sábado, 30 de agosto de 2025

La Luz del Mundo

 



"La Luz del Mundo” es el título de un cuadro famoso de Holman Hunt, pintor británico del siglo 19, que representa al Señor Jesucristo, coronado de espinas, con una lámpara en su mano izquierda, tocando a una puerta cerrada. Sin duda que Holman Hunt se inspiró en las palabras del Señor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apoc. 3:20). Él desea entrar en tu corazón para disipar las tinieblas y traerte la luz, la salvación y la vida eterna. Para hacer esto posible, el Señor tuvo que soportar indecibles sufrimientos, siendo azotado, coronado de espinas y crucificado por sus propias criaturas. Pero lo más terrible fue el castigo que llevó de parte de un Dios infinitamente santo por causa de nuestros pecados.

Se dice que cuando el pintor terminó el cuadro, lo mostró a unos amigos, quienes alabaron los méritos de la pintura. Uno de ellos señaló lo que consideraba una omisión de parte del pintor. “No pusiste manilla a la puerta”, le dijo a Holman Hunt, quien respondió inmediatamente: “Te olvidas – la manilla está por dentro”. Así es con la puerta de tu corazón: está trancada por dentro, y solamente tú la puedes abrir. El Señor se limita a tocar la puerta, pero no va a forzar la entrada. Si abres tu corazón para recibirle, Él entrará trayendo salvación, y llegarás a ser un hijo de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Pero, ¿qué pasará si tu no le abres? ¿Seguirá tocando para siempre? Llegará el momento cuando no tocará más a tu puerta, y será demasiado tarde para ti ser salvo.

Se cuenta de un conocido predicador llamado Harold St. John, que estaba contemplando pensativamente el cuadro “La Luz del Mundo”, cuando de repente el silencio se rompió por un grupo de turistas guiados por un hombre con una voz estridente. Después de una explicación apresurada del cuadro, anunció: “El original de este cuadro fue vendido por diez mil dólares”. Sin vacilar ni por un momento, el Sr. Harold se adelantó y dijo tiernamente: “Damas y caballeros, ¿les puedo decir que el verdadero Original de este cuadro fue vendido por treinta piezas de plata?” Después de unos momentos de silencio, el grupo salió sin decir ni una palabra.

Sí, ese fue el valor que le asignaron los principales sacerdotes al Señor Jesucristo, y por el cual Judas estaba dispuesto a entregarle. Pero, ¿por cuánto estás vendiendo tú al Señor Jesucristo? Tal vez no es por plata u oro, sino por una amistad impía, uno de los placeres temporales del pecado, o una bagatela de este mundo. Por esa miserable suma no solo estás vendiendo al Salvador que sufrió la cruz para ofrecerte la vida eterna – estás vendiendo tu propia alma. Y “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mat. 16:26).

1. A tu puerta Cristo está. Ábrele.
Si tú le abres, entrará. Ábrele.
Tu pecado quitará,
luz y paz derramará,
Día alegre te será. Ábrele.

2. Ábrele, oh pecador. Ábrele.
Abre ahora al Salvador. Ábrele.
Te ofrece salvación,
Del pecado el perdón.
Saciará tu corazón. Ábrele.

3. ¡Oh! no le hagas esperar. Ábrele.
Tal vez pronto marchará. Ábrele.
¡Qué dolor después tendrás,
Cuando en vano clamarás,
Y perdido te hallarás! Ábrele.

La Mujer que agrada a Dios (2)

 El pecado y sus efectos (Genesis 3)

Antes de estudiar Génesis 3 lea de nuevo el capítulo 2:16, 17 y observe cuán claro fue el mandato de Dios: pueden hacer esto, no pueden hacer aquello. Además, Dios les advirtió del castigo por la desobediencia. El hombre, como ser moral, estaba sujeto a prueba. Podía elegir amar y obedecer a Dios o escoger agradarse a sí mismo y desobedecer a Dios. ¡Cuántas veces, ante las muchas opciones en la vida, elegimos como Adán y Eva lo hicieron!

No se nos dice cuánto tiempo el hombre y la mujer vivieron en paz y armonía en el bello y fructífero jardín donde Dios los había puesto. Pero un día la paz desapareció y ¡la mujer fue la responsable de la tragedia! ¿Se habría detenido cerca del árbol prohibido en medio del huerto? ¿Habría estado jugando con la idea de lo que el árbol le podría dar a ella? Si así fue, ella fue fácil presa para el tentador que estaba a la expectativa con el fin de aprovechar cualquiera oportunidad. Es necesario que nos mantengamos apartadas lo más posible de la tentación. Nunca juguemos con aquello que nos pueda conducir al pecado.

LA TENTACION

Con sus preguntas y mentiras astutas la serpiente indujo a la mujer a dudar de la Palabra de Dios y de su amor. "¿Te ha ocultado Dios algo? ¿Por qué? Nada malo te sucederá si comes. Es que Dios no quiere que tú seas tan grande como él. La fruta es deliciosa. ¡Fíjate qué bella se ve . . . y te dará sabiduría!" Así fue el acercamiento de la serpiente. Apelaba tanto al apetito como a la vanidad.

