Los
siete hijos del pecado de David
Son raros y aislados en el mundo los casos en que una
mujer ha dado a luz siete hijos, y generalmente ninguno vive. Hace poco los
periódicos publicaron la noticia de una de estos casos, ocurrido en Albania,
donde tampoco sobrevivieron los niños. En cambio, el pecado tiene todo el vigor
necesario para engendrar siete hijos, y con tanta fortaleza que todos viven
después de nacidos.
La concupiscencia tiene su concepción en las
reincidencias y el pecado pare las consecuencias; de manera que, cuando el
pecado se manifiesta es porque ha venido “empollando los huevos” con
anticipación, como está escrito: “Cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que
ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte”. (Santiago 1:14,15)
Hay una serie de pecados bíblicos con siete hijos,
entre los que se cuenta el pecado de David. No me propongo en esta oportunidad
argumentar sobre las secuelas de dicho pecado, en segunda persona, que fueron
los siguientes: (i) Dios no aceptaba
sacrificios de David (Salmo 51:16) (ii)
Los enemigos aprovecharon para blasfemar el nombre de Jehová (2 Samuel 12:14) (íii) El séptimo día murió el niño (v.
18) (iv) Absalón comete incesto al
tomar públicamente las mujeres de su padre (2 Samuel 16:22) (v) Ahitofel, resentido por el daño moral causado en la familia,
traiciona a David (15:31) (vi) Hubo
juicio sobre la casa de David (12:11)
Lo que pretendo en este artículo es nombrar y analizar
los siete hijos del pecado de David.
· el descuido personal; David no salió a
la guerra (2 Samuel 11:1)
David se quedó en la casa; su lugar era el frente,
pero se quedó durmiendo. En esto es verdadero el dicho que afirma: “Mientras
nosotros dormimos el enemigo no duerme”. Así ocurrió con Salomón, a quien
Dalila puso sus rodillas por almohadas para que “él se durmiese”. (Jueces
16:19)
Esto confirma que en lo espiritual no puede haber
posición intermedia; o se está peleando, o se es vencido. No hay tregua con la
carne, porque con Dios tenemos paz interior y con el hombre paz exterior, pero
con la carne tenemos una pelea espiritual continua. Como dijo el apóstol Pablo:
“De esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo,
y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo
mismo vengo a ser eliminado”. (1 Corintios 9:26,27)
Una de las expresiones claves dirigidas a las siete
iglesias en Apocalipsis es “el que venciere”. Por eso, se puede aseverar que
una iglesia que no está predicando el evangelio, ni adoctrinando a los
creyentes o ejercitándose den buenas obras, es una iglesia dormida, o su
candelero ha sido traspasado. Asimismo, la evidencia de que un creyente tiene
vida está en que vive en el Espíritu, quien se opone a los deseos de la carne.
(Gálatas 5:17)
· la codicia; Miró, codició y tomó la mujer ajena (vv 2-4)
David dio rienda suelta a la codicia carnal. Tiempo
tuvo de refrenarse, porque envió a preguntar por aquella mujer y le dijeron:
“Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo”. (2 Samuel 11:3)
Tiempo tuvo de pedir al Señor ayuda y consuelo para resistir aquella tentación,
para considerar el daño que causaría a aquella familia, para reflexionar sobre
los privilegios que perdería. Pero prevalido de la autoridad que tenía, él
mandó a buscar la mujer, y cayó con ella. Con razón está escrito:
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación”. (Santiago 1:12)
Todas las tentaciones obran en una de dos maneras:
atractiva o impulsiva; la primera, cuando viene de afuera y la segunda cuando
“sale” de adentro. Si tenemos sobriedad y valor santo, podemos decir no a la tentación impulsiva, que fue lo
que no hizo David. La tentación atractiva es más peligrosa que la impulsiva,
porque viene con amenaza persecutoria. Pero si amamos al Señor, también podemos
decir no a la tentación atractiva,
sin importarnos lo que viniere como consecuencia de nuestra actitud. Esto fue
lo que hizo José con la mujer de Potifar. (Génesis 39:12)
· la vergüenza; “Estoy en cinta”, (v. 5)
La noticia del embarazo, como llegó a David (1 Samuel
11:5), ha puesto en gran inquietud a muchos hombres y mujeres en todos los
tiempos. Algunos celebran matrimonios repentinos y rápidos, con una apariencia
de inocente castidad; otros hacen viajes largos fuera del lugar, tomando
remedios para el aborto; y otros tantos, siendo engañados en el amor, ocurren
al suicidio, y aún más, al infanticidio. Un rato de placer y toda una vida de
conciencia acusadora.
¡Qué feo es el pecado! ¡Cuánto no debemos a la gracia
de Dios que sobreabundó al pecado, a la sangre de nuestro Señor Jesucristo que
nos limpia de todo pecado, y al Espíritu Santo que nos impulsa a confesar
nuestros pecados! (Romanos 5:20, 1 Juan 1:7, Hebreos 3:7,8)
·
el fruto; “Le dio a luz un hijo” (v.
27)
Generalmente en estos casos se engendran hijos de la
carne, que si llegan a vivir casi siempre fueron y son una fuerza contraria en
la obra del Señor. (Gálatas 4:29, Jueces 8:31, 9:1-57) Cuando estas cosas
suceden en el evangelio, el asunto trasciende y escandaliza a muchos; entonces
se repite el eco que se oyó entre los corintios: “De cierto se oye ...” (1
Corintios 5:1)
·
la simulación; Emborrachó al marido
(v. 13)
Es cuando aparece ese fulano llamado yo no, queriendo echar la culpa sobre
otro, y aparece también la fulana llamada mentira.
El pecado oculto roba la paz del creyente, y como resultado aparece el tercer
candidato, llamado ira. El
delincuente se torna delicado y soberbio. (Salmo 32:3,4) Esta susceptibilidad
es debida al engaño del pecado. Algunos pueden hasta prosperar; los tales
olvidan o ignoran voluntariamente que Dios abate y Dios ensalza.
·
la mala conciencia; Fue el
instrumento moral (intelectual) en la muerte de Urías (vv 14-17)
Es peligroso el estado de mala conciencia en el
hombre, y si el Señor no interviene se puede llegar al naufragio o a la derrota
espiritual. Para llegar al estado de mala conciencia se empieza por perder el
temor a Dios, porque un pecado lleva a otro: “Un abismo llama a otro a la voz
de tus cascadas”. (Salmo 42:7)
No pudiendo David encontrar “chivo expiatorio” para su
pecado, se constituye en instrumento moral para la destrucción de Urías. “Estas
cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, para que no codiciemos cosas malas
como ellos codiciaron”. (1 Corintios 10:6)
·
el endurecimiento; Le respondió a
Joab: “No tengas pesar por esto” (v. 25)
El pecado
escondido trae endurecimiento, y ese estado del corazón se manifiesta en el
carácter que produce mal testimonio. Entonces los contrarios blasfeman y acusan
el evangelio. A un corazón endurecido se le atrofia el sentimiento; se olvida
de sus amigos; sus sentencias son fuentes fuertes e hirientes. (1 Samuel 11:25)
“Un pecador destruye mucho bien”. (Eclesiastés 9:18)
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