Ana, la profetisa
"Era
viuda… sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones". (Lucas 2:37)
La historia en Lucas
2:36-38
"Serán
para mí especial tesoro", dijo Dios cuatrocientos años antes de la venida
de Jesucristo al mundo en cuanto a ese grupo de fieles creyentes que honraban
su nombre (Malaquías 3.17). Pero no hubo mensaje profético para la nación de
Israel durante ese largo y oscuro período.
Cuando
nació el Niño Jesús parece que solamente unos pocos israelitas humildes le reconocieron
como el Salvador prometido, a pesar de que la nación esperaba a su Mesías. En
Mateo y Lucas leemos de unos que sí se regocijaron, sabiendo que el Hijo de Dios
había tomado cuerpo humano. Fueron María, José, Elisabet, Zacarías, los pastores,
Simeón y Ana.
Solamente
tres versículos en la Biblia hablan de Ana, pero hay suficiente para hacernos
saber que era una mujer sobresaliente, una testigo fiel de su Redentor. Se dice
que Ana era profetisa. Recordamos que los profetas y profetisas eran portavoces
de Dios que le comunicaban al pueblo de Dios los mensajes dados por Él. Ana
conocía las Escrituras y sabía que el Mesías habría de venir.
Era
de la tribu de Aser, una de las tribus de Israel que habían sido evadas
cautivas a Asiria muchos años antes. Pero Ana vivía en Jerusalén, y algunos
piensan que tal vez ella dejó su tierra para servir a Dios en el templo allí.
Como Ana estaba en comunión con Dios de noche y de día, seguramente oraba por
su pueblo.
Era muy anciana cuando vio al Niño
Jesús. Tal vez se casó a los dieciséis años, había vivido siete años con su
marido cuando él murió y había sido viuda por 84 años. Entonces tendría unos
107 años. Su edad avanzada no le impedía su servicio para Dios. Mientras que el
corazón guarde las esperanzas puestas en nuestro Señor nos mantendremos bien,
porque el envejecimiento no viene por la ancianidad sino por un corazón sin
esperanzas.
El anciano autor del Salmo 71 hizo esta
oración: "Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta
que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de
venir". Dios no desampara a los creyentes de mayor edad, pero sería bueno
pedir que Él nos ayude a dar testimonio de nuestro Señor aun en la vejez como
lo hacía la viuda Ana.
Llegó el día cuando José y María
llevaron al Niño Jesús al templo en Jerusalén para presentarlo al Señor como
estaba escrito en la Ley. Simeón, un hombre espiritual, tomó a Jesús en sus
brazos y alabó a Dios. Había visto la salvación de Dios, luz para los gentiles
y la gloria de Israel, a Emanuel, y ya estaba listo para partir de este mundo.
Ja y María estaban maravillados de todo lo que Simeón decía acerca d
Jesucristo.
En ese momento se acercó Ana y vio al
Niño. Este fue el momento más sublime de su vida. Se cumplió la profecía,
sucedió el milagro aquel Niño era el Mesías, Él que iba a traer redención a su
pueblo y ella lo vio. Ana dio gracias a Dios porque había nacido Emanuel
Como fiel testigo, aquella anciana fue
la primera persona en proclamar la redención, la llegada del Hijo de Dios, a
muchos en Jerusalén.
José y su madre estaban maravillados
(Lucas 2.33), los pastores glorificaban a Dios (Lucas 2.20), Simeón bendijo a
Dios (Lucas 2.28), Ana daba gracias a Dios y hablaba del Niño. Más tarde los
magos lo adoraron (Mateo 2.1 1).
Da
lo mejor al Maestro, dale la flor de tu edad,
y haz de tus años maduros fruto de santa
piedad.
Dale
una noble obediencia, dale un ardiente fervor,
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