EL PECADO

¿Cómo respondió la mujer? Ella pudo considerar la proposición completa. Dios había hablado. ¿Qué derecho tenía ella de juzgar la palabra de Dios? Eva pecó desde el instante que creyó a Satanás y no a Dios. Dios había dicho: "Ciertamente morirás". La serpiente dijo: "No morirás" Ella atención a otra voz que no era la de Dios. Codició algo para sí misma que Dios le había prohibido. Dejó a un lado toda la abundancia que le había dado y la confianza en su amor. Tomó la fruta y la y luego comprometió también a su esposo.

Es interesante observar cuán similar fue el acercamiento de cuando tentó al Señor Jesús en el desierto (Mt. 4:1-10). Tres veces al Señor para que tomase algo para sí mismo que Dios no le dando, Tres veces fue rechazado. Citando y confiando en la palabra de Dios, Cristo no sostuvo ningún diálogo personal con Satanás.

Hoy día Satanás usa las mismas tácticas para tentarnos. Suspende ante nuestros ojos las cosas rutilantes del mundo para que los codiciemos. El apóstol Juan nos amonesta sobre esto: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo… los deseos de la carne (Eva vio que el árbol era bueno para comer), los deseos de los ojos (el árbol en agradable a los ojos), y la vanagloria de la vida (era codiciable pan alcanzar la sabiduría), no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2: 15, 16). Nuestra fortaleza para resistir la tentación procede del conocimiento de la Palabra de Dios y de nuestra aceptación de la voluntad de Dios.

Eva no sólo pecó contra Dios, también contra Adán por actuar inde. pendientemente de él. Ella tomó la posición de liderazgo que pertenecía al hombre, y ¡qué tragedia produjo! Cuando nosotras violamos el orden de Dios y nos apartamos de la función que él nos ha designado, no podemos esperar otra cosa que no sea desorden y aflicción.

LOS RESULTADOS

El resultado inmediato del pecado fue la vergüenza y remordimiento j' que reemplazaron el estado anterior de inocencia que ellos tenían, La primera evidencia del pecado fue en la relación del esposo y la esposa (Gn. 3:7). El pecado echó a perder la perfecta unidad de Génesis 2:23-25.

La serpiente había prometido que ellos conocerían el bien y el mal y así sucedió. Ahora conocían el bien, pero sin el poder para hacerlo, y conocían el mal sin el poder para resistirlo. La consecuencia mayor del pecado fue la muerte, como Dios había dicho. La muerte tiene tres fases: 1) Separación de Dios, que inmediatamente vino sobre Adán Y Eva. 2) La muerte física que vino años más tarde. 3) La muerte eterna la separación eterna de Dios que es el destino final de aquellos rechazan la salvación de Dios. El hombre quiso exaltarse a sí para ser igual a Dios (Gn. 3:5), pero se condenó a sí mismo a la a volver al polvo.

Observe el contraste en el Señor Jesús que "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que por lo cual Dios también lo exaltó a lo sumo" Fil 2'5-11). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte…” (1 P. 5:6).

La entrada del pecado arruinó la relación feliz que había entre el hombre y Dios. Ahora el hombre y la mujer tuvieron temor de Dios y trataron de esconderse de él. Dios los llamó de su escondite y desde aquel día Dios, en su gracia, ha seguido en pos del hombre, con el propósito de ayudarle y bendecirle a pesar de su pecado.

EL CASTIGO

Dios trató con cada uno de los tres participantes en este drama. Maldijo a la serpiente y a la tierra (Gn. 3: 14, 17), más normal dijo al hombre ni a la mujer. Trasformó la forma de vida de la serpiente a algo inferior, símbolo de la degradación de Satanás a quien se le llama "la serpiente antigua" (Ap. 12:9), y dictó sentencia final sobre Satanás: "La simiente suya te herirá en la cabeza" (Gn. 3:15). La sentencia sobre el hombre fue que la actividad principal de su vida, el trabajo, ahora sería con sudor, dolor y cansancio, y que finalmente su cuerpo volvería al polvo de donde había sido formado.

La sentencia de la mujer correspondió principalmente a su relación de esposa y madre (Gn. 8:16). Su función distintiva y bienaventurada, la maternidad, quedaría ligada al dolor y la aflicción. La pasión más fuerte de la mujer oriental ha sido siempre la de tener hijos. A ella se le cumpliría su deseo, pero con dolor; recordatorio de que el sufrimiento vino con el pecado. Su relación con su esposo fue alterada. Ahora ella estaría sujeta a su autoridad y él se enseñorearía de ella. En su pecado Eva había sido la líder de Adán y él la había seguido. Ahora ella quedaría sujeta a él.

El deseo de matrimonio, pero sujeción dentro de él, ha sido la condición de la mayoría de las mujeres desde la caída. Hasta ese instante no hallamos ninguna mención de subordinación, aun cuando el Orden de la creación señalaba hacia el liderazgo de Adán, pero ahora se determina con claridad: "Él se enseñoreará de ti" (Gn. 3:16). La historia de las mujeres, especialmente en las tierras paganas, ha sido una crónica de servidumbre y humillación. Esto cambia radicalmente tan sólo cuando el cristianismo llega para cambiar a los hombres y a la sociedad.

La palabra "dolor" en los versículos 16 y 17 significa "obra penosa así que en un sentido la sentencia sobre el hombre y sobre la mujer fue similar. Trabajar hasta el cansancio, el dolor y la aflicción, serían el destino de ambos.

