2.11 al 22: Acuérdense … pero ahora … paz
4.1 al 16: El andar digno del llamamiento
¿Cómo
debemos comportarnos en vista de la asombrosa gracia de Dios hacia nosotros?
Primeramente, debemos estar marcados por la humildad, 4.2.
La humildad es la llave tanto para agradar a Dios como
para el crecimiento cristiano. Es una planta rara en esta selva del mundo.
Florece en la presencia de Dios. Brota cuando dependemos completamente de Él,
reconociendo nuestras faltas y su grandeza. “Humillaos, pues”, 1 Pedro
5.6. La mansedumbre fue el espíritu que Moisés mostró cuando fue cruelmente
criticado por María, Números 12.3. No es falta de espíritu, sino tener nuestro
espíritu bajo control aun cuando nos traten injustamente. La longanimidad es paciencia
larga con los hombres tal como Dios mismo lo ha hecho, 2 Pedro 3.15.
¡Cuán diferente hubiera sido la historia de la Iglesia si
hubiese obedecido estos mandamientos! Todos ellos tienden al gran objetivo de
Dios, de armonía y unidad.
Hay un cuerpo habitado por un Espíritu, y una esperanza
común para cada miembro. Nosotros todos confesamos el mismo Señor, ejercitamos
la misma fe, nos asimos de la misma esperanza, y nos sometemos al mismo
bautismo. La unidad creada por el Espíritu está cimentada en nuestra búsqueda
diligente de paz, Efesios 4.1 al 3, manifiesta el Espíritu que debe dirigirnos,
4.4 al 7, enfatiza nuestra unidad, 4.7 al 11, y señala que en los diversos
miembros de un cuerpo hay diversidad de funciones.
Para la diversidad dentro de esta unidad nuestro exaltado
y soberano Señor le ha dado a cada miembro la medida apropiada de dones y
gracia. Los apóstoles y profetas de la Iglesia primitiva, los evangelistas,
maestros y pastores de hoy: cada uno y todos debemos valer como dones suyos.
¡Cuán bajo descendió Él por nosotros! ¡Cuán alto ha ascendido! Él utiliza su
triunfo para enriquecer a su Iglesia, dando más pródigamente de lo que un
general romano enriquecía a aquellos que compartían su victoria.
Cada don es para la construcción de todo el cuerpo de
Cristo, aunque muchos dones se ejercitan en las iglesias locales. Cada uno de
nosotros es responsable de ayudar. ¿Estamos contentos con permanecer como
niños? Si no nos ocupamos de crecer, estamos en peligro de ser llevados por
doquier como una embarcación sin timón, perdiendo la vista de nuestro verdadero
objetivo en la vida. Esto es para alcanzar el espíritu, carácter y
comportamiento de Cristo mismo, “crezcamos en todo en aquel”.
“Vamos adelante a la perfección”, hacia un crecimiento
completo; Hebreos 6.1.
K.T.C. Morris
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