a los enfermos, practicar la hospitalidad. Oremos que a
diario estemos preparados para toda buena obra; digamos como el rey David, “:
¿No ha quedado nadie … a quien haga yo misericordia de Dios?” 2 Samuel
9.3. “Recuérdales”, escribió Pablo, “que estén dispuestos a toda buena obra”,
Tito 3.1.
Dios “nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús”, Efesios 2.5,6.
K.T.C. Morris
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