Pero obsérvese cómo la gracia de Dios brilla aún en la situación mayor oscuridad. A pesar de que la mujer fue la primera en la agresión, ella habría de tener el honor de jugar un papel en el plan redención: su simiente destruiría a Satanás. La simiente de Eva, quien había sido víctima de la serpiente, destruiría a ésta (Gn. 3:15). esta promesa hecha realidad en Hebreos 2:14: "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo". Jesús se hizo un ser humano (nació de una mujer) "para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo"

EL LUGAR DE LA MUJER HOY

En un mundo caído, lleno de gente que está gobernada por una naturaleza pecaminosa, se hace necesario establecer y mantener autoridad. Esto es cierto igualmente para la familia, la comunidad y la nación. El principio establecido por Dios de que el hombre sería la cabeza de la familia, con la autoridad y la responsabilidad de su bienestar, es para beneficio del matrimonio y de la sociedad. Cualquiera mujer que desee hacer de su matrimonio un éxito hará bien en prestar atención a esto. Para la esposa cristiana hay una enseñanza adicional en el Nuevo Testamento." Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia" (Ef. 5:22, 23). En una lección futura se estudiará esto con más detalles. Aquí solamente queremos señalar que éste es un principio continuo, que la sujeción es la voluntad de Dios para nosotras y que Dios así lo ha planificado, ¡para nuestra bendición! ¿Cuántas de nosotras realmente elegirán llevar sobre sus hombros la carga de hacer todas las decisiones y asumir la responsabilidad del bienestar de la familia? Dios "conoce nuestra condición" (Sal. 103:14). El planificó para nosotras y nos capacitó para un ministerio complementario, no para ser la cabeza de la familia.

Respecto a la mujer soltera, nada se dice en los primeros capítulos de Génesis. El matrimonio es la norma para la mujer. Sin embargo, parece claro que, por el orden y el propósito de la creación, la función de la mujer es apoyar y complementar, "ayuda idónea para el hombre Elisabeth Elliot escribe: "Yo no considero que todos los hombres sean tan fuertes, tan inteligentes, tan competentes y tan virtuosos o santos para que ellos merezcan una posición superior. Yo simplemente veo que este es el lugar de ellos, no por mérito, sino por designación.

¿Encontramos injusta la idea de sujeción? ¿Dudamos del amor de Dios por haber ordenado esto para nosotras? Entonces oremos para que Dios nos ayude a aceptarlo. El camino hacia una vida de paz y tranquilidad está en cumplir la voluntad de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas. El mismo Señor Jesús dijo: "No sea como yo quiero, sino como tú" (Mt. 26:39). El Señor Jesús también dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mt. 11:29).

Deja caer la quietud de tu rocío sereno

Hasta que todas nuestras luchas cesen;

Saca de nuestras almas los desvelos

Y deja que nuestras vidas ordenadas canten

La belleza de tu paz.  (J. G. Whittier)

                                                                                                                                                            Fay Smart y Jean Young

La Salvación, Una Introducción (2)

 

La Reconciliación


Puntos clave

• El ser humano necesita ser reconciliado con Dios.

• Dios tomó la iniciativa y con la muerte de Cristo hizo posible la reconciliación.

• Para ser reconciliado, el ser humano debe responder a los intentos de acercamiento de parte de Dios.

• Un día todo lo que se opone a Dios será reconciliado con Él.

La Biblia nos enseña que Dios y el hombre están distanciados el uno del otro (p. ej. Is. 59:2). Este distanciamiento comenzó en el huerto de Edén cuando Adán y Eva pecaron. Una vez que habían pecado, Dios ya no podía mantener una relación amistosa con ellos. Los echó del huerto y cortó su comunión con ellos. (Aunque la Biblia no habla sobre el tema, parece que Adán y Eva eran lo que llamaríamos hoy en día “creyentes”, a pesar de ser responsables de la entrada del pecado al mundo. Sus dos hijos, Caín y Abel, sin duda entendían que era necesario un sacrificio para acercarse a Dios (Gn. 4:3-4) y es probable que sus padres se lo hubieran enseñado). Por lo tanto, aprendemos que las consecuencias de la Caída en la relación del hombre con Dios fueron dos. El hombre se escondió de Dios (Gn. 3:8) y Dios expulsó al hombre de su presencia (Gn. 3:24). La ruptura de la relación fue mutua.

A pesar de esto, Dios tomó la iniciativa. Él no quería estar separado de sus criaturas. Con el fin de lograr la reconciliación, Él proveyó una base para que la armonía fuera restablecida. La reconciliación es posible porque Dios ha provisto, a través de la muerte de Cristo, el medio para que el hombre pueda ser restaurado a la comunión con Dios. Él tomó el paso hacia nosotros.

Por otro lado, el hombre debe responder a la iniciativa de acercamiento que Dios ha tomado. Debe aceptar que es pecador y arrepentirse de sus pecados. Debe aceptar la provisión hecha en la muerte de Cristo para el problema de sus pecados. Por lo tanto, la reconciliación es posible si aceptamos que somos pecadores y buscamos el perdón de Dios. Desde el punto de vista humano, reconciliación es la palabra que describe la restauración de su relación con Dios.

