domingo, 29 de junio de 2025

Dios Revelado

 

Dios revelado en la creación

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.”

Salmo 19:1

Nuestro Dios es el Dios vivo, no es un Dios lejano e incomprensible que nos ha dejado sin una revelación de sí mismo. Al contrario, se ha manifestado en tres formas diferentes: a través de la creación, de la Biblia y de Cristo.

Estos tres aspectos de la revelación divina se presentan de manera sorprendente en el Salmo 19, como un extraordinario registro de los tres libros que Dios ha utilizado para revelarse: los cielos, las Escrituras y el Salvador.

La primera revelación de Dios se encuentra en la creación misma, específicamente en los cielos que el salmista llama “la obra de sus manos”. En la actualidad, los astrónomos han adquirido un mayor conocimiento sobre la inmensidad del universo creado. Sabemos acerca de las enormes distancias que conforman los cielos estelares y de las innumerables galaxias que contienen miles de millones de estrellas, muchas de ellas mucho más grandes que nuestro sol. Los científicos utilizan el término «principio antrópico» para describir cómo el universo parece estar afinado y adaptado de manera precisa para el ser humano. Todos estos descubrimientos no hacen más que confirmar y reforzar lo que ya sabemos: Dios creó el universo y nos colocó en él para que le diéramos gloria.

“No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz,” (vv. 3-4). La creación tiene voz y habla a la conciencia del ser humano, o al menos debería hacerlo. Por eso, el apóstol Pablo les habló de la creación de Dios a los paganos e idólatras atenienses (véase Hch. 17:23-27). Aunque no tenían la Biblia, ellos tenían el libro de la creación. Lamentablemente, el ser humano ignora, muchas veces voluntariamente, este testimonio del “eterno poder y deidad” de Dios, lo que lo hará “inexcusable” en el día del juicio (véase Ro. 1:19-20).

¡Qué grande es nuestro Dios! Su poder y entendimiento es infinito (Sal. 147:5).

 

Dios revelado en la Biblia

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.” Salmo 19:7

En la primera parte de este salmo, el libro de la revelación de Dios en la creación, David utiliza el nombre divino El, que significa Poderoso. Él es el Dios poderoso que se muestra en la creación y que es observado por las naciones paganas. Pero, en el resto del salmo, utiliza el nombre Jehová (vv. 7-14). El uso del nombre Jehová aquí es significativo, pues es el nombre que Dios utiliza en relación con su pueblo.

El filósofo y teólogo alemán, Immanuel Kant, escribió una vez en una de sus obras filosóficas más conocidas: «Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». La primera parte de esta afirmación es correcta, como vemos en los primeros seis versículos de este salmo. Sin embargo, la segunda parte demuestra los límites de la filosofía humana. Debido a que la teología liberal de Kant tenía una baja estima de la inspiración de las Escrituras, esta se apartó de la Biblia y se dirigió a la conciencia humana en busca de dirección, la cual es claramente deficiente. En la Biblia, Dios nos ha dado una guía confiable, a diferencia de la ley moral del hombre caído o de sus filosofías.

La segunda revelación de Dios se encuentra en la Biblia. La Palabra de Dios tiene un valor indescriptible. Es más valiosa que el oro refinado y más dulce que la miel. Restaura el alma, instruye a los sencillos, alegra el corazón, ilumina los ojos y limpia la vida (vv. 7-9). Todo aquel que lee la Biblia puede afirmarlo. A través de las Escrituras, el siervo de Dios es amonestado. Pablo le dijo algo similar a Timoteo, expresando que la Palabra de Dios es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir”, con el propósito de que el hombre de Dios esté completamente preparado para toda buena obra (2 Ti. 3:16-17).

En el Salmo 19, el “siervo de Dios” es amonestado por la Palabra de Dios, mientras que en 2 Timoteo 3, el “hombre de Dios” es instruido y preparado por ella. En cualquier caso, el mensaje es claro: debemos valorar y conocer su contenido.

 

Dios revelado en el Redentor

“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” Salmo 19:14

Hasta ahora hemos visto como, en el Salmo 19, Dios se ha revelado a través del libro de la creación y a través de la Ley. Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos (vv. 1-6), mientras que la Ley de Jehová es perfecta, la cual hace sabio al sencillo (vv. 7-11). Sin embargo, ninguno de estos libros puede salvar nuestras almas. La grandeza de los cielos nos permite conocer el poder y la deidad de Dios, pero no su amor. La Ley, aunque es santa, justa y buena (véase Ro. 7:12), no puede redimirnos. De hecho, a través de la Ley adquirimos “el conocimiento del pecado” (Ro. 3:20).

La tercera parte del salmo aborda el asunto del pecado (vv. 12-14). Se trata de una oración para ser purificados del pecado oculto y guardados del pecado voluntario. Como cristianos, hemos sido justificados por la preciosa sangre de Cristo, quien nos ha limpiado de todo pecado, por lo que no es necesario repetir esta obra. Sin embargo, la confesión diaria es una parte importante de una vida cristiana saludable y vibrante, ya que nos ayuda a mantener nuestra comunión con Dios. El versículo 12 hace referencia a los pecados de ignorancia, pero David también ora para ser guardado de los pecados voluntarios en el versículo 13. Al seguir estos pasos de cuidado y confesión, seremos preservados de caer en “gran rebelión” (v. 13) y evitaremos caídas repentinas en el pecado, aunque siempre debemos estar alerta, porque siempre tendemos a deslizarnos gradualmente.

En el último versículo de este salmo, David llama a Jehová “roca mía” y “redentor mío”. Esta última expresión se utiliza tan solo dos veces en la Biblia, siendo David y Job (véase Job 19:25) los únicos que la utilizan. Este salmo comienza con el Creador y termina con el Redentor (comp. Ap. 4:11; 5:9).

Finalmente, David concluye con una hermosa oración que resalta a nuestro maravilloso Redentor: que las palabras de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón sean agradables a él.

Brian Reynolds

El Señor Está Cerca

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