Devolviendo odio con
amabilidad
Usted podría
inclinarse a pensar que el nombre Cubas le pertenece a un cubano. Pero no es
así. Oscar Cubas era un hondureño que servía al Señor a lo largo de la frontera
con Nicaragua. Fue el primer nacional encomendado al servicio del Señor a
tiempo completo en las iglesias hondureñas. Fue una buena encomendación. El
Señor lo utilizó para plantar una iglesia neotestamentaria en un pueblo llamado
Tauquil.
Oscar no tenía
estudios, era sólo un cristiano sencillo. Uno de sus grandes bienes era que
tenía una profunda fe en la Palabra de Dios y un profundo deseo de compartir la
Palabra con otros. Además de esto, buscaba practicar lo que aprendía en la
Biblia, y esto significaba que era humilde, paciente, amoroso y amable.
El pueblo de Tauquil,
sin embargo, era un nido de comunistas. La simpatía y la lealtad de las
personas estaban con los sandinistas. Pero a medida que más y más personas
venían a Cristo y la iglesia crecía, se debilitaba la influencia comunista
sobre la población. No era porque los creyentes se involucrarán en la política;
no lo hacían. Era sólo porque eran sal y luz que su moral positiva e influencia
espiritual comenzaron a hacer efecto.
En un momento, Oscar
enfrentó un problema del tipo de los que anima a cada siervo verdadero del
Señor. A medida que la obra crecía, la iglesia comenzó a necesitar un edificio.
Hasta ese momento los hermanos se habían nido en los hogares, pero eso ya no
era viable. Las de los creyentes eran demasiado pequeñas. Por eso, la iglesia
compró parte de una propiedad, la mitad de la cual ría para la capilla y la
otra mitad, una casa para Oscar y su familia.
En ese momento, los
creyentes no se dieron cuenta de que su propiedad era adyacente al terreno de
Santos, uno de los líderes comunistas del pueblo. Este hombre no era amigo de
los evangélicos. No había duda de que resentía la manera en que el comunismo
había perdido algo de su poder en Tauquil, Entonces comenzó a odiar a Oscar.
Una vez incluso logró encerrarlo en la cárcel bajo el ridículo cargo de que
había cortado un árbol seco. Cuando las autoridades investigaron y se dieron
cuenta de cuán extraño era el caso, liberaron a Oscar.
¿Intentó Oscar tomar
represalias? ¿Denunció a su vecino? ¿Buscó defenderse a sí mismo? No, a través
de todo el maltrato que soportó, fue semejante a Cristo. Hizo que lo
pueblerinos se maravillaran por su comportamiento extraordinario. Las personas
de Tauquil no eran así.
Cuando la capilla
quedó terminada, Oscar comenzó construir su casa. Estaba exactamente al lado de
la cerca de Santos. La cocina era la habitación de la casa más cercana a la
casa de Santos. ¡Perfecto! Esto le dio la oportunidad descontento vecino de
hacer lo peor. Construyó una letrina al aire libre, cerca del cercado, haciendo
que el hedor fuera hacia la cocina de Cubas, lo suficiente como para cualquier
comida.
Oscar no dijo nada. Siempre saludó a
Santos con simpatía y respeto. No pensaba en vengarse. En su sencilla fe, él
creía que la batalla era de Dios. Estaba contento con quedarse quieto y ver la
salvación del Señor.
La letrina no había
sido una obra maestra de ingeniería. Un día, cuando Santos la estaba usando,
colapsó por completo (aquí gentilmente cenamos el telón sobre el resto de ese
escenario poco elegante). El humillado hombre se dio cuenta de que había estado
peleando contra Dios y que estaba perdiendo seriamente. Al igual que Saulo de
Tarso, estaba dando patadas contra el aguijón. Ciertamente, él no quería una
repetición de ese día.
Entonces, ahora
pasamos a las buenas noticias. El sórdido episodio tuvo un final feliz. Fue el
medio para traer a Santos a Cristo. Quien compartió esta historia con nosotros
dijo: "Lo maravilloso es que cuando Santos se rindió al Señor, se entregó
completamente a Él. Ahora es un hermano cristiano comprometido en total
fraternidad en la pequeña iglesia y le predica a otros activamente."
El salmista dijo:
"Porque Jehová tiene contentamiento en Su pueblo" (Salmo 149:4). Es
fácil ver cómo puede complacerse en un hombre como Oscar Cubas. Este creyente
casero ejemplificó a Cristo. Soportó pacientemente mientras hacía lo bueno.
Eligió ser perjudicado más que mantenerse en alto por sus derechos. Oró por
aquellos que lo perseguían y dejó que el Señor hiciera el resto. Él no tomó
revancha.
Habiendo dicho esto,
preguntemos por qué es que los cristianos no deben tomar revancha. La razón es
que perdemos nuestra credibilidad de ser una sociedad alternativa si nos
comportamos exactamente como lo hacen otras personas. Parte de nuestro
testimonio de Cristo y de Su gracia salvadora es una actitud de mansedumbre. En
otras palabras, toda la misión de la Iglesia, el testimonio del evangelio, es
afectada si los cristianos se rinden a la represalia o a la venganza
William Macdonald
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