Aunque el Nuevo Testamento se enfoca en la reconciliación del hombre con Dios, también en otro sentido es cierto que Dios es reconciliado con el hombre. La Biblia nos presenta a un Dios que nos ama, pero que a la vez odia el pecado.[1] Cuando estábamos en nuestros pecados, Él no podía tener comunión con nosotros.[2] Debido al cambio efectuado en el creyente gracias a la salvación, éste deja de ser inaceptable para Dios y la paz puede ser restaurada. Aceptar que la reconciliación es mutua de ninguna manera implica que Dios fuera culpable de la separación o que Él necesitara nuestro perdón. Fue el hombre el que desafió a Dios. Dios no había hecho nada malo. No todos aceptan que hay una mutualidad en la reconciliación bíblica. En las citas clave a continuación se exponen los dos puntos de vista.

La reconciliación también describe la subyugación final de la creación a Dios. Colosenses 1:20 y 21 contrasta la reconciliación futura de “todas las cosas” con la reconciliación presente de los creyentes con Dios. Pablo no parece estar pensando en el universo físico al hacer referencia a “todas las cosas”, ya que las contrasta con su ubicación (“en la tierra” o “en los cielos”). Esto podría indicar que la reconciliación tiene que ver con seres capaces de elegir. Un día todo será reconciliado con Él, ya sea de manera voluntaria o no. En este sentido, la reconciliación se refiere a pacificar todas las cosas con Él.

ESCRITURAS CLAVE

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:18-21).

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación (Romanos 5:10,11). Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca (Efesios 2:16,17).

Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado (Colosenses 1:20,21).

CITAS CLAVE

Es el hombre quien ha ofendido a Dios (Col. 1:21). Sin embargo, es Dios quien, a pesar de haber sido ofendido, toma la iniciativa al proveer el medio de reconciliación a través de la muerte de Cristo (Ro. 5:10). En su explicación de la justificación por la fe, Pablo dice que la reconciliación es uno de los muchos beneficios que recibimos a través de nuestro Señor Jesucristo (Ro. 5:11). (Brian Clatworthy (Precious Seed [Semilla preciosa] noviembre 2012)

Tanto el verbo katalasso (reconciliado) como el sustantivo katalage (reconciliación) aparecen en el Nuevo Testamento solo en los escritos de Pablo. Los términos siempre describen a Dios como el reconciliador y a los pecadores como los reconciliados, ya que fue el pecado humano lo que rompió la relación entre Dios y el hombre (cf. Is. 59:2) … Así que la reconciliación no es algo que el hombre hace, sino lo que recibe … La reconciliación no sucede cuando el hombre decide dejar de rechazar a Dios, sino cuando Dios decide dejar de rechazar al hombre. Es una provisión divina por medio de la cual se apacigua el santo desagrado de Dios contra los pecadores alejados, se elimina su hostilidad hacia ellos y se establece una relación armoniosa entre Él y ellos. (John MacArthur, Comentario sobre el Nuevo Testamento, 2 Corintios p. 200)

Es interesante notar que ningún pasaje del Nuevo Testamento habla de Cristo reconciliando a Dios con el hombre. Siempre el énfasis está en el hombre siendo reconciliado. Esto es muy importante, por la naturaleza del caso. El pecado del hombre es lo que ha causado la enemistad. El pecado del hombre es lo que se ha tenido que resolver. Al hombre bien se le puede pedir, en palabras de 2 Corintios 5:20, que sea “reconciliado con Dios”. De aquí algunos pasan a sugerir que la acción reconciliadora de Cristo solo tiene que ver con el hombre, pero es difícil hacer que esto concuerde con el resto del Nuevo Testamento. Lo que puso la barrera fue que la santidad de Dios exigía la rectitud del hombre… La barrera surge porque Dios exige santidad en el hombre. Por eso, cuando el proceso de la reconciliación se lleva a cabo, es imposible decir que es totalmente hacia el hombre y no hacia Dios en ningún aspecto. Debe haber un cambio del lado de Dios para que todo lo que implican expresiones como “la ira de Dios” ya no sea ejercido hacia el hombre. (Leon Morris, Nuevo Diccionario Bíblico (3era ed.) p. 1002)

Muchas veces se menciona que el Nuevo Testamento nunca habla del hombre reconciliando a Dios. De hecho, nunca habla de Dios siendo reconciliado. Él siempre es el reconciliador, nunca el reconciliado (p. ej. 2 Co. 5:20) … Esto ha llevado a muchos eruditos a tomar como axiomático que toda la enemistad y todo el desacuerdo está del lado de la raza humana… Claro, es cierto que hay enemistad del lado de los seres humanos (Ro. 8:7; Ef. 2:2) … Sin embargo, el Nuevo Testamento deja en claro que también hay barreras del lado de Dios. Él no puede aprobar el pecado. Lo odia, lo condena, y se opone a él… Y todo esto se resalta en la historia de la caída de la humanidad en Génesis … Esta sería la misión de Cristo. Él se dirigiría al Santo en nombre de la humanidad, la espada atacaría, sufriría la maldición y se abriría un nuevo camino al Paraíso… a través de la sangre de Jesús (Heb. 10:19). (Donald MacLeod, Cristo crucificado: entendamos la propiciación p. 151)

Con frecuencia se afirma que Dios nunca tuvo la necesidad de ser reconciliado con el pecador, solo el pecador con Dios. Esto es completamente erróneo y no tiene en cuenta los santos requisitos de Dios… como escribe el finado Dr. Handley Moule: “Esa palabra (katalage = reconciliación) generalmente señala al perdón de un rey ofendido, más que al consentimiento del rebelde a ceder ante su bondad… Esto se ve confirmado por pasajes no teológicos, como Mateo 5:24, donde la dificultad no es tanto de parte del adorador, sino de parte del hermano ofendido y ausente que necesita ser propiciado. Véase también 1 Samuel 29:4.

