Capítulo 3: Capacidad y construcción espiritual
Al cabo de tres años ellos
eran todavía niños que requerían leche. Su capacidad era deficiente y por su
disensión y división se manifestaban ser carnales, de manera que estaban
fallando en su construcción.
Cual campo
arado de Dios, han debido producir fruto, pero no había evidencia de tal cosa.
El espíritu partidista les dejaba atrofiados. Los hombres preferidos eran sólo
instrumentos para siembra y riego, y tan sólo Dios podía producir cosecha; ¡Él
hace que semilla lleve fruto! El tipo de alimento espiritual que se asimila
determina el ritmo de desarrollo, y el espíritu partidista lo descubre.
Lamentamos la ausencia de apetito espiritual para las cosas profundas de Dios,
tan evidente en estos días, y la manifiesta carencia de desarrollo que la
acompaña. Oremos por apetitos robustos por una vianda que nos hará avanzar de
la niñez y que nos hará hombres y mujeres de Dios.
No somos
solamente niños en una familia cuyo desarrollo está bajo observación, sino
también constructores de una asamblea empleada para la industria. “Vosotros
sois … edificio de Dios”, y la expectativa es que construyan. Labranza es
pasiva y edificio es activo, pero el fundamento (echado ya en parte) es uno
mismo, Cristo Jesús, como afirma Él mismo en Mateo 16.16 al 18. En cuanto a
Corinto, Pablo lo echó, y ahora instruye a los edificadores.
Si Dios
vigila cuidadosamente mi desarrollo espiritual cual constructor, yo debo
vigilar el desarrollo de mi servicio. Cualquiera nuestra capacidad o lugar en
la asamblea, somos responsables por el progreso de la construcción, escogiendo
los materiales con cuidado. ¿Nuestros materiales son costosos y duraderos,
requiriendo sacrificio y atención (oro, plata y piedras preciosas), o baratos y
de mala calidad, incorporados sin esfuerzo y de utilidad pasajera (madera, heno
y hojarasca)?
¿Estoy construyendo al estilo de los antiguos, un templo
digno de Dios, o un edificio moderno y provisional? Un día el gran Inspector de
Obras lo va a revisar y probarlo contra incendio; ¡ojalá que no se reduzca a
cenizas, aun cuando sé que yo, el constructor salvado, no seré consumido en las
llamas!
Lección: Vivir a la luz del tribunal de Cristo.
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