miércoles, 29 de noviembre de 2023

Elimelec y Noemí

 El relato trágico de la emigración de Elimelec, Noemí y su familia de Belén de Judá hasta la tierra de Moab tiene su trasfondo en “los días que gobernaban los jueces”, Rut 1.1. Eran días cuando cada uno hacía lo que bien le parecía, como leemos dos veces en el libro de Jueces. Esto se veía en la vida religiosa, política y social, con su repercusión en la esfera de la familia. La consecuencia fue, y siempre 

será, el castigo de Dios, desastre, injusticia, corrupción y miseria.

 El libro de Rut comienza con hambre en la tierra, y no dudamos que fue enviada por Dios para que su pueblo examinara sus caminos. Él quería que le buscaran, porque es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, Salmo 46.1. Pero el orgullo del ser humano buscaría una vía de escape en vez de oír la exhortación de Santiago 4.10: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

Elimelec fue así. Él y su familia contaban con la herencia que Dios les había dado en un lugar favorecido como era Belén, “la casa de pan” y la ciudad donde nacería David y donde el Rey divino se haría carne para morar entre los hombres. ¿Estaba esa familia en peligro de perecer de hambre? No; el nombre Elimelec quiere decir, “Dios es mi Rey”. ¡Qué reconocimiento de la autoridad soberana y la gracia divina! ¿Acaso moriría Elimelec en manos de ese Rey?

Si Dios era su rey, bien ha podido Elimelec dejar su caso con él, sometiéndose a las circunstancias que el Rey estaba ordenando o permitiendo. Cuando nuestro Señor Jesucristo fue sometido a la prueba del hambre, El no aceptó la salida fácil que el tentador le sugirió, sino confió en la Palabra de Dios y se sujetó a la voluntad suya.

Pero aquí encontramos a uno cuya falta de fe le hace abandonar el lugar señalado por Dios. Si él hubiera podido prever la magnitud del desastre que esta iniciativa iba a traer sobre la familia (“Porque ninguno de vosotros vive para sí”, Romanos 14.7), él no hubiera emprendido el viaje. Este padre de familia dio la espalda a “la casa de pan” y se apartó por su camino para hacer lo que bien le parecía.

Su decisión condujo al alejamiento y una muerte prematura, y en esto percibimos causa y efecto. Pobre Noemí testificaría años después, “Me fui llena”. No había por qué dejar Belén; otros se quedaron, y Dios les guardó en los años de hambre. Pero lo que impulsó a esta pareja fue su bien material, aun a expensas de su bien espiritual. Al fin, perdieron lo uno y lo otro. “Jehová me ha vuelto con las manos vacías”, fue como la esposa resumió la experiencia.

Cuán importante es tener la confianza de estar en la voluntad del Señor antes de tomar un paso. Una traducción de Salmo 17.2 es, “¡Que venga de ti mi sentencia, pues tú sabes lo que es justo!” Examinemos nuestros motivos, acaso dejemos lo que Él nos ha asignado, y sepamos que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”, 1 Timoteo 6.6. Si la codicia nos está impulsando a realizar un cambio, entonces es pecado. Si es por falta de fe en Dios y su Palabra, es incredulidad. Pongamos, pues, la gloria de Dios por delante antes de movernos.

La primera mención del asunto es que esta pareja iba a morar en Moab, 1.1. La Versión Moderna dice habitar temporalmente y la Reina-Valera de 1909 lo expresa como peregrinar. Así fue que apaciguaron la voz acusadora de su conciencia. Pero ellos continuaron en Moab, con una conciencia sin ejercicio, y el espíritu del lugar entró en ellos; Elimelec y Noemí se conformaron con el estilo de vida y decidieron quedarse. La exhortación para nosotros en Romanos 12.2 es: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos”. Pobre Lot bajó a Sodoma como peregrino, pero echó raíces tan largas que los ángeles tuvieron que arrastrarle de allí.

Llegando al versículo 4, leemos que “habitaron allí”. Una cosa dio lugar a otra, y es así todavía. A Elimelec le costó caro, porque murió lejos del pueblo de Dios y, hasta donde sabemos, alejado de Dios también.

Parece que ni esto despertó la conciencia de Noemí en cuanto a un regreso. Aparentemente ella se conformó con que sus hijos se casaran con mujeres de Moab, aunque fuera yugo desigual para ellos. No dudamos que estos varones hayan carecido de ejercicio en el asunto; su impulso habrá sido el de conveniencia en vez de convicción. Ellos estaban como dice de Moab en Jeremías 48.11, “sobre su sedimento ha estado reposado”, con diez años de residencia en el país, habiendo perdido su carácter de peregrinos.

Dios retuvo su mano de reprensión, concediendo a la viuda la oportunidad de volver, pero por fin su voz se hizo oír de nuevo. El mensajero de la muerte volvió a visitar la familia, quitando ahora a los dos varones restantes. ¡Qué tragedia! “De sus caminos será hastiado el necio de corazón”, [“el apartado de razón”, o “el reincidente de corazón”] Proverbios 14.14. Noemí tuvo que tragar una copa realmente amarga, y ahora con corazón abatido y mejillas mojadas ella empieza a responder a la voz del Espíritu Santo.

La noticia que Dios había visitado a su pueblo en darles pan fue para ella como aguas frías al alma sedienta. Ella, como el hijo pródigo en otra ocasión, se levantó para emprender el viaje de regreso. Es en tiempos de avivamiento entre el pueblo de Dios que los débiles y alejados comienzan a encontrar el camino de la restauración a Dios y a la congregación de los suyos.

En el caso de Noemí la restauración al gozo de la salvación de Dios no vino en el momento en que ella tomó sus primeros pasos rumbo a Belén. Al haber sido así, ella hubiera animado a las dos nueras a buscar al Dios vivo y verdadero, pero — por extraño que sea — intentó convencerlas que harían mejor al seguir en el paganismo. Aun cuando Rut hizo su gran proclama de fe, la suegra no la ratificó. Pensemos un momento en el caso de David, relatado en los Salmos 32 y 51. Una cosa fue que recibiera el perdón de su pecado, pero otra cosa fue su restauración y el renovado gozo de la salvación. David sabía bien que sin este último él no estaba en condiciones de mostrar a los pecadores su condición ni ser usado en su conversión.

Por fin la señora llegó de regreso al lugar que había abandonado años antes. Ahora es más humilde y más sabia. Ella llegó cuando los suyos estaban cosechando la cebada, y pronto probó cuán bendita experiencia es la restauración a la comunión.

En nuestros tiempos algunos entre el pueblo del Señor han abandonado la asamblea, el lugar que el Señor señaló para ellos, y se han ido a lugares donde tampoco encontraron lo que anhelaban. Han sufrido espiritualmente; su conciencia ha sido lesionada, y han seguido hasta lugares donde la Palabra de Dios no es honrada. Pero, gracias a Dios, Él tiene sus propias maneras de alcanzar a los errantes y traerles de nuevo a “la casa de pan” y el lugar donde Él envía la bendición.

Santiago Saword

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