William Hosten, Problemas bíblicos y sus respuestas pp. 349-35

Alan Summers

[1]  Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Romanos1:18

 

[2]  Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad. Salmo 5:5.

 

Desprecio de las cosas Santas

 

Profanar algunos pactos


Entre muchos de los de los compromisos que Israel quebrantó para con su Dios, notamos cuatro infracciones que dieron por resultado la profanación de varios pactos que Dios había hecho con ellos. De las experiencias de aquéllos aplicamos a la urgente necesidad de la Iglesia hoy día, ya que se cometen las mismas, y más provocaciones. “Y estas cosas le acontecieron en figura y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado.” (1 Corintios 10:11)

Aunque en conjunto fue un solo pacto el de Dios con Israel, en su reglamentación observamos las diferentes infracciones que cometió Israel.

Profanando el pacto de Leví: “Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 2:8)

Este pacto fue de paz, y fue celebrado en virtud del celo que mostró Finees, hijo de Eleazar, y la dignidad en vindicar el nombre de su Dios, el día en que el pueblo se dio a la licencia abominable de caer en la idolatría de Baal-peor. Pero ya para el tiempo de Malaquías el sacerdote su había bajado de sus altares. “En sus labios ya no habla ley de verdad. En vez de apartar a otros del pecado, más bien lo confundían y lo complicaban en la iniquidad.

También hoy son muchos los creyentes que han perdido el celo de los primeros días. “Todos buscan lo suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús.” (Filipenses 2:21) Unos han perdido aquella templanza para contener los apetitos. “Todo me es lícito, mas no todo conviene.” “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre.” (1 Corintios 10:23, 9:27) Pablo fue celoso de la dignidad de la iglesia de Cristo. (2 Corintios 11:2)

Profanando el pacto de nuestros padres: ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha criado un mismo Dios? ¿Por qué menospreciaremos cada uno a su hermano, quebrantando el pacto de nuestros padres?” (Malaquías 2:10)

Este pacto era pacto de honor, alusivo a la alianza que Dios hizo con el pueblo en el Sinaí. “Ahora pues, si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos ... y vosotros seréis mi reino de sacerdotes y gente santa.” (Éxodo 19:5,6) En todas las generaciones estos judíos debían reconocerse como hermanos por ser descendientes de un mismo Padre.

También en la gracia dice el Señor: “Uno es vuestro maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro Padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en el cielo.” (Mateo 23:8,9) Siendo Dios nuestro Padre debemos andar dignos de tan noble adopción (Efesios 4:1) y el honor principal debe ser para nuestro Padre. (Malaquías 1:6) Siendo hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo, todos somos hermanos. “Amando los unos a los otros con caridad fraternal. Previendo con honra los unos a los otros.” (Romanos 12:10,16)

Los corintios dieron principio a la infracción de la unidad diciendo: “Yo cierto soy de Pablo, pues yo de Apolos, y yo de Cefas, y yo de Cristo.” Estaban peleando el hermano con el hermano en juicio ante los infieles. (1 Corintios 1:2, 6:10) Los corintios han tenido muchos sucesores que han multiplicado las divisiones en el pueblo de Dios.

Profanando el pacto de santidad: “Prevaricó Judá y en Israel y en Jerusalén ha sido cometida abominación; porque Judá ha profanado la santidad de Jehová que amó y se casó con hija de dios extraño.” (Malaquías 2:11)

Este pacto era de separación. La simiente santa no debía ser mezclada con la de los pueblos gentiles. La noche que fueron redimidos por la sangre del cordero, fueron también consagrados un pueblo exclusivo para Dios. Dios era considerado como el esposo. El nunca falló a sus misericordias; por eso era considerado como adulterio la infidelidad de Israel.

La Iglesia tiene advertencias muy claras en cuanto a nuestra separación. “No os juntéis en yugo con los infieles. ¿Qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14,18) La separación del creyente implica más del yugo desigual en el matrimonio. Abarca el negocio, los compañeros, la política, las reuniones sociales, la diversa doctrina, los hermanos carnales. “No erréis: las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios 15:33) Dios es santo, y como tal pide que los hijos sean santos.

Profanando el pacto del matrimonio: “Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu mocedad, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.” (Malaquías 2:14)

Este pacto era de amor conyugal y la conservación de una simiente de Dios, v. 15. Ese pueblo en su caída, ya que por su pecado Dios los echó en tierra de extraños, empezó a ver las mujeres paganas con ojos codiciosos, como al principio de las generaciones. “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre ellas.” (Génesis 6:2)

Las mujeres judías oraban a Dios por sus maridos para que regresaran y no interrumpieron el pacto que en su mocedad juraron. Las mujeres llevaban sus ofrendas al altar del Señor, y las ofrecían con lágrimas, v. 13, como Anna en los días del sacerdote Elí. (1 Samuel 2:11)

También la Iglesia ha sido desleal con su Señor. Si en los tiempos apostólicos el Señor recriminó a la iglesia de Éfeso, “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor,” (Apocalipsis 2:4) cuánto más ahora que estamos más lejos de la cruz de Cristo. La prometida del Señor se está olvidando cada día más del pacto con El el día que creímos. Este pacto fue en la virtud de su sangre derramada en la cruz. “Para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:27)

A propósito, ¿qué hay de la fidelidad a nuestras esposas? ¿Tenemos secretos para ellas? ¿Las amamos con el amor del principio? ¿Los años nos hacen ver en ella algunos defectos? No nos engañemos; que, si no amamos a aquellos que estamos viendo, ¿cómo amamos al Señor que no vemos?

