domingo, 23 de junio de 2024

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (3)

Ana, la profetisa

"Era viuda… sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones". (Lucas 2:37)

La historia en Lucas 2:36-38

 


"Serán para mí especial tesoro", dijo Dios cuatrocientos años antes de la venida de Jesucristo al mundo en cuanto a ese grupo de fieles creyentes que honraban su nombre (Malaquías 3.17). Pero no hubo mensaje profético para la nación de Israel durante ese largo y oscuro período.

Cuando nació el Niño Jesús parece que solamente unos pocos israelitas humildes le reconocieron como el Salvador prometido, a pesar de que la nación esperaba a su Mesías. En Mateo y Lucas leemos de unos que sí se regocijaron, sabiendo que el Hijo de Dios había tomado cuerpo humano. Fueron María, José, Elisabet, Zacarías, los pastores, Simeón y Ana.

Solamente tres versículos en la Biblia hablan de Ana, pero hay suficiente para hacernos saber que era una mujer sobresaliente, una testigo fiel de su Redentor. Se dice que Ana era profetisa. Recordamos que los profetas y profetisas eran portavoces de Dios que le comunicaban al pueblo de Dios los mensajes dados por Él. Ana conocía las Escrituras y sabía que el Mesías habría de venir.

Era de la tribu de Aser, una de las tribus de Israel que habían sido evadas cautivas a Asiria muchos años antes. Pero Ana vivía en Jerusalén, y algunos piensan que tal vez ella dejó su tierra para servir a Dios en el templo allí. Como Ana estaba en comunión con Dios de noche y de día, seguramente oraba por su pueblo.

Era muy anciana cuando vio al Niño Jesús. Tal vez se casó a los dieciséis años, había vivido siete años con su marido cuando él murió y había sido viuda por 84 años. Entonces tendría unos 107 años. Su edad avanzada no le impedía su servicio para Dios. Mientras que el corazón guarde las esperanzas puestas en nuestro Señor nos mantendremos bien, porque el envejecimiento no viene por la ancianidad sino por un corazón sin esperanzas.

El anciano autor del Salmo 71 hizo esta oración: "Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir". Dios no desampara a los creyentes de mayor edad, pero sería bueno pedir que Él nos ayude a dar testimonio de nuestro Señor aun en la vejez como lo hacía la viuda Ana.


Ella había experimentado el dolor de perder a su esposo cuando todavía era joven y parece que no tenía hijos. Pero en vez de sentir lástima por sí misma, ella recibía consolación sirviendo al Señor. Como aquel santo del Salmo 1, Ana meditaba en la ley de Dios de día y de noche y vivía en comunión con El.

Llegó el día cuando José y María llevaron al Niño Jesús al templo en Jerusalén para presentarlo al Señor como estaba escrito en la Ley. Simeón, un hombre espiritual, tomó a Jesús en sus brazos y alabó a Dios. Había visto la salvación de Dios, luz para los gentiles y la gloria de Israel, a Emanuel, y ya estaba listo para partir de este mundo. Ja y María estaban maravillados de todo lo que Simeón decía acerca d Jesucristo.

En ese momento se acercó Ana y vio al Niño. Este fue el momento más sublime de su vida. Se cumplió la profecía, sucedió el milagro aquel Niño era el Mesías, Él que iba a traer redención a su pueblo y ella lo vio. Ana dio gracias a Dios porque había nacido Emanuel

Como fiel testigo, aquella anciana fue la primera persona en proclamar la redención, la llegada del Hijo de Dios, a muchos en Jerusalén.

José y su madre estaban maravillados (Lucas 2.33), los pastores glorificaban a Dios (Lucas 2.20), Simeón bendijo a Dios (Lucas 2.28), Ana daba gracias a Dios y hablaba del Niño. Más tarde los magos lo adoraron (Mateo 2.1 1).

Da lo mejor al Maestro, dale la flor de tu edad,

 y haz de tus años maduros fruto de santa piedad.

Dale una noble obediencia, dale un ardiente fervor,

dale una limpia conciencia, dale tu heroico valor.
Rhoda Cumming

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