domingo, 29 de junio de 2025

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (15)

 

Jesucristo y la mujer

"Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre". (Mateo 12.50)


Cuando Jesucristo vivía en este mundo, las mujeres de las naciones paganas eran tratadas cruelmente. "La sociedad griega les mostraba a sus mujeres más consideración, tratándolas como esclavas. Pero aun en Roma la mujer era legalmente propiedad de su marido. Entre los judíos la mujer recibía un puesto de honor en su propio hogar, pero estaba excluida de las actividades excepto aquellas en las cuales su esposo estaba involucrado. La educación formal le estaba negada a la mujer judía y los hombres pensaban que sus mujeres no eran capaces de entender temas doctrinales"

La actitud de Cristo y la manera en que Él trataba a las mujeres eran completamente distintas al trato de la mayoría de los hombres de aquel entonces. Él se identificó con sus necesidades y su contacto con las mujeres fue siempre con dignidad, comprensión y compasión. Jamás habló mal de una mujer y respetaba la inteligencia de ellas. Su preocupación por la salvación del alma de las mujeres lo llevó a revelarles verdades profundas a algunas mujeres.

Pero Cristo primeramente le mostraba a la persona la seriedad de su vida pecaminosa antes de brindarle la salvación. Como escribió William MacDonald en su comentario: "Cristo nunca empleó su completo conocimiento de todas las cosas para avergonzar a nadie, pero lo empleó para librar a las personas de su culpabilidad"

Fue cuando la samaritana sintió la gravedad de su pecado que Él que era el Cristo, y ella lo reconoció como su Salvador. A la mujer pecadora que entró en la casa de Simón, Jesús le dio la seguridad de que su fe la había salvado y que ella podía ir en paz.

Cada mujer fue considerada como una persona con responsabilidad en su propia esfera. La mujer cananea era responsable por el bienestar de su hija. Aunque el Señor llevó a esta mujer a una completa dependencia en la gracia de Dios, Él sanó a su hija y también la alabó por su fe.

Del Salvador mismo Salomé aprendió la verdadera misión del Señor en este mundo: "de dar su vida en recate por muchos". Ella también aceptó el secreto de la grandeza espiritual, de servir en vez de ser servido. En vez de ofenderse, Salomé siguió a su Señor y Salvador hasta el fin.

A María y Marta Jesús les reveló la voluntad de Dios acerca de la resurrección y parece que ellas lo entendieron porque no fueron a su sepulcro, creyendo que Él iba resucitar. Cristo mostró su gran aprecio cuando fue ungido por María.

Las mujeres que vieron el sepulcro vacío y fueron a dar las nuevas a los discípulos se gozaron de la afirmación del Cristo resucitado que dijo: "No temáis, id, dad las nuevas". Cuán consoladoras fueron para María Magdalena sus palabras: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre".

Cuarenta días después Jesucristo fue llevado arriba al cielo y ahora está a la diestra de Dios. Su Persona y su obra son el tema de nuestra alabanza.

"En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos" (Hechos 4.12).

Por Rhoda Cumming


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