“Guardaos pues en vuestros espíritus, y no seas desleales.” (Malaquías 2:16)

José Naranjo

Lejanía y cercanía de la presencia de Dios

 

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Génesis 3:8


El jardín solía ser el lugar de comunión entre Jehová Dios y Adán. Sin embargo, debido al pecado de Adán, este se convirtió en un escondite donde no podía experimentar la presencia de Dios. Desde el momento en que el pecado entró, Adán instintivamente evitó la gloria de Dios. Ahora bien, no solo el hombre pecador es quien trata de evitarla, sino que la misma gloria de Dios repele el pecado. Pablo resume esta realidad con las siguientes palabras: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).

Entonces, Jehová Dios hizo túnicas de pieles y vistió con ellas a Adán y Eva (véase Gn. 3:21). Este versículo establece un principio importante: para que el hombre pueda volver y disfrutar nuevamente la presencia de Dios, primero debe ser revestido con una justicia provista por Dios mismo. Esta justicia demandaba la muerte de un animal inocente. Esto ilustra de manera asombrosa la muerte del Señor Jesús en la cruz. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21). Jesús cargó con nuestros pecados y ofensas contra Dios, pues “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro. 4:25).

La justicia de Dios se ha manifestado en la cruz de Cristo. En Romanos 3:22 leemos: “La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia”. Dios ofrece una justicia adecuada para su presencia, la cual está disponible “para todos”. Sin embargo, solo aquellos que creen en él pueden recibirla. Por otro lado, aquellos que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de Jesucristo enfrentarán la destrucción eterna, alejados de la presencia y gloria del Señor (véase 2 Ts. 1:9).

Richard A. Barnett

El monte de la oración: Cristo el gran intercesor

 

Despedida la multitud, subió Jesús al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Mateo 14.23. Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Romanos 8.34. Es de notar que nuestro Señor no encargó a ninguno de los apóstoles a despedir la gente. Lo hizo El mismo, enseñándonos la importancia de este ministerio. Al presenciarse uno extraño a las reuniones, la manera en que se le despide puede dejar con él una impresión para bien o para mal. Acompañando la despedida con una invitación amable a volver, puede resultar en otro paso para ganar esa persona para Cristo. En cambio, una despedida con frialdad puede desanimar al visitante.

La oración es devoción

Los discípulos entraron en la barca y Cristo subió cerro arriba para orar a solas. Cuando bajó ya era la cuarta vigilia, o sea entre las 3:00 y las 6:00 de la mañana, de manera que Él había pasado la noche en oración. Los discípulos estaban bregando con las olas y el viento, pero la barca no podía zozobrar porque Cristo estaba orando por ellos.

En el Evangelio según Lucas, que presenta a Cristo en su humanidad, se destaca su vida de oración. En tal sagrado ejercicio se le encuentra siete veces antes de su crucifixión:

¨       en 3.21, en su bautismo

¨       en 5.16, en un lugar desierto

¨       en 6.12, toda la noche

¨       en 9.18, orando aparte

¨       en 9.28, en el monte de la transfiguración

¨       en 11.1, en un lugar no nombrado

¨       en 22.41, en el Getsemaní

Él es la inspiración perfecta para nosotros, para que sigamos sus pisadas. En Lucas se finaliza el relato de su ascensión con él alzando las manos en el acto de oración, derramando sobre sus discípulos las bendiciones del Padre. Es el gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, dice Hebreos 4.14, añadiendo, “retengamos nuestra profesión”.

En Salmo 141 David clama a Dios en un gran apuro, diciendo: “Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde”. El culto del templo en Jerusalén empezaba con los primeros rayos de la luz, cuando el cordero era ofrecido en holocausto sobre el altar de bronce, figura de Cristo padeciendo en el Calvario. Fue el lugar afuera donde se realizó el acto que satisfizo la justicia de Dios y abrió a la vez el paso para que los adoradores adorasen a Dios. De nuevo a las 3:00 de la tarde había el holocausto con el sacrificio de un cordero, y es notable que Mateo relata que fue “cerca de la hora novena” — las 3:00 p.m. — que Cristo clamó en las tinieblas con gran voz, diciendo, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Y, antes de entregar el espíritu, El clamó, “Consumado es”. Este acontecimiento asombroso sincronizó con la hora de la oración, Hechos 3.1, cuando en el lugar santo el sumo sacerdote estaba ofreciendo incienso sobre el altar de oro. Este altar es figura de él, quien entró en la presencia de Dios y abrió para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo rasgado. Por eso cantamos, “En Cristo habiendo hallado Pontífice real, por él a Dios llegamos con libertad filial ...” El incienso que tenemos ahora es la fragancia de su nombre glorioso y la excelencia de todos sus atributos.

La oración es dedicación

Habiendo considerado el lado devocional en cuanto a Cristo y la oración, pasamos al práctico.

En Hechos de los Apóstoles, después de la ascensión del Señor, vemos a los discípulos perseverando todos unánimes en oración y ruego por diez días. De repente el Espíritu desciende sobre ellos, y “les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego ... y fueron llenos del Espíritu Santo”.

En este día de Pentecostés la Iglesia tuvo su principio en la cuna de la oración, la cual respaldó su testimonio dinámico delante del mundo cuando tres mil almas fueron convertidas. La oración es una potencia irresistible, y es la primogenitura de todo verdadero hijo de Dios.

Enseguida, en la conversión milagrosa de Saulo de Tarso, el Señor se comunicó desde la gloria con Ananías, su fiel discípulo, para enviarle a donde estaba hospedado este nuevo convertido. Dijo: “He aquí, él ora”. Sin duda Pablo había pasado los tres días de su ceguedad en la oración, Hechos 9.9,11. No leemos de otra persona tan entregada a la oración, aparte del Señor mismo, como él.

En Romanos 8.15 dice, “Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, ¡Abba, Padre!” Una evidencia de vida en una criatura al nacer es su clamor. La madre lo interpreta como solicitud por alimento. Hay la oración privada con la cual el creyente debe empezar y terminar el día, y también puede valerse del acceso a su Padre celestial en todo momento.

En 1 Timoteo 2.1 al 3 se trata de la oración pública, nombrando cuatro elementos: (1) rogativas: son peticiones que nacen de una necesidad específica. (2) oraciones: es la palabra básica que se usa aquí, significando la reverencia al dirigirse uno a Dios. (3) peticiones: indican la confianza de un niño en pedir una cosa; es el agradecimiento que va junto con la oración

Por un lado, podemos pedir confiadamente: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?” Lucas 11.11,12. Por otro lado, debemos pedir según la voluntad divina: “Esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”, 1 Juan 5.14.

Nuestro Señor nos da una lección práctica en Lucas 18.9 al 14, hablando de dos hombres y dos clases de oración. Un hombre era fariseo y el otro publicano, y ambos subieron al templo a orar. El fariseo oraba consigo mismo, pero no fue oído. El llamaba a Dios, pero en simple formalismo. En cambio, hubo en el publicano un espíritu de humillación y arrepentimiento. El no multiplicó palabras, pero las seis que usó salieron de su corazón: “Dios sé propicio a mí, pecador”. El comentario de Cristo es que el publicano descendió a su casa justificado, antes que el otro.

Ahora, ¿dónde orar? La respuesta es: “en todo lugar”, 1 Timoteo 2.8. Jonás oró desde el vientre del gran pez, y Dios le oyó. Pedro oró al hundirse en el mar. Su oración fue la más breve y urgente de toda su vida: “¡Señor, sálvame!” Cristo no demoró en contestarle: “Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él”, Mateo 14.30,31. Pablo y Silas oraron en el calabozo, Hechos 16.25,26. De repente hubo un gran terremoto, pero ellos dos habían estado orando y cantando himnos a medianoche. Dios les contestó enseguida, permitiendo su libertad y dándoles también el gozo de ver convertidos al carcelero y su familia.

Dios contesta la oración

“Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”, Isaías 65.24. Dios contestó las oraciones de su pueblo a favor de Pedro cuando estaba bajo sentencia de muerte. Rescatado por un ángel, él se pareció a la puerta de la casa donde estaban orando los creyentes, y ellos mismos no podían creerlo posible. ¡Su culto de oración terminó súbitamente!

Por otro lado, hay las oraciones inválidas, que no reciben respuesta. “Pedís mal, para gastar en vuestros deleites”, Santiago 4.3. Hay a la vez las oraciones que sí son respondidas, pero no como fue pedido. Por ejemplo, Pablo pidió tres veces al Señor que le fuese quitado un aguijón en la carne, pero se quedó con él. El recibió más bien un antídoto: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. El apóstol quedó completamente satisfecho con la contesta.

La norma es: “Perseverad en la oración”, Colosenses 4.2. Hay ocasiones cuando Dios no contesta de una vez. El prolongado ejercicio es para nuestro bien y es saludable para la vida espiritual. Nos inspira el ejemplo de Elías en la cumbre del Carmelo, postrado en tierra. Él puso su rostro entre las rodillas y clamó a Dios por lluvia. Envió su criado seis veces para ver si había señal de lluvia, pero la respuesta fue negativa cada vez. Por fin, la séptima vez el criado vio una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre, 1 Reyes 18.41 al 45. Con esto el profeta sabía que Dios había contestado su oración, y enseguida se oscurecieron los cielos con nubes y viento. Hubo una gran lluvia.

No debemos desmayar en las súplicas a favor de los hijos y otros seres queridos que no son salvos. Mejor las oraciones con lágrimas antes que ellos mueran en vez de después, como en el caso de David. Nunca leemos que él haya orado por Absalón su hijo rebelde, pero leemos de su llanto inconsolable cuando fue demasiado tarde.

En una ocasión en el tiempo del rey Ezequías y el profeta Isaías, estaba acampado fuera de Jerusalén el rey Senaquerib, quien se consideraba invencible, con su ejército formidable. Él estaba resuelto a destruir la ciudad. Ezequías clamaba a Dios en oración, y aquella misma noche el ángel de Jehová mató a 185.000 soldados enemigos.

Nuestro Señor, antes de efectuar la resurrección de Lázaro, se dirigió al Padre en oración. Le dio las gracias por haberle oído, y luego clamó a gran voz, “¡Lázaro, ven fuera!” El que había muerto salió, Juan 11.41 al 43.

La oración no ha perdido su eficacia, y en tiempos modernos lo milagroso ha sucedido y está sucediendo en respuesta a la oración.

Sra. Logan, quien servía al Señor con su esposo en el África en años recientes, estaba viajando con sus hijos pequeños en una balsa en un río caudaloso. Había escasez donde vivían, y ella buscaba provisiones en otra parte. Todo iba bien hasta que un cocodrilo empezó a seguirles; era un animal capaz de quitarles de la balsa. La señora madre comenzó a orar fervorosamente a Dios, pidiendo protección del cocodrilo y alimento para su familia. De repente un gran pez saltó del agua, y en un momento el cocodrilo le quitó la cabeza al pez y desapareció, dejando el resto del pez flotando sobre la superficie. El africano que guiaba la balsa buscó los restos, preparó el buen pescado a la orilla del río y acompañó a la familia en su buena comida.

En mi propio caso hubo la ocasión cuando levantaba un pequeño local evangélico en Boquerón, después de haber visto allí fruto en el evangelio. Al regresar un mediodía a Boquerón desde Valencia, descubrí que mis anteojos bifocales no estaban en mi bolsillo, ni los encontré en otra parte. Un muchacho, llamado Bachiller, por cierto, ofreció ayudarme hacer un rastreo de la hacienda de caña por donde yo había caminado al caserío, pero no encontramos nada allí ni más lejos. “Bachiller”, pregunté, “¿tú crees en Dios?” “¡Sí!” me contestó.

“¿Y crees en la oración?” “Cómo no”, respondió.

“¿Entonces crees que El me conseguirá los anteojos?” “¡Eso no! Los anteojos están perdidos”. Monté un carro de alquiler y, siendo el único pasajero, empecé a conversar con el chofer. Sin darme cuenta que él fue quien me llevó en el viaje el día antes, comenté la pérdida de mis anteojos.

El día siguiente oímos un toque de bocina. El mismo chofer me exclamó: “¡Aquí están, Papá!” Efectivamente, el estuche y los lentes. Él explicó que había quitado los asientos para lavar el carro, y así encontró lo perdido. Lo primero que hice fue buscar a Bachiller para mostrarle que Dios sí contesta la oración.

Nuestro Dios es omnisciente, sabe todo; omnipresente, está en todo lugar; y, omnipotente, nada es demasiado difícil para él. Sus recursos son inagotables y le honramos al llevarle todo en oración. Echemos, entonces, toda nuestra ansiedad sobre él, porque Él tiene cuidado de nosotros, 1 Pedro 5.7.

Jehová-nisi

El primer encuentro del pueblo de Israel con el enemigo después de cruzar el Mar Rojo, emprendida la peregrinación por el desierto, fue con Amalec, quien es en la Biblia un tipo de la carne. El creyente en su peregrinación por este mundo, convertido y bautizado, debe estar pendiente de los ataques contra el alma, porque tiene tres enemigos que son el mundo, Satanás y la carne.

Moisés mandó a Josué escoger varones y salir a pelear contra Amalec, y éste fue derrotado a filo de espada. Sabemos por Hebreos 4.12 que la espada es una figura de la Palabra de Dios. Pero el secreto de la victoria de Josué y su ejército en el campo de batalla se ve en lo que estaba sucediendo en la cumbre del collado. Allí estaba Moisés sentado sobre una piedra, y mientras él alzaba las manos Israel prevalecía, pero si las bajaba Amalec prevalecía; por esto, Aarón y Ur sostuvieron las manos de Moisés y la victoria fue segura. La piedra es, por supuesto, una figura de Cristo, “piedra viva, escogida y preciosa”, 1 Pedro 2.4: el fundamento de nuestra fe.

¿Cuál será la lección para nosotros? Como Josué, tenemos que usar la espada del Espíritu y juzgar la carne que está en nosotros. En Aarón vemos una figura de nuestro gran sumo sacerdote, arriba en “la cumbre”, y en Moisés discernimos al creyente con las manos alzadas delante de Dios en oración. “... que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas”, 1 Timoteo 2.8. Ur también es tipo del Espíritu, quien siempre intercede por nosotros con gemidos indecibles.

La promesa de Cristo en Juan 14.16 es: “Yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Es muy notable que la palabra consolador signifique “uno a nuestro lado;” es parákletos, traducida como abogado en 1 Juan 2.1. Nuestro “parákletos” está en el cielo y en espíritu está con nosotros aquí. “He aquí estoy con vosotros todos los días”, dice. Está allí, delante de la justa presencia de Dios, para defendernos en nuestras faltas y flaquezas.

Para celebrar la victoria, Moisés levantó con Israel un altar llamado Jehová-nisi, que quiere decir, “Jehová es mi bandera”. Le atribuyeron la victoria a Dios, y cuán importante es rendir las gracias al Señor en cada triunfo que Él nos conceda: “Cual pendón hermoso desplegamos hoy, la bandera de la cruz. La verdad del evangelio, el blasón del soldado de Jesús”.

Santiago Saword